Mitigar la soledad de los internos, que tengan contacto con el mundo exterior y que vivan con la ilusión de poder conocer, algún día, a sus pequeños padrinos. Es el objetivo de 'Apadrina un abuelo' el proyecto que está poniendo en marcha Yasmina Delgado Solera, educadora social de Sa Residència.

«He estado un año y medio de excedencia y la residencia que me he encontrado al reincorporarme es muy diferente a la que dejé», explica Yasmina, que recuerda cómo, entonces, organizaba salidas de los internos del centro, excursiones y un sinfín de actividades. «Ahora muchos están en sus habitaciones, no pueden recibir visitas y están en contacto con sus allegados a través de las videollamadas», explica la educadora social.

Una de las actividades de la residencia prepandémica con las que más disfrutaban los internos en el centro eran las visitas de los niños y adolescentes de colegios cercanos. «Se establecían unos vínculos muy bonitos entre los abuelos y los pequeños, pero ahora, tal como estamos, es imposible hacerlo», lamenta. Así, tras darle un par de vueltas a la situación, decidió buscar la forma de que los residentes en el centro pudieran seguir manteniendo ese estimulante contacto con los niños y adolescentes de la isla.

Así nació 'Apadrina un abuelo', un proyecto que propuso a los dos centros educativos con los que habitualmente colaboraban: el colegio S'Olivera, en Puig d'en Valls, y Sa Real, en Vila. El primero ya ha dicho que sí. Del segundo aún están esperando respuesta. La idea, explica la educadora social de Sa Residència, es que los escolares escriban cartas a los mayores que están internos en el centro.

Cartas a mano

«En realidad, lo que me gustaría es que escribieran las cartas, las metieran en un sobre, pegaran los sellos y las enviaran porque seguro que hay muchos niños que no han enviado nunca una carta por el método tradicional», explica Yasmina quien, sin embargo, ha tenido que descartar esta idea. Por motivos de seguridad. Para evitar al máximo el riesgo de contagio intentan que los mayores toquen lo menos posible objetos del exterior, indica.

Con estas limitaciones, lo que propone a los centros es que los niños escriban las cartas en papel y luego las escaneen y se las envíen, de manera que se las puedan enseñar a los internos a los que estén destinadas en un formato tradicional. «También les pueden enviar dibujos o, incluso, vídeos de Tik-Tok», anima Yasmina. En las cartas los escolares pueden explicarles lo que quieran, desde anécdotas de su día a día a sus preocupaciones.

No todos los abuelos de la residencia participan en el programa. Sólo aquellos cuyo estado más o menos garantice que puedan establecer cierto vínculo con el pequeño con el que formen pareja. Y es que no sólo escribirán los niños y adolescentes. También lo harán los mayores. Además, la idea es formar parejas, asignar un abuelo a cada pequeño, que se convertirán en amigos por correspondencia y, con suerte y tiempo, establecerán un vínculo.

La intención de la educadora social de Sa Residència es que durante la primera quincena de este mes los alumnos puedan enviar su primera carta a los mayores. Y que éstos se la contesten, a su vez, durante la segunda mitad del mes. «Ésta sería la dinámica, una carta al mes», señala Yasmina, que aún no ha comunicado a los internos la puesta en marcha de este programa. «Para muchos será una sorpresa», continúa.

Sorpresa

En total, esta profesional calcula que podrán sumarse al proyecto alrededor de cuarenta de los mayores que residen en las instalaciones, «unos 38». «A ver cómo reaccionan cuando se enteren», se pregunta Yasmina antes de detallar que no a todos los residentes les gustan las cosas inesperadas.

La educadora recuerda que en años anteriores, los mayores contaban a los niños sus recuerdos de infancia o sus vivencias durante la guerra, lo que servía a los pequeños para ver que la vida no ha sido siempre como la conocen.

Yasmina destaca que esta relación entre mayores internos en la residencia y escolares es especialmente enriquecedora para aquellos pequeños que no tienen relación con sus propios abuelos. Bien porque no los tienen o porque éstos se encuentran lejos.

«Es un vínculo muy importante para un niño», insiste la educadora social, que no puede evitar emocionarse al recordar el cariño que, con las visitas, llegaron a tenerse internos y alumnos. De hecho, uno de los objetivos es que las parejas de correspondencia puedan conocerse en persona en algún momento, si la pandemia lo permite. «Espero que sea posible», comenta la educadora social.

En esta edición a distancia confía en que las cartas, vídeos, dibujos y fotos que reciban les sirvan a los mayores como mensajes de ánimo en este momento en el que tienen tan complicado no sólo las visitas de sus seres queridos sino el contacto físico.

Con lo que esto supone. «Yo soy muy de besarles y achucharles y ahora me encuentro con que no puedo», lamenta Yasmina, que reconoce que más de uno de los internos le ha confesado cómo echa de menos esas muestras de cariño. «Alguna caricia, al final, te sale, porque ves que la necesitan», concluye.