En la Unidad de Patología Dual del Hospital Can Misses no se piden pruebas de tóxicos. Atienden a personas con trastorno mental y trastorno por uso de sustancias. Pero no se hacen analíticas de orina para detectarlas. Sólo si el propio usuario los pide.

La confianza, en el proceso para recuperar las riendas de su vida, es básica. «Fundamental», apunta Álvaro Palma, psiquiatra y coordinador de la unidad, que se puso en marcha el 13 de junio de 2019. Águeda Represa, terapeuta ocupacional, y Javier Moreno, enfermero, asienten.

Los tres integran la unidad, que atiende en estos momentos a once pacientes en el hospital de día, tanto en seguimiento parcial como completo y a otros cinco de forma ambulatoria.

Hace mucho que las familias reclamaban este servicio. «La idea era crear un dispositivo más conceptual que físico», indica Palma, que recuerda el camino sin salida con el que se encontraban siempre que buscaban ayuda para sus seres queridos: cuando recurrían a salud mental y decían que consumían alguna sustancia, les derivaban a centros de atención a la drogodependencia; y si acudían a uno de éstos, al tener un trastorno mental tampoco consideraban que ése fuera su recurso.

Con capacidad para ocho usuarios. Que acuden de forma voluntaria. Talleres en horario de tarde. Y tres profesionales. Así nació la unidad, en la que de la misma manera que no se hacen análisis de tóxicos tampoco se juzga ni se habla de fracaso.

En un primer momento, el tiempo de terapia se estableció en tres meses, aunque ese periodo ya se ha flexibilizado para adaptarse a las necesidades de los usuarios de la unidad, que en estos momentos son 16: once pacientes en hospital de día, tanto en seguimiento parcial como completo y cinco en ambulatorio.

La mayoría de las veces hace falta más tiempo. En ocasiones cuesta fidelizarlos o que adopten la rutina de acudir, si no todos los días casi todos, a los talleres. Y a veces el seguimiento también se alarga. Aunque ya no acudan a las terapias siguen teniendo visitas con los profesionales de forma regular. De hecho, hay algunos usuarios que llevan casi desde el principio en la unidad.

Covid y terapias reducidas

Además, el coronavirus complicó la asistencia a estas personas. «Se bloqueó todo. El jueves antes de que se decretara el estado de alarma les llamamos para informarles de que se anulaban los grupos», indica Palma, que destaca que se mantuvieron las consultas de urgencia y la atención telefónica hasta que se pudieron retomar las terapias, aunque con grupos más reducidos, de no más de cuatro o cinco personas.

Con mascarilla y manteniendo las distancias de seguridad. Para evitar despistes con el aforo de cada taller en las salas se ha dejado el número de sillas que se pueden usar. Todas las demás han desaparecido.

Javier Moreno se encarga de las medicaciones. Y de las pruebas diagnósticas. Antes de hacerlo en la unidad ya trabajaba en Psiquatría. «Esto es otro mundo», afirma. Águeda Represa se ocupa de los talleres (de lectura y escritura, de mindfulness, psicomotricidad, estimulación cognitiva...) y también de acompañarles a la hora de adoptar habilidades sociales o de buscar un empleo.

«A veces, cuando existen estos trastornos, se achaca todo a la salud mental», matiza el psiquiatra, que explica que cada persona recibe un tratamiento específico, tanto de medicación como de psicoterapia. A los tres les gustaría poder incorporar al equipo a un psicólogo. Es una petición que comparten las familias de los usuarios, que consideran que sin este profesional la unidad no está completa.

«Está coja», opina la madre de una de las personas que en estos momentos recibe atención en la Unidad de Patología Dual, que durante su primer año de funcionamiento atendió a unos 80 pacientes de las Pitiüses, según detalló el Área de Salud el pasado mes de junio. No todos esos usuarios recibieron tratamiento. Los profesionales de la unidad trataron a 29 personas, 13 de las cuales seguían aún en proceso el pasado mes de junio, y vieron a otra decena de usuarios en consultas individuales.

Además, en los desplazamientos a Formentera vieron a otros 39 usuarios, detalló el Área de Salud de Ibiza y Formentera. El 60% de las personas atendidas en la Unidad de Patología Dual han sido hombres, detallan los profesionales que la atienden.

Cuando llegan a la unidad, la mayoría de los usuarios ya han intentado dejar el abuso de sustancias en más de una ocasión, explican los profesionales. No pocos llegan después de un ingreso hospitalario. Cuando reciben el alta. Otros llegan desde esos otros recursos asistenciales en los que por su situación no acababan de encajar.

Y todos, -«todos», insiste el psiquiatra- acuden de forma voluntaria. «No les podemos obligar a venir», reitera el psiquiatra. Aunque acuden de forma voluntaria, es cierto que más de uno aterriza en la unidad por sus familiares. Sin muchas ganas. Ahí empieza el trabajo de los profesionales de Patología Dual para conseguir que encuentren una «motivación personal» para seguir adelante con el tratamiento y el proceso.

