Las cifras del Consell de Ibiza, registradas hasta el pasado 11 de mayo, indican que el número de pasajeros de los autobuses ha caído un 88,62% respecto al movimiento previo al estado de alarma. Tras la entrada en vigor de la fase 1 del desconfinamiento, la oferta de transporte público en la isla se encuentra un 47'64% respecto al servicio previo a la crisis, aunque supone un aumento respecto a la etapa previa del confinamiento, cuando se limitaba al 40%.

La imagen que ofrece la estación de autobuses del Cetis por la mañana, después de la hora punta, da buena fe de este desplome. En el exterior del edificio se encuentran los andenes de las lineas más frecuentadas, pero en la calle Sant Cristòfol solo se observan tres personas junto a la marquesina de Santa Eulària. Pero no son pasajeros, sino que guardan cola para entrar en una de las dependencias de los juzgados.

Solo hay una joven, resguardada a la sombra en uno de los pasillos de la estación, Marlene Mereles, que espera para ir a su trabajo en Sant Jordi. «El bus de Sant Antoni de las nueve ha llegado un poco tarde, así que no he podido tomar el del aeropuerto a las nueve y media y ahora debo esperar casi una hora para el siguiente», se resigna.

Ella cada día toma cuatro autobuses y está acostumbrada a invertir tiempo para llegar al trabajo, pero ahora se le complica más. «Sobre todo a la vuelta, porque si pierdo el de las dos, no hay ninguno hasta las cuatro de la tarde».

En la planta inferior de la estación de autobuses, a las diez y cuarto solo se ve a otro pasajero, John Guzmán, que espera al bus de las once a Sant Josep para llegar a su domicilio, en sa Carroca.

No acostumbra a desplazarse en transporte público. «Vivo con mi tío y él tiene coche, pero, como ahora está trabajando, he venido en autobús para unas compras», explica. Para llegar a Vila, eran seis pasajeros, «cada uno bien separado y con la mascarilla, está bueno el servicio». En pocos momentos han bajado otros tres usuarios a los andenes subterráneos, como Isabel Rodríguez, que consulta los horarios de los monitores para confirmar cuándo va a partir a Jesús.

«Llevo dos meses sin salir de casa», confiesa. Tiene la tarjeta gratuita para los jubilados, pero no era usuaria habitual del transporte público. «Le aseguré a mi hija que solo iría en coche, pero ella me ha dicho que el bus está desinfectado y va con poca gente».

Rodríguez explica que la empresa de su familia, a la que ahora va a visitar en Jesús,es la responsable de la desinfección de los autobuses. «Así que voy bien tranquila porque tengo la garantía de que es seguro», indica.

Por el contrario, Rosario Cabrera confiesa que le da más que respeto meterse ahora en un vehículo con más gente, y eso que ella usaba el transporte público cuando debía acudir al hospital de Can Misses, como esta mañana.

Ansiedad tras el confinamiento

Ansiedad tras el confinamiento

Ha venido a primera hora desde ses Païsses y hora espera nerviosa en el exterior del Cetis el bus de Sant Antoni de las diez y media. «Estoy con ansiedad y no he podido pegar ojo en toda la noche solo de pensar que hoy debía ir en el autobús», confiesa. Finalmente, Cabrera sube al vehículo, que llega con un cuarto de hora de retraso y parte con una decena de pasajeros.

Al lado, tres pasajeros aguardan en el andén de Santa Eulària. También se encuentra allí Esteban Guasch, de la Associació de Voluntaris d'Eivissa, que se encarga de las tareas de informador. Además, él cada día usa el transporte público para ir de su casa a Vila. Antes tomaba dos buses, uno de es Canar a Santa Eulària y allí otro a Vila, pero ahora prefiere hacer la primera parte del trayecto a pie.

«Es una de las líneas que se ha suspendido con el coronavirus y podría usar el transporte a demanda, pero igual me toca esperar dos horas y andando tardo una como mucho». «La verdad es que ves bastantes pasajeros que pasan miedo, sobre todo las personas mayores», constata.

El autobús a Santa Eulària se dispone a partir, pero uno de los pasajeros, Unai Lerga, se queda en tierra porque no lleva la mascarilla. «No tenía ni idea de que era obligatoria», admite antes de salir hacia la farmacia más cercana. Además de la desinfección de los vehículos, estos solo pueden llevar como máximo la mitad de su capacidad, así que uno de los dos asientos de cada fila tiene un cartel con una cruz que impide su uso. «El otro día se llenó a primera hora y tuve que esperar a que viniera uno de refuerzo», recuerda Miguel Cortés antes de partir hacia Santa Eulària. «Pero solo fueron diez minutos y prefiero esperarme». El número de usuarios que toman el bus para ir de Vila a Santa Eulària o a Sant Antoni es superior en la parada de la avenida d'Isidor Macabich.

Allí se encuentra José Antonio Sobrino, que informa a Rosa Mari Juan sobre cuáles son los horarios correctos en los carteles colgados en las marquesinas. Este camarero, ahora de baja por accidente laboral, viene cada día desde Sant Antoni para ir a rehabilitación. «Hay mucha gente que usa poco el bus y con los cambios no se aclaran, así que estoy acostumbrado a ayudarles porque ya me los sé de memoria», explica.