El buen tiempo parece que se ha aliado con la fase 1 de desescalada recién estrenada para devolver a Ibiza parte del ritmo vital que sería de esperar un día laborable de primavera. La ciudad despierta del letargo en el que ha estado sumida durante casi dos meses sin prisa, pero sin pausa.(Ver galería de imágenes)

A las diez de la mañana las terrazas de las no muy numerosas cafeterías y restaurantes de Vila que han apostado por abrir empiezan a llenarse. A esa hora en el bistrot italiano Es Pratet cuatro de las cinco mesas que hay en la terraza están ocupadas. «Solo se puede sentar fuera», advierte a una clienta el propietario del establecimiento, que protegido con guantes y mascarillas, toma nota de los pedidos. Acaban de tomar asiento un grupo de cinco amigas, Lidia Tur, Joana Ripoll, Guillermina Clapés, Conchi Molio y Lourdes Juan. Hasta que se decretó el estado de alarma, tenían la costumbre de desayunar juntas a diario. Ahora que han podido retomar el hábito, el café, dicen, les está «sabiendo a gloria». Se echaban de menos y están deseando «ponerse al día», aunque parece que «con tanto confinamiento» les cuesta arrancar porque «han perdido la costumbre de conversar», comenta Lidia.

Si para este grupo hoy la prioridad es «el cafecito y las amigas», en el caso de Laura García lo más urgente es «comprar ropa de verano y hacer una devolución». «Estudio en Madrid y cuando empezó todo viajé a Ibiza para pasar el confinamiento con mis padres y solo traje prendas de invierno pensando que esto no se alargaría tanto», dice la joven de 22 años. Le acompaña su madre, Loli Linero. Ambas llevan mascarillas. «Somos de respetar las normas. Procuramos salir de casa lo menos posible. Todavía hay gente que tiene miedo», afirman.

Bares y comercios reabren hoy con restricciones en Ibiza

Bares y comercios reabren hoy con restricciones en Ibiza

Nada más entrar, Carmen les ofrece gel hidroalcohólico para que se desinfecten las manos. Con una aplicación móvil, la dependienta controla que no se supere el aforo de 28 personas. «Está habiendo mucho movimiento», asegura mientras señala hacia el mobiliario. «Lo hemos reducido para que haya más espacio», explica.

En la misma avenida, Bartomeu de Roselló, varias personas aguardan a que abra sus puertas Bershka. Catalina Simion y Lucía Cruz, de 17 años, llevan media hora esperando. No se han visto desde que comenzó el confinamiento y han decidido citarse allí. Lo ha propuesto Catalina. «He engordado un poco esta cuarentena y no me cabe ni un pantalón», comenta la joven, que se ha desplazado desde su casa en Platja d'en Bossa hasta el centro de Vila andando. «Mi madre prefiere que no coja el autobús para evitar contagios», afirma.

«Ganas de consumir»

«Ganas de consumir»

Bershka abre pasadas las 11 horas. «Estábamos esperando la autorización», explica un par de horas más tarde la encargada de turno, María. «Se nota que la gente tiene ganas de comprar. Hemos tenido bastante movimiento», asegura, antes de comentar que este establecimiento ofrece «descuentos del 40 y el 50% en la ropa de temporada». En la entrada los empleados han colocado un dispensador de gel hidroalcohólico. También ofrecen guantes a la clientela que entra, «es obligatorio», remarca María. «A veces hay que recordar a la gente que debe respetar las medidas de higiene y seguridad, como lo de la distancia de dos metros», añade.

Muy cerca de allí, en la cafetería Es Baladre, su propietario, Miguel Cuesta, prepara bocadillos para la clientela. Fuera, dos empleados atienden las mesas, que han reducido a la mitad para cumplir con el protocolo. Faltan dos trabajadores más, que Cuesta espera que se reincorporen a partir del 25 de mayo. Su negocio ha abierto a las 8 horas. «La gente ha empezado a venir poco a poco», comenta.

Sentados delante de dos cafés están Catina y Miguel. La pareja echaba de menos salir a desayunar. «La dosis de cafeína del bar no es la misma que en casa», explica con una sonrisa Miguel.

Raquel Román también ha empezado su mañana tomando un café en una terraza en Santa Eulària, donde reside. Luego se ha desplazado a Vila y lo primero que ha hecho es visitar la Ferretería Ibiza. «Llevo dos meses deseando que abrieran porque quería cambiar el pomo de una puerta de mi casa que estaba roto», dice mientras espera su turno. Junto a ella hay un cartel indicando a la clientela que use el gel hidroalcohólico que hay a la entrada. En este comercio, que reabrió la semana pasada con cita previa, «la cosa está tranquila», como dice uno de sus empleados, Juan Roselló.

