En la precampaña electoral de 1995 se inauguró la balsa de riego de sa Rota para reutilizar el agua de la depuradora de Santa Eulària. Pero lo que debía marcar un punto de inflexión en la política de aguas de la isla se convirtió en un fracaso a causa del exceso de cloruros.

Durante cuatro años, ocho payeses utilizaron la balsa para regar sus cultivos, pero el aumento de la salinidad, que mataba los cultivos, les obligó a dejar de usarla. El primer gobierno autónomo de izquierdas (1999-2003) trató de recuperar esta infraestructura, con la instalación de una desaladora portátil junto a la depuradora, pero sólo duró un verano porque las partículas que contenía el agua obstaculizaban las membranas de la potabilizadora.