Cuesta dar con dos opiniones seguidas sobre las restricciones al West End este verano que sean coincidentes. Todos los vecinos califican como anecdótica la actividad en estos momentos y comparten su total incertidumbre ante el número de turistas que llegarán próximamente, pero la división es clara ante la prohibición de trabajar en el interior de los locales de ocio de esa zona. (Mira aquí las imágenes)

Poco antes de las calles afectadas, apenas se encuentran cuatro terrazas abiertas en el Passeig de ses Fonts y un grupo de personas poniendo a punto la Cafetería Bellver. Su responsable, Ela Prats, aún no tiene claro si abren puertas este sábado o el domingo ni las consecuencias de una temporada sin West End. «Por un lado, no vendrá un tipo de turismo que no queremos en el pueblo y contra el que ya se estaban tomando medidas», apunta, «pero, por el otro, también conviene que, este año, haya cuantos más sitios abiertos, mejor, sobre todo si no hay discotecas».

En la calle Bisbe Cardona, perpendicular al paseo, se encuentra la tienda de alquiler de vehículos eléctricos Green Mobility, que empezó su séptima temporada el pasado 3 de junio. «Estamos facturando ocho o 12 euros al día», confiesa su responsable, Pedro Verdú. No oculta que él jamás iría al West End: «Hay demasiado libertinaje».

«Pero sin ellos, tampoco sé de qué vamos a comer mucha gente, habría que encontrar un punto medio», subraya. Pedro aguanta «porque es un negocio familiar, sin empleados», pero está ampliando la oferta para buscar rentabilidad. Ha añadido el alquiler de pádel surf y en breve se convertirá en tienda oficial de Cecotec.

De vuelta al paseo, el único comercio que se encuentra abierto es la perfumería Excelsior. Su dependienta, Mar Plaza, no muestra preocupación si no llega este año la clientela de la zona de ocio nocturno. «Ellos no vienen aquí a comprar, vienen a emborracharse y a colocarse», subraya. Como vecina del pueblo, cree que « el West End se les ha ido de las manos en los últimos años, hay demasiado desfase, trapicheo y robos».

Uno de los locales tiene la puerta entreabierta y se prepara para su inminente inauguración. «Se va a llamar Promenade, será un restaurante, como antes, con oferta de tapas y desayunos», explica Ana Prats. Hasta el año pasado, aquí se encontraba el Leonard, «pero la arrendataria tuvo que dejarlo».

Ana no se siente amedrentada por abrir el Promenade en una temporada atípica. «Si no viene gente este verano, el 2021 ya será un año bueno y, con no tener pérdidas ahora, ya nos está bien». Tampoco sabe si al nuevo restaurante le costará más arrancar por los efectos de un West End desolado, pero considera que «no es justo que solo se les impida abrir a ellos». «¿Turismo de excesos? ¿Acaso no se pueden formar aglomeraciones también en el paseo de ses Variades o en los beach clubs?».

En la siguiente perpendicular, la calle Sant Mateu,ya se observan varios comercios con expositores en el exterior, como la tienda de ropa Ibizaclubstyle, que abrió Emmanuel Freitas hace diez años. «Como comerciante, el West no me afecta nada, tiene un público que solo va a beber y a drogarse, llenando el pueblo de ruido y de porquería».

Emmanuelle explica que él ha crecido en este barrio y que ha sufrido una degeneración en los últimos años difícil de imaginar para el que hace tiempo que no viene de fiesta. «En 2005, el West era Disneylandia comparado con lo que hay ahora». «Desde que lo peatonalizaron, se ha convertido en un gueto, porque antes había dos patrullas toda la noche con los coches, mientras que ahora solo hacen rondas», critica.

La calle principal

La calle Santa Agnès es el eje del West End. Apenas se ve gente cuando sale de un portal José Lucas, el responsable de la Cantina Portmany, uno de los pocos negocios del Passeig de ses Fonts que abre todo el año. «No conozco a nadie que tenga la intención de abrir, porque aunque puedan trabajar en las terrazas, hay que estudiar muy bien si funcionará como para sacar a los trabajadores del ERTE». «Los ánimos están muy caldeados y no tiene sentido que aquí no puedas trabajar y en otras zona de ocio sí», incide.

Un viandante apresurado saluda a José Lucas. Es Sebastián Capó, el propietario del bar escocés Highlander, unos metros más arriba. Explica que él tiene la posibilidad de trabajar como restaurante, ya que también cuenta con esta licencia, pero, como en toda la zona, no podrá llevar a cabo la actividad de café concierto por el que es conocido, «con dj, conciertos y fiesta».

«En verano tenemos 15 empleados, pero aún desconozco si podré tener alguno, porque no sé si valdrá la pena abrir ni si habrá la clientela que viene cada año si no hay discotecas». «No es justo que aquí no podamos trabajar y en el resto de la isla sí», concluye.

El único bar

En la calle Santa Agnès solo está abierto Cas Padrí, ya que tiene licencia de bar cafetería y no le afecta la restricción que pesa sobre los locales de ocio. Lo regenta la familia de Paco y José Miguel Muñoz desde el 87. «Nos podemos mantener ahora mismo por amigos y vecinos, pero van a degüello contra el West». «Ahora dicen que podremos abrir las terrazas hasta las dos de la madrugada, pero no será hasta finales de julio», lamentan

En la cercana calle General Prim se encuentra el portal donde vive Maria Prats. Ella se muestra favorable a la decisión del Govern. «He estado sufriendo muchos años el desmadre de estas calles, que parecía que vivíamos dentro de una discoteca», sentencia.