Las previsibles reacciones de los comerciantes y los vecinos a la reducción de aparcamientos moviliza rápidamente a la prensa. Un equipo de IB3 graba una de las filas que usaban los coches para aparcar en la calle Aragón, en el sentido derecho de la circulación, que ahora está precintada.

Los periodistas buscan vecinos a los que preguntar, pero se encuentran con que son ellos los que deben explicar qué está pasando. Fina Torres pasea a su yorkshire terrier y pregunta para qué son esas vallas. Se le explica que es una manera de ampliar las aceras para que los peatones tengan más espacio. «¿Y los coches qué?», replica. «Yo leo los periódicos todos los días y no tenía noticia de esto», admite Catalina Salazar. No obstante, se muestra satisfecha al conocer el objetivo. «Me encantaría que hubiera más acera y yo cerraría la circulación por el centro de la ciudad», añade.

Unos pocos metros más adelante, en la esquina con la calle Extremadura, ya a la altura del Mercat Nou, hay dos personas cargando un frigorífico. Uno de ellos es Gustavo Peñalba, el presidente de la Asociación de Electrodomésticos de la Pimeef.

«Hemos estado una hora dando vueltas con la furgoneta, porque [con el precinto] han quitado una de las zonas de carga y descarga y en la otra no podemos aparcar porque hay esos dos coches», señala, resignado, hacia los vehículos. En las cercanías del Mercat Nou también se han creado nuevas aceras en un tramo de la calle Castella y otro en la calle Extremadura, eliminando «un montón de aparcamientos». «Nos enteramos ayer por la tarde porque estaban repartiendo folletos informativos del Ayuntamiento, pero a nosotros no nos habían dicho nada», protesta mientras enseña el grupo de Whatsapp de los comerciantes de la zona en el que muestran su descontento. En la entrada de la tienda de Peñalba, Sonivisión, han colocado uno de los carteles publicitarios del proyecto 'Eivissa Oberta', en el que se destacan los «3.800 metros cuadrados más de aceras para peatones» o los «15.000 metros de espacio público, distancia y seguridad».

No se opone a los proyectos de peatonalización, pero cree que deberían haber contado con ellos para que aportaran propuestas, «sobre todo después de estar dos meses sin ingresar nada y pagando los autónomos e impuestos». En ese momento, se suma a la conversación un repartidor, Constan, que incide en que faltan espacios para carga y descarga, «encima ahora quitan el de allí», apunta.

Constan aprovecha que llega el concejal de Movilidad, Aitor Morrás, con su bicicleta para sugerirle que deberían ampliar los horarios. Morrás se interesa por la reacción de los vecinos. «Lo anunciamos desde la semana pasada y es cierto que no nos hemos reunido con los comerciantes, pero tenemos las puertas abiertas», comenta. «No lo hemos podido planificar durante meses porque nos hemos tenido que amoldar para ganar más espacio para la gente y cumplir con las pautas sanitarias».

También explica que «las nuevas aceras» se van a marcar con jardineras y señales pintadas, como ya se ha hecho en la vecina calle Castella. Allí pasea José Manuel Hernández, que mira con atención la figura del niño entre rayas verticales amarillas que destaca en el suelo. «Lo vi ayer cuando lo pintaban y creía que era un aparcamiento para minusválidos», admite.