Puntuales como cada año, a las 12 en punto, ni un segundo más ni uno menos, la familia Hamersma y algunos amigos cumplieron ayer un año más, y ya van diez, con el tradicional gélido chapuzón en la playa de ses Salines con el que dan la bienvenida al nuevo año.

El décimo aniversario de tan fría costumbre no fue como sus fundadores habrían deseado por culpa de la pandemia del covid. No hubo convocatoria ni concentración multitudinaria este año ni invitación a un vaso de vino para entrar en calor tras el baño. «Todo lo demás nos lo han quitado, pero que la tradición siga», decían.

Sin tiritar, aún con la piel mojada, Rosa Hamersma lamentaba que es «una pena que este año, en el que se cumple el décimo aniversario de esta tradición, no se pueda hacer como otros años por la crisis sanitaria».

Ahora bien, los Hamersma sí brindaron en petit comité, tras el baño, con champán y oliebollen (en español se traduciría como bolas de aceite), una especie de buñuelos típicos de Año Nuevo en Holanda elaborados con harina de trigo, leche, pasas, manzana y cubiertos de azúcar glasé. «Con champán combinan perfectamente», apuntaba una allegada de esta familia holandesa que regenta el negocio Vino&Co, de donde surgió hace una década la iniciativa de empezar el año en remojo.

«Es muy típico en Holanda el primer baño del año. Al estar patrocinado por una marca de caldo, después se entrega a cada participante una sopa de guisantes. Mi padre siempre participaba y decidimos hacer lo mismo en Ibiza», explica Rosa, que recuerda «las tres largas mesas» que había el año pasado sobre la arena de ses Salines, donde los valientes bañistas depositaban la comida que traían de sus casas a cambio del vino de la empresa de los Hamersma. «Este año no se podía hacer, pero nosotros, la familia, seguimos con nuestra tradición. Es una buena forma de empezar bien el año, que sirve además para lavar lo malo del anterior», destacó Rosa.

«Con un baño basta este año»

«Con un baño basta este año»

Antes de la crisis sanitaria, el baño multitudinario se celebraba a las 12 horas, se repetía a las 13 y había una tercera tanda a las 14 horas para los «más resacosos», tras los excesos posteriores a las campanadas de medianoche. «Este año con un baño basta», decía, entre risas, Rosa, que aseguraba que el agua estaba, sólo, «fresca».

Esta familia holandesa no fue la única que, pese al frío, se quitó la ropa y se lanzó al agua para estrenar el nuevo año. Grupos de familias, parejas, amigos y corredores cumplieron de forma aislada durante la mañana y en grupos reducidos con esta costumbre ya arraigada. Los más madrugadores lo hicieron a partir de las 10 horas, como un hombre de 56 años, que llegó en bicicleta a ses Salines para su chapuzón semanal. Su tradición va más allá del día de Año Nuevo. «Todos los domingos hago un poco de bici y luego el baño, entre 15 y 20 minutos. Está muy buena el agua», aseguraba.

«Te corta la respiración»

«Te corta la respiración»Su termómetro corporal difiere del de los primerizos, de los que ayer hacían su primer baño en invierno, como el caso del matrimonio que forman el alemán Stefan y la holandesa Petra, que este año, con el cierre de Alemania por la pandemia, han decidido pasar la Navidad en Ibiza, donde tienen una segunda residencia. «El agua está muy fría, corta la respiración», decía Stefan, que nunca antes había estrenado el año en bañador.

Un grupo de amigos polacos que vive en Ibiza desde hace unos años también madrugaron para no sólo lanzarse al mar sino para jugar también con las olas que ayer rompían en ses Salines. Eso sí, antes echaron unas carreras por la orilla en bañador para entrar en calor. Álex se baña varias veces a la semana en invierno, al igual que su amigo Piotr. «La temperatura del agua ahora es como la de Polonia en verano», decía este polaco que trabaja de agricultor en la isla y, que, según contó, en su país ha llegado a nadar «rodeado de nieve».

Pedro, otro miembro del grupo de polacos, se lanzó al agua para «seguir la tradición local». «Es una forma sana de dar la bienvenida al año», destacó. Rebecca, de origen inglés, dudó un poco, pero finalmente , también se dio un chapuzón, pero más breve que el de su novio y amigos polacos y sin quitarse el gorro de lana que cubría su cabeza. «Nunca lo había hecho, está muy fría», confesó.

Álex, Paco y otros miembros del grupo de corredores Es Verros no podían empezar el nuevo año sin remojarse en las agua del Parque Natural. También lo hacen el resto de domingos de invierno tras sus rituales 13-15 kilómetros de carrera, aunque en los días más fríos les basta con que el agua les cubra hasta las rodillas, reconocía Paco. Ayer no había excusas y tocaba baño completo, aunque tras la Nochevieja no hubo previamente la misma sesión de running de costumbre, ni el despertador sonó a las 7 horas. «Hemos corrido unos 40 minutos de calentamiento para el chapuzón», dijo.

Mike, natural de Sudáfrica pero que desde hace años vive en ses Salines, acudió a su playa para bañarse como hace muchos otros días y compartirlo a través de su canal Lucky Life. «Empecé a hacerlo hace dos años, es muy sano para el cuerpo y la mente».

Las rachas de viento atrajeron a algunos surferos como Mikel Velasco, que, con sólo 10 años, acompañado por sus padres, disfrutó del primer día del año deslizándose sobre las olas que rompían en la orilla.

El lujo de la playa en invierno

El lujo de la playa en invierno

Por su parte, Nacho, natural de Segovia, que este año ha viajado con su mujer y sus hijos para pasar la Navidad con su otra familia ibicenca dio un ejemplo de integración en la isla y se lanzó al agua. No lo hizo solo, su mujer, sus hijos y sobrinos de Ibiza le acompañaron. «La familia de Ibiza, que vive en Jesús, nos explicó que había esta tradición y no hemos dudado en que teníamos que vivirla».

«Está algo fría», reconocía Nacho tras el chapuzón, que no alargó más de lo estrictamente necesario, aunque, remarcó, «peor» es el agua del deshielo del río en la que se bañaba en su época de estudiante, cuando se celebraba con «un botellón» que se habían acabado los exámenes. «Nunca había pasado la noche de final de año y la entrada del nuevo en la playa», dijo Nacho, a lo que su cuñado Juan, que no se quitó el abrigo, añadió: «Es un lujo».

Salvo este año, la costumbre era que la familia de Ibiza viajaba a Madrid por Navidad y todos juntos iban a esquiar a la Sierra de Guadarrama. La pandemia ha propiciado que este año se haya cambiado la nieve por la playa.

A partir del mediodía, la playa de ses Salines se fue llenando de familias, muchas de ellas sin mascarilla, que aprovecharon el sol que se dejaba ver entre las nubes, antes del chaparrón que cayó sobre la isla, para pasear por la arena y ver cómo los más atrevidos desafiaban al frío y se tiraban al agua. «Esto parece el paseo Vara de Rey», describía una ibicenca.