1.664 usuarios, 247.000 euros repartidos en comida, 80 personas diarias en el Banco de Alimentos y creen que aún no han «alcanzado el pico más alto». Estas son algunas de las cifras que manejan en Cáritas Diocesana de Ibiza desde que la crisis del Covid-19 hizo su aparición. Familias arruinadas, ERTE que no llegan, imposibilidad para pagar el alquiler, deudas, pocas ayudas y de difícil acceso. El panorama social en la isla es todo menos alentador. Por ello, la entidad de la Iglesia pide ayuda a la población ibicenca, ya que a partir de este mes no podrá hacer frente a los 1.000 euros que destina semanalmente a la compra de productos frescos que reparte entre las familias de sus usuarios.

¿Cuál es la situación actual de Cáritas Ibiza durante la segunda oleada de Covid-19?

Estamos constantemente improvisando y cambiando métodos de trabajo para ajustarnos a las necesidades que nos van surgiendo continuamente.

¿Por ejemplo?

Esta semana estamos trabajando para ampliar la agenda y abarcar a más demanda. Actualmente se están dando citas para dentro de un mes a los nuevos usuarios y nos parece que es mucho tiempo.

¿Y cómo lo van a hacer?

En lugar de destinar una hora a cada nuevo usuario, haremos la valoración en media hora. De esa manera ganaremos tiempo para asignar más citas. Ahora mismo somos cuatro agentes en acogida, tres más que al principio de la crisis, que estaba solo yo. Hemos reorganizado los recursos de personal que tenemos y ahora la prioridad es este servicio.

¿A cuántos usuarios atiende Cáritas Ibiza en la actualidad?

Estamos atendiendo a día de hoy [por el jueves] a 1.665 personas, más que en todo el año anterior. Hemos tenido que ampliar nuevamente los días de reparto [en julio el número de usuarios bajó debido a las contrataciones de temporada]. Llevamos repartiendo tres días a la semana desde julio, y ahora volvemos a cinco días. Estamos terminando de completar el equipo del jueves para poder empezar la próxima semana.

¿Cuántas personas acuden diariamente al Banco de Alimentos?

De momento 80 personas, 240 repartos a la semana. En todo el año se han repartido 247.000 euros en alimentos.

¿Tienen 'stock' suficiente en el Banco de Alimentos para continuar con este ritmo?

De momento sí, aunque llegaremos a donde lleguemos... Las partidas que nos envían desde la Unión Europea son más reducidas que el año pasado, ya que en 2019 tuvimos un recorte de presupuesto.

¿Partidas reducidas a pesar de la situación actual?

Sí, porque se están enviando las partidas en base al año anterior. Los envíos se tienen que programar con mucha antelación, pero considero que no están siendo lo suficientemente ágiles y rápidos para ponerse al corriente con la situación actual.

¿Y cómo consiguen abarcar a más usuarios con menos alimentos?

Utilizando fondos propios y gracias a la solidaridad y a la respuesta de la población, que está siendo mucha, aunque las donaciones cada vez son más pequeñas. Es normal, la gente no sabe hasta cuando va a durar esto y tiene miedo, por lo que, si antes podía aportar 15 euros de donativo a Cáritas, ahora deben guardarlo para ellos pues no saben lo que va a ocurrir y la gente se va quedando sin ahorros.

En Sant Antoni el Ayuntamiento donó 10.000 euros para comprar productos frescos a agricultores del municipio y a una industria cárnica y donarlos a través del Banco de Alimentos de Cáritas, ¿se ha hecho en Ibiza algo parecido?

Se hizo a través de una donación. Una organización destinó una cuantía para comprar productos frescos en Agroeivissa, pero hace tiempo que Cáritas asume ese gasto con fondos propios. Destinamos 1.000 euros semanales a la compra de fruta y verdura, pero a partir del mes que viene, si no contamos con algún colaborador nuevo, no vamos a poder seguir comprándola porque no tenemos presupuesto.

Y continuarían con el Banco de Alimentos sólo con productos no perecederos...

Claro, pero no es suficiente. Además de que no es una alimentación completa, la cantidad de comida que ofrecemos a las familias en los lotes, que vienen cada quince días a recoger, no es suficiente.

¿A qué se debe este nuevo repunte de usuarios?

Todos los establecimientos están cerrados, los negocios , los hoteles, los bares con las restricciones... Las familias han acabado ya sus pequeños ahorros, su colchón, y no les queda otra que venir a las organizaciones e instituciones en busca de ayuda. Máxime aún cuando no les están pagando los ERTE.

¿Acude mucha gente que no los está recibiendo?

¡Claro! Hay muchos empleados que ni siquiera saben si les han aceptado dentro del ERTE o no, porque ni siquiera les han contestado. Ni un email diciéndoles: «sí, dentro de unos meses les pagaremos». Nada. Ayer mismo [por el miércoles] vino un trabajador que lleva así desde agosto y todavía no sabe nada ¿Cómo pueden dormir tranquilas estas familias si no saben qué va a ser de ellos? Es una situación de desasistencia tremenda que genera mucho miedo.

¿Y cómo les ayudan?

Nosotros sólo podemos cubrir las necesidades básicas. Nos llaman, organizamos una cita, evaluamos la situación y al día siguiente pueden recoger alimentos y ropa. En el resto de trámites les acompañamos o les derivamos a servicios sociales, pero no podemos hacer más.

¿Cómo funciona el servicio de ropa en la era Covid?

