El Passeig de ses Fonts se encuentra fuera de la zona que ha quedado confinada en Sant Antonipara tratar de reducir los contagios por Covid-19, pero no se percibe un mayor movimiento que en la zona afectada. En el primer tramo del paseo, se encuentran cinco personas sentadas a la sombra y otra docena en las terrazas de los dos bares abiertos y muchas puertas bajadas..

En la calle Ample, históricamente una de las arterias comerciales de la localidad, se respira aún mayor tranquilidad. Esta vía y la calle Ramón y Cajal, con la que conecta al norte, delimitan por el este el perímetro con restricción de movimientos hasta la calle Johann Sebastian Bach, donde termina el núcleo urbano.

En la parte de poniente, el espacio confinado queda marcado por la avenida Isidor Macabich, antes de los descampados de ses Variades. Al sur, todo el pueblo está afectado hasta llegar al paseo marítimo.

Plaza de la iglesia

La iglesia de Sant Antoni queda junto a uno de estos límites, en la calle Ample. María José y una amiga llegan desde la zona confinada para prender unas velas antes de ir a la carnicería y regresar a casa. Desconocían que las vías que marcan el perímetro no forman parte de su área restringida.

«No me ha afectado mucho, porque yo salgo poco, pero es una chorrada que una parte esté confinada y la calle de al lado no», subraya. «Me parecería muy bien que nos hicieran la prueba a todos, porque ahora hay gente que tiene el virus y pasea como si nada», advierte.

Las dos terrazas frente a la iglesia están cerradas por la mañana y tampoco hay nadie sentado en las mesas exteriores del bar Es Clot a las doce menos cuarto, aunque sí que hay clientela dentro. La entrada se encuentra en la calle Ample, zona exenta de las nuevas medidas decretadas por el Govern, pero el bar hace esquina con Antoni Riquer, en la parte restringida.

«Hemos notado un bajón importante, porque la mayoría de nuestros clientes son de la parte confinada», explica Andrea. Calcula que, en la primera semana de limitaciones al movimiento, la caja ha caído hasta un 75%. Al tratarse de un negocio familiar, sin personal contratado, se mantienen «haciendo las horas que haga falta».

Invierno anticipado

La calle Antoni Riquer está desierta. Imma, sola en el interior de la Juguetería Casa Torres, recuerda que el sector comercial del pueblo tampoco pasaba muy buenos momentos en los últimos años al acabar la temporada. «Sant Antoni ya no tenía mucha vida, pero es que ahora lo han acabado de matar», sentencia. «En estos momentos parece un pueblo fantasma, como queda en invierno hasta febrero, que son meses supertristes», compara.Reivindicación

En el centro del pueblo, muchos negocios lucen un cartel con el lema 'SOS petit comerç de Sant Antoni, urgent!'. «No es una protesta, es un recordatorio de que estamos colgados, sin ayudas, y que se debería hacer alguna cosa para que no lleguemos a cerrar puertas, porque debemos seguir pagando el alquiler y los gastos», explica Manuel en la entrada de la Boutique Carioca, en la calle Sant Mateu.

Está charlando con su vecino Ramón, de Ibiza Smiles, en cuyo escaparate también destaca el mismo cartel reivindicativo. «Ahora mismo, no es que hayan bajado los clientes, es que no hay ninguno. Es como si estuviéramos bajo una higuera sin higos esperando a que cayera alguno», lamenta.

Trabajadores al ERTE

En la calle Cervantes, tampoco aparece ningún cliente en la tienda de ropa y artículos para bebé Minerva. «Esta semana no necesito hacer caja cuando termino la jornada», se resigna Teresa. «Seguimos abriendo porque algún bebé va naciendo y tendremos que cumplir, pero, como mucho, entran tres personas al día», añade.

En la tienda, ahora también trabaja Adriana, pero a la otra empleada ha tenido que mandarla al ERTE con el nuevo confinamiento.

En el caso del Hostal Marí, en la calle Progrés, son cinco los trabajadores que han pasado a ERTE esta semana, el personal de cocina y camareros que atienden el restaurante.

«Al tener que cerrar a las diez de la noche, no podemos ofrecer servicio de cena, así que ahora solo tenemos la cafetería para desayunos hasta el mediodía». «Nos quedamos la familia y abrimos con lo mínimo para mantener un poco el servicio y que no se vea cerrado», detalla Toni. El hostal seguirá abierto, como cada año, hasta el 20 de diciembre, cuando cierran por dos meses. Pero no hay ningún turista en estos momentos.

Cancelación de reservas

«Hace dos semanas, cuando ya hablaron de cerrar Vila y Sant Antoni, y salió en las teles nacionales, ya empezaron a caer reservas». «Al final, no nos confinaron esa vez, pero el daño ya estaba hecho», recuerda Toni. La semana pasada, al anunciarse el decreto que restringía esta zona de Sant Antoni, «ya se anularon las pocas reservas que quedaban».

En el local de comidas para llevar Es Pollastre, en el Mercat des Clot Marès, solo hay un cliente a las doce y media. «A esta hora ya tendríamos bastante cola un sábado normal», admite Yolanda. «Solemos hacer unos 65 pollos al ast, pero hoy será la mitad o menos», detalla. Yolanda calcula que esta semana se ha reducido en un 70% la facturación.

Un año sin trabajo

El único cliente de Es Pollastre a esa hora es Javi, que no ha visto alterado su ritmo de vida por este confinamiento porque tampoco ha podido trabajar este verano. Es conductor de taxi estacional y este año no se ha dado ninguna de estas licencias ante las escasas expectativas de la temporada.

«Ahora llevo un año sin trabajar, con la ayuda para mayores de 52 años de 430 euros que también cobra mi mujer», precisa. «Como no tenemos que pagar por la casa ni hijos a los que abonar la universidad, podemos tirar intentando no gastar mucho», explica este cliente.

A pocos metros, en la misma calle Bartomeu Vicent Ramon, destaca un grupo de gente, el primero que se observa en todo el recorrido. Se trata de una administración de lotería, donde se concentra una decena de personas en la cola. Al lado está el restaurante Gran China, con un cartel que informa de su cierre por las medidas del confinamiento y hasta que este finalice.

Enfrente, el bar Palco Illusion muestra otro mensaje en una pizarra. «Debido a la inutilidad y estupidez de nuestro gobierno autonómico cerramos a las 22.00, resistiremos y ánimo».

El propietario, José Vingut, lamenta que factura un 30% menos ahora. «Por suerte, me apaño yo solo, porque si tuviera que pagar alquiler y trabajador, estaría obligado a cerrar», asegura.

En la avenida Isidor Macabich, libre de las restricciones, las terrazas frente al Mercat Pagès se encuentran llenas a la una menos diez. En el puesto de frutas y verduras Can Soldat, la dependienta, Adriana, no ha percibido ningún cambio esta semana. «En esta época hay un bajón de la gente española con segunda residencia que se va, pero los clientes habituales han seguido viniendo a comprar», destaca.