No hace falta más que darse una vuelta por la Marina en Vila para comprobar que la cosa no va bien. En las terrazas, habitualmente repletas de gente, los pocos clientes que quedan -los de toda la vida- comentan con dueños y empleados de los bares las últimas noticias. Más restricciones. A partir de mañana todo el municipio de Ibiza se verá afectado por las nuevas medidas restrictivas decretadas por el Govern para frenar el avance del Covid-19 en Vila. Entre ellas, el cierre de comercios y locales se adelanta a las 22 horas y el aforo se reduce a un 25 por ciento en restaurantes y bares con espacios interiores -así como en lugares de culto o gimnasios-, y a un máximo de cinco personas por mesa. Un panorama desalentador para los ya de por sí asfixiados empresarios del municipio y, en particular, de la turística zona de la Marina. (Ver galería de imágenes)

«Somos un barrio que vive del turismo. Ahora no hay turistas, por lo que sobrevivimos con la poquita gente de la isla que viene, con el cliente fijo que sigue viniendo», explica Ricardo Casili, propietario de Can Gourmet. A las 5 de la tarde, las terrazas de la zona lucen vacías. «Como durante todo el día», comenta Casili, que explica que la gente empieza a llegar a partir de las 22 horas. «Hasta las 10 de la noche aquí no aparece ni Dios», remarca el empresario italiano, que tras siete años con su negocio asegura conocer el horario de cena de los españoles: «Y no es a las ocho de la tarde».

Durante el día en esta zona hay muy poco trabajo. «La caja diaria que hacemos es de 22 a 24 horas. Esas dos horas nos permite sobrevivir para pagar los gastos del local y de personal», lamenta el portavoz de varios locales del barrio, que comparten su preocupación y el miedo de cara a las próximas semanas. «Mañana por la mañana [por hoy] voy a ir al Ayuntamiento a primera hora y no me voy a ir de ahí hasta que me atiendan», exclama indignado. En su opinión, no se puede obligar a los pequeños negocios que sobreviven con los escasos clientes que hay a cerrar a las 22 horas, si no se les ofrece una ayuda económica como compensación.

A sólo tres clientes había servido este negocio de la Marina especializado en bocadillos durante la jornada de ayer y, a pesar de que el propietario se planteaba la opción de permanecer abierto todo el año para equilibrar un poco la balanza y ganar algo de dinero durante el invierno, si la cosa continua así, no lo ve muy claro. «Nos pusimos de acuerdo algunos de los poquitos bares de la zona que seguimos abiertos -«de la Marina a Dalt Vila creo que seremos unos diez negocios como máximo»-, para abrir este invierno y darle un poco de alma a la zona, pero no sabemos qué haremos», confiesa.

Asegura estar decepcionado con la Administración, que aplica unas medidas distintas en los diferentes municipios de la isla. «Mientras en Santa Eulària les dan licencias para que haya música en las calles frente a los restaurantes y las familias y la gente se amontona en los locales hasta las 12 o una de la madrugada, en Ibiza, donde no hay casi nadie, tenemos que cerrar a las 22 horas. Nos están matando», reclama.

La hora de la cena

Erico Larossa, propietario de un bar de Vila, es de la misma opinión, aunque su local, ubicado en Vara de Rey, ha sufrido menos la pérdida de clientela durante la corta temporada y afirma no poder comparar con veranos anteriores ya que abrió las puertas de su negocio cuando se terminó el estado de alarma. «La inauguración estaba prevista para el 16 de marzo, pero claro, no pudo ser», comenta Larossa, que asegura estar «feliz» con el resultado de la temporada, «tal y como están las cosas», y lamenta que estas nuevas restricciones les vayan a afectar «a todos», pues cerrando a las 22 horas se pierde un turno de cena. «Si la gente se adapta y sale a cenar antes bien, pero si están trabajando y no pueden salir antes, no irán a cenar», lamenta el empresario.

El bar Sport, en el puerto de Ibiza, también ha vivido tiempos mejores. Su encargada, Neus Marí, explica que este año han fallado casi todos los clientes. «Ha fallado mucho el cliente de aquí y también los turistas asiduos a la isla que empezaban a venir en marzo», lamenta. En su bar, actualmente, sirven en torno a unas 30 o 40 comidas al día, algo de lo que no se puede quejar, aunque las cenas han bajado bastante. «Tenemos alrededor de 15 o 20 cenas, pero un sábado tuvimos dos mesas. Ahora todo lo que se pueda trabajar será bien recibido. Puedes vender un par de cocacolas de vez en cuando, alguna cena, lo que sea», continúa.

Muchos de los negocios del puerto han decidido dar la temporada por terminada y han cerrado sus locales, pero otros continúan abiertos al público aunque solo durante el mediodía. «Nos va a afectar a todos el tener que cerrar antes, pero es verdad que ya a esa hora [ a las 22 horas ] no hay mucha gente por aquí. Muchos restaurantes ya ni abren. La gente no viene, ni sale, tienen miedo y cada día salen nuevas normas y medidas... es normal que se queden en casa», lamenta.

Mar y Sol es uno de los locales que ha decidido cerrar a las 8 de la tarde desde hace unos días. «Hemos dado por terminada la temporada», asegura Sandra, la encargada. Con las mesas separadas según las medidas establecidas, el aforo reducido en el interior y las pocas personas que transitan por las calles del centro de Vila, el mes de septiembre que han vivido no ha tenido nada que ver con el de otros años. «Durante el verano hemos estado con menos trabajadores de la plantilla porque no se podía contratar a más gente. Ahora intentaremos aguantar y estar abiertos hasta enero, pero no lo veo muy seguro», concluye.