Antes teníamos una tienda y les dábamos unos vales a los usuarios para que pudieran ir a coger lo que les hacía falta. Con el Covid dejamos de hacerlo así y empezamos a repartir lotes de ropa hechos, pero claro, había muchos cambios de tallas, de cosas que no les quedaban bien o que no les gustaban. Ahora hacemos los lotes en el momento y le vamos preguntando a la persona si le gustan las prendas o si cree que le valen, a ojo. «¿Te parece?, ¿te gusta?, ¿te va bien?» Y así vamos. Cada uno tenemos estilos diferentes y eso también hay que respetarlo [sonríe]. Ahora podemos hacerlo así gracias a los voluntarios.

¿Tienen muchos?

Sí, estamos teniendo muchas entrevistas. Además el perfil está cambiando, ya que antes la gran mayoría de los voluntarios eran mayores, pero ahora, como son población de riesgo, no pueden venir. Lo bueno es que están viniendo más jóvenes.

¿Y cómo ve el ánimo de la gente?

Aquí intentamos ayudarles cubriendo sus necesidades básicas, pero también es un espacio en el que descargan, claro. Aunque no tenemos psicólogos, -que es un servicio muy necesario, por lo que si algún voluntario se anima, estaríamos encantados- vienen y comparten su frustración, sus miedos y la vergüenza que sienten muchos al tener que venir a pedir ayuda, que no la han hecho nunca.

Pesa el estigma...

Sí, no es muy agradable que te vean en la cola de Cáritas, por eso estamos intentando cambiar el sistema de trabajo y ofrecer tarjetas con dinero, en lugar de lotes de alimentos. De esta forma, cada familia podría ir al supermercado a por lo que necesite. Se haría de manera discreta y sin que nadie tenga que saber tu situación. Se trata de dignificar a la persona.

Hay familias que nunca se han visto en esta situación...

Claro. Hay muchas familias que tenían su vida resuelta. En algunos casos uno de los progenitores tiene trabajo e ingresa unos 1.000 o 1.200 euros, pero aún así no llegan. El otro día una chica repetía una y otra vez que ella no tendría por qué estar aquí, porque tiene un trabajo y puede valerse por sí misma, el problema es que no le pagan el ERTE, un dinero que es suyo.

Y ahí entra el tema de los alquileres...

Los sueldos se descompensan por el precio de los alquileres, que se llevan entre el 80 y el 85% de los ingresos.

¿Se están tomando cartas en el asunto?

No veo que la cosa cambie. Se tendría que establecer una limitación a los alquileres de tipo general y que la vivienda fuera de verdad un derecho fundamental para las personas, como la educación y la salud. Un niño no se puede quedar sin estudios ni sin atención sanitaria.

Pero sin casa, sí.

Cuando la casa es el origen de todo. Es el espacio en el que una persona se reconstruye, descansa y se encuentra con su familia. No debería de ser un privilegio. Hay pisos en los que se juntan varias familias para poder pagar el alquiler. Los niños viven en habitaciones con sus padres donde no tienen ni una mesa para estudiar...

Y lo peor es que parece ya hasta normal...

Hemos normalizado una situación dramática, cuando en realidad debería caérsenos el alma a los pies. Vivimos en una sociedad cada vez más deshumanizada.

«No se va a quedar nadie atrás», dijeron a principio de pandemia.

Se está quedando mucha gente atrás, y muy atrás. Por ejemplo los niños de familias vulnerables, que no pueden seguir las clases porque no se pueden permitir un ordenador. ¿Cómo van a comprar un ordenador si no tienen para comer?

¿Y las ayudas?

Estamos ayudando a muchos padres a comprar los libros del colegio porque este año no se pueden heredar ni prestar por el Covid. Y las del alquiler del Ibabi, por ejemplo, no te permiten solicitarla si tienes alguna deuda con el casero. La gran mayoría tiene deudas porque no están recibiendo el dinero del ERTE para pagar las facturas...

A través de la oficina de empleo ayudan a encontrar trabajo a los usuarios, ¿hay demanda de trabajadores?

Ninguna. En todo el año hemos conseguido insertar laboralmente a 11 personas, y todas trabajadoras del hogar. Tenemos unos talleres de reinserción laboral con 60 usuarios. Allí se les enseña a hacer frente a entrevistas, a desarrollar su curriculum y talleres de habilidades sociales. Pero no hay trabajo, este año solo hemos tenido un convenio con una empresa de servicio a domicilio.

En cuanto a la inmigración, ¿cómo les afecta en especial esta situación?

Les afecta de manera directa pues son uno de los colectivos más vulnerables. Hablamos de inmigración indocumentada, sobre todo. Aunque los recién llegados tampoco cuentan con una red de apoyo social, que es vital a la hora de afrontar grandes crisis como esta.

¿Está yéndose mucha gente de la isla?

Sí, hay muchas familias que no pueden soportar más la situación y están pidiendo ser devueltas a sus países de origen. Hay un organismo que estudia las diferentes peticiones y evalúa si cumplen con los requisitos para proporcionarles el dinero del billete de vuelta. Además, si la persona tiene la idea de emprender un proyecto en su país les apoyan con una cantidad. Todo ello a cambio de no poder regresar a España en un periodo de tiempo.

¿Hay mucha demanda?

Mucha. La gente sale de zonas de conflicto o de mucha violencia, como es el caso de un usuario que viene de Colombia, y se encuentra con que viven explotados y, en su caso, que trabaja a cambio de un alojamiento y comida, nada más. Eso, unido a estar lejos de la familia, no es fácil de sobrellevar y acaban rompiéndose.