La agonía del barrio de la Marina se puede medir en cifras: en sus calles se alquilan, venden o traspasan actualmente 46 locales comerciales y de restauración. Además hay docenas que siguen, como si estuviéramos en marzo (de un año sin pandemia), con reformas, o que, como se puede deducir al ver sus escaparates, este año no abrirán. (Ver galería de imágenes)

De ese total, 27 se alquilan, nueve están en venta, cuatro se alquilan o se venden, y seis se traspasan. La mayoría de los carteles de 'Se vende' o 'Se alquila' están colgados a lo largo de la calles de la Mare de Déu (8), d'Enmig (7) y sa Creu (5). En total, hay 21 vías públicas de esa barriada en las que hay comercios, restaurantes o bares, incluso heladerías, que han cesado su actividad y que se rifan al mejor postor. El problema es que hay pocos interesados.

Las más castigadas

Las más castigadas

Hay al menos dos locales en esa situación en cada una de las calles Josep Verdera, Manuel Sorà, Cipriano Garijo, sa Xeringa y Guillem de Montgrí y en la plaza de sa Riba. Y hay uno tanto en el carreró de la Trinitat como en cada una de las calles del Mar, de los Andenes, Rimbau, sa Drassana, Sant Elm, Lluís Tur i Palau, Aníbal, Castelar, Plácido Pereyra y en la plaza de la Constitución. En Dalt Vila, muy cerca, también se alquila otro negocio en Santa Creu y dos en sa Carrossa.

Las calles más alejadas de las arterias principales y abiertas al tráfico son las más castigadas como la de la Mare de Déu y d'Enmig, que en algunos tramos acumulan hasta tres o cuatro locales en alquiler o venta contiguos o a ambos lados de la vía pública, uno enfrente del otro. Caminar estos días por esa zona es como hacerlo en febrero. Hay que pellizcarse para recordar que pese a esa desolación, a ese escenario fantasmagórico, a tantos comercios inactivos y a que la presencia humana es anecdótica, es el tercer día de la temporada alta.

Una veintena de alquileres y traspasos se acumulan entre las calles de las Farmacias y los Andenes; otra veintena entre la calle de la Mare de Déu y el puerto. Seis de los negocios que se traspasan o alquilan en una fecha tan estival como la de hoy son de restauración. El resto, locales comerciales. También es insólita la cantidad de viviendas que, en esta época, están sin habitar, si bien tiene lógica: muchos trabajadores de temporada se han quedado en la Península o están regresando a ella, lo que supone un flujo migratorio inverso, algo insólito en la historia reciente de Ibiza.

«Cuesta alquilar»

«Cuesta alquilar»

Uno de los propietarios de dos locales en alquiler, uno ubicado en la calle Manuel Sorà y otro en la calle del Mar, admitía ayer a este periódico que «ahora cuesta alquilar». Y eso que sus precios son, tanto por la situación como por el estado de los inmuebles, unos chollos para lo que hay en Ibiza. Uno de ellos se lo alquiló a una inquilina alemana durante una década: «Pero el pasado año tuvo un hijo, por lo que tuvo que contratar a una dependienta, que trabajaba por la mañana, mientras ella lo hacía por la tarde. Y así ya no le rentaba tener ese negocio, entre otras razones porque la clientela del barrio ha bajado bastante durante los últimos años, entre las obras y los all inclusive de los hoteles». Porque, según cuenta este propietario, que ha vivido allí durante casi medio siglo, antaño los turistas «bajaban de noche al puerto a tomarse algo y ver los pasacalles. Eso se perdió. Ya no viene nadie. Han matado la esencia del puerto. De ahí que a los locales les cueste ahora mucho más ser rentables».

Así que una vez estalló la pandemia, la alemana se dio cuenta de que era el momento de plegar velas: «Cogió un camión, vino aquí en invierno y se llevó todo lo que tenía dentro del local. Para facilitarle las cosas, le dije que si era necesario no pagara el alquiler hasta que pudiera reabrir, pero prefirió volver a Alemania», cuenta el propietario. «Y no es -apunta- por lo que cobramos, pues sólo pedimos 1.300 euros al mes en doce cuotas». Ahora quiere subirlo a 1.500 euros. Tiene 65 metros cuadrados y está «totalmente reformado». ¿Por qué tan barato? «Porque lo que queremos es cobrar. Puedo pedir 3.000 euros, pero para no cobrarlos...».

Los que abren «por pelotas»

Los que abren «por pelotas»

El otro local que alquila en la Marina lo regentó durante casi dos décadas un hombre. «Una señora estuvo allí luego 12 años, hasta que se jubiló y quedó vacío. Pero con la pandemia es difícil alquilarlo ahora». Por él pide 2.200 euros.

Cree que muchos negocios de la Marina abrirán esta temporada porque no tienen más remedio: «Muchos empresarios tienen que pagar el año por adelantado, hasta noviembre. Están prisioneros de ese pago. Deben abrir por pelotas. Y a 3.000 euros el mes por el local».

De ahí que muchos ya se hayan puesto en contacto con él para alquilarle alguno de sus dos locales para el año que viene: «Ven que esta temporada no podrán sacar suficiente dinero para pagar por adelantado el alquiler del año que viene. Es gente que tiene su clientela desde hace 10 años y no quiere perderla. Y de pagar 3.000 a 1.500 hay una notable diferencia».