Hallarla no es fácil. Y requiere tiempo. Éste es, precisamente, uno de los motivos que ha obligado a Palma, Represa y Moreno a alargar esos tres meses que se planteaban de plazo para los usuarios de la unidad. «Deben convencerse de que es posible», afirma el psiquiatra.

«A veces esos tres meses pasan sólo creando el vínculo y mentalizándose», apunta la terapeuta ocupacional. No es extraño que algunos usuarios acudan sin estar muy seguros, faltando a los talleres, para luego implicarse en el proceso y avanzar. A algunos de los usuarios les cuesta especialmente «validar ese cambio», pero en la unidad han dado ya varias altas, apunta Represa.

Personas, sin embargo, a las que siguen viendo de forma regular (más o menos una vez al mes) para controlar que todo va como debería. «Se calcula que para un cambio de hábitos hacen falta dos años y la unidad no lleva dos años en marcha», recuerda Palma, que destaca que todos los cambios «cuestan» y son difíciles para cualquier persona. Tenga o no un diagnóstico de salud mental. «El cambio es un proceso largo y hay que acompañar», añade.

Ni recaídas ni fracasos

Los profesionales huyen del concepto recaída. También del de fracaso. Y diferencian entre un trastorno por uso de sustancias y un consumo puntual. No sólo no lo juzgan sino que intentan aprovecharlo en el proceso: «Si fumas dos paquetes de tabaco al día, pasas tres meses sin fumar y un día te fumas dos cigarrillos lo que se trata es de ver que has podido estar tres meses sin fumar. Hay que ver esa parte positiva».

«Valido eso para sentirme empoderado», comenta la terapeuta. La vergüenza y la culpa son sentimientos muy frecuentes, reconocen los profesionales. «Todos hemos sentido vergüenza alguna vez, sabemos qué se siente. Y también sabemos que nadie ha dejado de hacer algo por vergüenza o porque se le recrimine», continúa el psiquiatra.

«Ni echamos la bronca ni recriminamos», abunda el enfermero. Esto mismo, indican, intentan inculcarles a los familiares más cercanos de sus usuarios, a los que imparten también un taller. Los profesionales son conscientes del «esfuerzo» que hacen los familiares. «Nosotros somos algo externo, no tenemos su vinculación emocional ni su carga, que hace que en ocasiones acaben perdiendo el foco», reflexiona el especialista.

El taller para familiares se ha mantenido. Pero no ha sido así con todos. De hecho, la terapeuta ocupacional confiesa que en ocasiones tiene que hacer «ingeniería» con los horarios para dejar los talleres que menos les gustan a los usuarios en medio de dos que les encantan para conseguir que se queden.

Uno de los que menos éxito ha tenido desde el primer momento ha sido el de lectura y escritura. «Fallan mucho, no les gusta», comenta. Y otro que tampoco tiene mucho éxito es el de psicomotrocidad. Represa lo considera «muy importante», ya que les ayuda a ser conscientes de la conexión con su cuerpo. Y también a relacionarse con los demás. Así que este taller ya puede no gustarle a los usuarios, que se mantiene como que Águeda se llama Águeda.

El de entrenamiento metacognitivo, para reflexionar sobre cómo funciona la mente, es, por contra, uno de los que más les gusta a los usuarios. «Son juegos, es más animado», indica Álvaro Palma, que, a pesar de las dificultades, es contundente: «El cambio es posible».

El confinamiento, una olla a presión para los usuarios de la unidad de Patología Dual

El confinamiento, una olla a presión para los usuarios de la unidad de Patología DualEl confinamiento derivado del estado de alarma fue un auténtico «shock» para los usuarios de la Unidad de Patología Dual del Área de Salud de Ibiza y Formentera, explica Álvaro Palma, psiquiatra de este recurso del Hospital Can Misses.

«Fue una situación extraña. Al principio lo llevaron muy bien, pero así como fueron pasando las semanas...», recuerda el especialista, sentado frente a la mesa de la consulta de la primera planta del Hospital Can Misses, donde se encuentra el Hospital de Día Psiquiátrico.

«Cuando llegó la desescalada fue como una olla a presión», apunta Águeda Represa, la terapeuta ocupacional de la unidad. Los profesionales de Patología Dual detallan que sus usuarios sufrieron ansiedad, estrés y tristeza. Nada muy diferente, en realidad, de por lo que pasó buena parte de la población en esos momentos.

Durante los primeros días del encierro obligatorio sí vieron que algunos de sus usuarios sufrían síndrome de abstinencia. Por lo que suponía para ellos no poder salir.

Así como fue avanzando el confinamiento pasaron por diferentes emociones y al llegar la desescalada se enfrentaron a la ansiedad y, sobre todo, a la incertidumbre, explica la terapeuta ocupacional antes de salir de la amplia consulta en la que atienden a los usuarios, donde tienen colgados varios dibujos y hasta una tabla periódica de las emociones, en la que más de medio centenar de ellas aparecen englobadas en siete sentimientos: amor, alegría, sorpresa, ira, tristeza, miedo y asco. Cada uno con su respectivo color.