'Albert Camus i el seu combat contra el nazisme' fue el título de la charla que ayer ofreció el periodista y profesor de la UNED Francesc M. Rotger en el segundo día de las jornadas de estudios locales de memoria histórica, organizadas por el Arxiu Històric d'Eivissa y que este año recuerda, precisamente, el 60 aniversario de la muerte del escritor galo.

Rotger se centró en el papel que Camus jugó al estallar la Segunda Guerra Mundial: «Primero solicitó su incorporación a filas, pero fue rechazado porque era tuberculoso. Al producirse la derrota gala y comenzar el movimiento de la Resistencia, se trasladó (en 1942) desde Argelia, donde vivía, a Francia». Ya por entonces había publicado 'El extranjero' y 'El mito de Sísifo', «de manera que empezaba a ser un autor relativamente conocido».

La palabra, la mejor arma

La palabra, la mejor arma

Se incorpora a la Resistencia «no como soldado para intervenir en acciones bélicas, sino con su mejor arma: la palabra», señala Rotger. Lo hace en la redacción de Combat, periódico clandestino del que fue redactor jefe. «Tenía -apunta Rotger- un carné de identidad falso con el nombre de Albert Mathé. Se jugó el cuello. Hay una frase suya que me encanta: arriesgar la vida aunque sólo sea para publicar, es conocer el verdadero sentido de las palabras».

De su obra de 'combate' en esos años destaca 'Cuatro cartas a un amigo alemán'. La publica durante el periodo de la ocupación, de manera clandestina: «Se supone que habla de un imaginario amigo alemán antes de la guerra y que luego se convierte en nazi. En esas cartas le expone los argumentos de los resistentes. Ante el terror ciego de los nazis, explica sus escrúpulos (Camus era decididamente pacifista), el coraje y la inteligencia».

Y en esas cartas, subraya Rotger, Camus reflexiona sobre la idea de Europa: «Cuando publica, tras la guerra, el prólogo de ese libro a la edición italiana, explica que no quiere ser malinterpretado: cuando habla de 'ustedes' no se refiere a los alemanes, sino a los nazis; y cuando habla de 'nosotros' no lo hace de los franceses, sino de los europeos libres». El germen de la futura Unión Europea, afirma, fue la unión de los resistentes europeos: «Camus fue, en ese sentido, uno de los promotores de uno de los primeros congresos de lo que sería el movimiento europeísta».

Tras la guerra, a Camus «le quedó una espinita clavada: la liberación de España». Para él «no finalizaría aquella contienda hasta que también se liberara España. Hasta que muere en 1960 reclamará la libertad para nuestro país, que era su segunda patria».

Su madre, Caterine Elena Sintes Cardona, había nacido en Argelia, aunque era de familia menorquina. Su padre, Lucien, murió en la Primera Guerra Mundial. Se educó con su madre y su abuela, Catalina Maria Cardona, menorquina por los cuatro costados. Y tenía un tío que «sólo hablaba maonés». Esas raíces se palpan en su obra: «Cogió alguno de esos apellidos para personajes de sus novelas, como en 'El extranjero', donde están Maria Cardona y Raimon Sintes».

También repasó 'La Peste', que Camus empieza a redactar bajo el nazismo y resulta inquietantemente actual: «Tiene una doble vertiente muy interesante. La primera, que si se lee en esta pandemia, resulta sorprendentemente luminosa. Los comportamientos, actitudes, circunstancias, cómo reacciona la población, la necesidad de algunos de evadirse del padecimiento, la actitud abnegada de los médicos aun a riesgo de contagiarse, el hotel o la escuela que se convierten en hospitales€ Es de una lucidez y actualidad estremecedora. Al mismo tiempo, y él lo dijo expresamente, lo concibió como una metáfora del nazismo y los totalitarismos».

Del escritor destaca que escribía «con la aparente simplicidad y sencillez del periodismo. Cuando trata la filosofía, la narrativa o el teatro, en el fondo quien escribe es un periodista. Todo lo que hace es comprensible para todos».

También sobre el autor galo se centró 'Albert Camus i les Illes', la ponencia del menorquín Jaume Gomila, filólogo, profesor y gestor cultural. Gomila recordó que en 1935, cuando contaba con 21 años, Camus estuvo en Mallorca (un par de semanas) y en Ibiza (unos días), pero no en Menorca, la tierra de sus antepasados: «Al fallecer en un accidente de tráfico en 1960, se encontró dentro de un maletín negro 'El primer hombre', su última obra, una autobiografía que aún escribía. Esa obra es, de alguna manera, una forma de reencontrarse imaginativamente con Menorca, que nunca visitó».

Abuela «autoritaria»

Abuela «autoritaria»

A juicio de Gomila, 'El primer hombre' «demuestra que la experiencia de mediterraneidad empapa toda su obra. Da la sensación de que su condición de menorquín de Argelia, de niño pobre que se culturiza y luego se afrancesa, queda arrinconado en el inconsciente. Toda su vida es una búsqueda de sus orígenes. Y cuando está a punto de completar esa especie de odisea, se interrumpe de manera fatal», en un accidente. Su tesis es que «las Balears son etapas en ese camino de vuelta a casa, en el sentido simbólico».

El filólogo también subraya que Camus se crió con la abuela materna, Catalina Cardona, «una mujer autoritaria». Tuvo una relación «tensa» con ella y le costó que su familia entendiera que necesitaba estudiar. Su entorno era balear: «Los menorquines vivían en Argelia como lo hacían en su isla, hibridizaban algunas de sus costumbres. Y no tengo ninguna duda de que su lengua materna era la catalana». En la escuela se hizo francés «y entonces su parte menorquina quedó en el subconsciente». El resto de su vida buscó «reconectar con esas raíces que quedaron atrás. Pero cuando está a punto, se le acaba el tiempo. El fatalismo sobrevoló toda su vida y obra».