Nerea Escandell llega a la carpa del centro de salud de Vila para hacerse una PCR arrastrando aún su maleta. Hace apenas unas horas que esta estudiante de segundo de Medicina ha aterrizado en Ibiza procedente de Barcelona y no ha tenido tiempo aún de soltar la maleta en casa. «Llegaba por la mañana y me dieron cita a la una», explica ya en la cola para la toma de muestras, donde a falta de diez minutos para esa hora se concentra una veintena de personas, entre residentes retornados y sus familiares. «¡Guarden las distancias! ¡Pueden hacer la cola hasta el fondo!», grita una de las responsables de la toma de muestras, algo preocupada.

La de hoy será la tercera PCR para Nerea, que ya ha pasado el coronavirus: «Fue por un contacto estrecho, me hice la prueba y di positivo». Se hizo una segunda porque tenía problemas respiratorios «y era el protocolo». En teoría, debería tener anticuerpos, pero cuando llamó le dijeron que mejor que se la hiciera «por si acaso». Del coronavirus sabe lo que lee en la prensa y lo que les cuentan en clase los profesores. «Muchos de ellos lo viven de primera mano», explica la estudiante de Medicina avanzando en la cola.

Justo antes que ella se ha sentado en la silla para la prueba Pedro Palau. Tiene experiencia en esto del hisopo hasta el fondo de la nariz. Se ha hecho ya «cinco o seis» PCR. «¡Ojalá fuera la primera!», comenta quitándose los airpods antes de llegar a la carpa. «Ya sé lo que me voy a encontrar y no me hace gracia», indica el joven, que estudia animación y desarrollo de videojuegos en Madrid, de donde ha venido para pasar estos días con su familia. «De estas pruebas me enteré por un artículo del diario que me envió mi familia cuando lo vio», explica. Él mismo pidió la cita para su sexta o séptima PCR que, como todas las anteriores, se la ha hecho «para estar más seguro». «Tengo familiares de riesgo y prefiero hacérmelas», señala antes de volver a ponerse los auriculares.

El movimiento es constante en los alrededores de la carpa, a la que no dejan de acercarse familias. Muy pocos llegan solos. La mayoría lo hacen acompañados de sus padres, madres, hermanos... Muchos aún no han sacado ni las maletas del coche.

Ángel Escandell observa cómo su hija Tania, estudiante de Criminología, se somete a la toma de muestras. «La idea no era que viniera este puente, pero entre que teníamos ganas de verla y que existía esta opción, le dijimos que viniera», explica Ángel, visiblemente contento de reecontrarse con su hija un par de semanas antes de lo previsto: «Entre que han quitado vuelos y que con esta situación no tienes ganas de coger aviones no era la idea que viniera ahora», indica Ángel que confía en que a medida que se acerquen las fiestas las administraciones vayan dejando las cosas «más claras». Ángel, que trabaja en el transporte público, no se ha sometido nunca a una PCR. «En el estado de alarma era trabajador esencial, pero ni PCR ni serología, no nos hicieron ninguna prueba», comenta antes de bromear con la idea de hacerse pasar por estudiante a ver si cuela.

«Me la hago por seguridad, por la de mi familia y la de los demás porque, al final, aunque lo evites, estás en contacto con gente», comenta Tania. Aunque es su primera PCR no es la primera prueba de coronavirus que se hace. En la universidad, explica, les hicieron una serología antes de comenzar un curso que, reconoce, no está siendo como les gustaría: «Lo llevamos como podemos. Las clases online no suponen la misma calidad de enseñanza que las presenciales, pero es lo que hay».

La joven, a la que no han pedido ningún tipo de documentación en los aeropuertos de Madrid ni de Ibiza, no tiene muy claro cómo vivirá las próximas navidades. «Siguiendo las medidas y más en casa que en ningún sitio», reflexiona.