Una furgoneta de una empresa de limpieza descargaba a las nueve de la mañana en la calle del Mar de Santa Eulària numerosas cajas de lejía y desinfectante. No llevaba otra cosa en su interior. El empleado cargaba la carretilla hasta arriba con las cajas y se dirigía a varios locales comerciales de la zona. Aunque la expresión clave ayer era «terrazas abiertas», la segunda era «desinfección a mansalva». Y es que el primer día de desconfinamiento en Santa Eulària, como en el resto de la isla, estuvo marcado por la ya consabida psicosis de ultrahigiene que caracteriza las últimas fases (se supone) de la lucha contra el virus. (Ver galería de imágenes)

El pueblo recuperó la vida y la actividad que ha permanecido en estado de hibernación durante casi dos meses, con numerosos viandantes en la vía pública, pero, ni de lejos, el ritmo cotidiano de las calles alcanzaba el propio de un mes de mayo. Sin un solo turista en la isla (literalmente, por increíble que parezca) los residentes no llegan, por sí solos, a colmar la oferta de tanta terraza, tanto bar y tanto comercio. Es por ello que muchos locales permanecían aún cerrados ayer, a pesar de que legalmente ya podían abrir.

Calma en el puerto deportivo

Calma en el puerto deportivo

De hecho, el puerto deportivo de Santa Eulària, el más grande de la isla y provisto de numerosos bares, restaurantes y tiendas, seguía siendo ayer, a media mañana, el mismo desierto que era en la fase de ultraconfinamiento. Sólo algún pequeño bar se atrevió a poner algunas mesas en el exterior. Pero los más grandes y conocidos seguían cerrados, con sus sillas amontonadas frente a la fachada, si bien en alguno siguen los trabajos que anticipan una pronta reapertura. Sí estaban ya abiertos un par de locales dedicados al alquiler de embarcaciones, aunque más bien tratando de asegurar algún cliente para el futuro que confiando en reactivar el negocio de forma inmediata, cosa por ahora imposible.

El paseo marítimo sí registraba alguna actividad, con los establecimientos preparándose para abrir «por la tarde o, si no, mañana», informaba el dueño de uno de ellos, limpiacristales en mano, a un viandante que le preguntaba al respecto a mediodía.

Fase 1 en Ibiza: Así están las terrazas de Santa Eulària

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«El año pasado éramos al menos 12 personas trabajando y ahora estamos tres», afirma Eva Riera, responsable de la céntrica cafetería Royalty, de Santa Eulària. Como es preceptivo, el interior estaba vacío de clientes y en las mesas del exterior se respetaban las distancias de separación establecidas. «Hay la mitad de mesas de lo habitual y entre ellas, dos metros de distancia», explicaba. El Royalty, como también Can Cosmi, justo enfrente, son los dos establecimientos más concurridos del pueblo. Otros, ya en el paseo de s'Alamera (la cafetería Mediterránea o Can Mayol, por ejemplo) recibían asimismo a sus primeros clientes. En todos era notorio el uso de mascarillas, guantes y desinfectante por parte del personal, pero no siempre por parte de los clientes.

Juan Martínez, cliente de una de ellas, se solazaba en una de las mesas aprovechando el día soleado (aunque bastante ventoso) para tomarse «por fin» un café con leche en la calle. «Sencillamente, tenía mono de sentarme en una cafetería y tomar algo mientras veo la gente pasar», confiesa. «Qué poca importancia se da a estas cosas cuando las tienes y cuánto las echamos de menos cuando no las tenemos», reflexionaba tras sus gafas de sol.

Cumplimiento a medias

Cumplimiento a medias

Y, sin embargo, no todas las cafeterías respetaban la normativa establecida para la fase 1, ni en cuanto a separación entre mesas ni en cuanto a otros detalles. Cuando al dueño de una de ellas se le hacía notar que se desaconseja tener sobre las mesas servilletas, aceiteros y menús o cartas que no sean en pizarra o formato electrónico, respondía: «Ah, pues no lo sabía, la verdad. Es que hay tanto follón con las normativas que uno no se aclara», confesaba. Y es que los enrevesados vericuetos del BOE no siempre están al alcance del comerciante medio.

En la plaza de Isidor Macabich (plaza del Cañón) era evidente que entre las mesas de una terraza allí instalada no había dos metros ni por asomo. Lo mismo se observaba en otros establecimientos.

En los comercios, la obligación de funcionar con aforos muy reducidos (30%) obligaba a formar las ya habituales colas ante prácticamente cada uno de ellos. Los centros comerciales de mayor tamaño, como Art, continuaban cerrados al exceder la superficie máxima autorizada (400 metros cuadrados) para poder reanudar su actividad. Los más pequeños sí regresaron a la vida. Tejidos Cardona, en la calle Sant Jaume, actualizó el anterior rótulo 'Tornarem més forts que mai' en su escaparate por 'Ja hi som!'

Incluso algún establecimiento regentado por chinos ha abierto ya sus puertas. El bazar de considerables dimensiones que hay a la entrada del pueblo ya estaba plenamente operativo, con las correspondientes cortinas de plástico en la zona de caja y con sus empleados con pantalla cubrecaras. Todos los comercios chinos (bazares y peluquerías) permanecían cerrados desde hace dos meses.

Calma en Sant Joan

Calma en Sant Joan

Las localidades con menos de 5.000 habitantes, como es el caso de Sant Joan de Labritja, quedan liberadas del cumplimiento de las franjas horarias para realizar determinadas actividades, según los últimos decretos. Sin embargo, ayer por la mañana la actividad en este núcleo urbano no era muy diferente de la que ha habido durante las últimas semanas. Sólo dos o tres personas de cierta edad estaban sentadas en unos bancos públicos del centro, mientras dos más guardaban cola para comprar en la farmacia y un agente de la Guardia Civil cruzaba la calle. Esto y un cliente conversando con la dueña de la librería era todo el movimiento que se observaba en Sant Joan a las doce del mediodía. Las principales cafeterías seguían cerradas, lo que acentuaba aún más la sensación de soledad de este núcleo.

Lo que, sin embargo, seguía a todo ritmo (como siempre), era el tráfico de camiones hormigonera en la carretera de Portinatx, procedentes sin duda de las obras del macrocomplejo turístico que se construye cerca de Cala Xarraca.