En la avenida Ignasi Wallis, donde han reabierto la mayoría de los negocios, hay ambiente. A la entrada de la Perfumería Clapés hay cola, porque el aforo máximo es de seis personas. Algunas se muestran impacientes por la espera, pero otras se lo toman con filosofía. «Se nota que la gente tiene ganas de consumir», comenta una joven. Gemma García y Victoria Blanquer han quedado por primera vez desde hace más de dos meses y han aprovechado para ir a la tienda y comprar perfume. Tras desinfectarse las manos, les atiende la encargada, Alexandra Álvarez, que reconoce que este primer día de la fase 1 la afluencia de público es superior a la esperada. En este negocio se han señalado con marcas las distancias de seguridad y se han colocado mamparas en los mostradores, como en otros muchos comercios. Es el caso de la Perfumería África, que atiende Carmen Sarmiento, pertrechada con guantes, mascarilla y pantalla protectora. Asegura que antes de abrir, a las 9 horas, ya había gente tocando a la puerta del local. Destaca también que, entre los productos más demandados, están «las cremas y los tintes».

Justo enfrente, en la cafetería de Es Tap Nou, hay gente esperando de pie su turno en la terraza mientras las dependientas se afanan en desinfectar las mesas que van quedando libres.

Si en esta zona buena parte de los establecimientos de restauración y los comercios de productos no esenciales han optado por reabrir, no ocurre lo mismo en los espacios más emblemáticos de Vila. En el paseo de Vara de Rey solo hay dos restaurantes en funcionamiento. Uno de ellos es la pizzería La Margarita, ubicado donde antes estaba el Café Vara de Rey. «Acabamos de inaugurarlo», explica su propietario Vittorio Aquaro, mientras supervisa que todo vaya sobre ruedas en la terraza, donde hay seis mesas. En una de ellas están sentados María Patrocinio Meliveo y Miguel Soto, que disfrutan de unas cervezas. «Somos de Jesús y hemos aprovechado que tenía que ir al banco y a la perfumería para tomarnos algo», comenta ella.

Las tiendas de zapatos de Vara de Rey están abiertas, aunque se ven poco concurridas. En Angel's Shop, la dependienta, Pepita Planells, asegura que desde las 10 a las 12.30 horas «han entrado cuatro personas» y ha vendido «un par de zapatos». Explica que a los clientes les ofrece gel hidroalcohólico y unos patucos de plástico que deben colocarse al probarse el calzado.

Si en s'Alamera hay poca vida, la plaza del Parque está muerta, no hay ni un solo negocio abierto. En el Hostal Parque hay personal tomando medidas del mobiliario. No abrirá por lo menos hasta junio. «Para nosotros abrir ahora supone un coste que no tenemos claro que se pueda recuperar», afirma uno de los encargados, Nicolás Bares. En Palco Ibiza también están trabajando en preparativos para reabrir. «La mayoría de las terrazas de la plaza del Parque estaremos en funcionamiento este miércoles», asegura uno de los empleados.

En el puerto, en concreto en la la cafetería Mar y Sol, se respira ambiente de verano. Prácticamente las 100 sillas que han colocado están ocupadas. Si no fuera por alguna que otra mascarilla entre la clientela, por los equipos de protección de los camareros, las medidas higiénicas extremas y la separación entre mesas (de dos metros y medio) nadie diría que hay estado de alarma. El encargado, Oliver Pérez, reconoce que no esperaba que acudiera tanta gente. «Hemos empezado esta mañana con cuatro empleados y he tenido que llamar a un quinto porque nos hemos visto desbordados», señala.

En Can Pou están trabajando en la limpieza exhaustiva del establecimiento para poder abrir la terraza por la tarde. El local está lleno de guantes, mascarillas, productos de desinfección y hasta un termómetro por si algún cliente quiere tomarse la temperatura. Este popular establecimiento del puerto ha optado por «adecuar los precios a la situación actual», según afirma su encargada, Marina Ordóñez.

En la Marina hay algunas tiendas de ropa y complementos que se han decidido a abrir, a pesar de que muchas de ellas viven del turismo, que no se espera que llegue, al menos, hasta julio. Es el caso de Envy. «Para nosotros no hay ayudas y conseguir microcréditos es un proceso muy burocrático y lento, así que optamos por abrir. Hemos invertido todo nuestro dinero en esta ropa», explica la responsable de la tienda, Alexandra. Para animar al público a comprar han puesto a la venta muchas de las prendas a 10 y 20 euros.

En el mismo barrio, en Can Rafal, disfrutan del aperitivo Sara, Javier, Juan y Fernando. Aunque ya se tienen muy vistos, comparten trabajo y hogar, han decidido hacer planes juntos en la primera jornada de la fase 1 de desescalada, que coincide con su día libre. Han comenzado con un desayuno en el centro de Vila y luego se han ido a la Marina para tomar las cervezas. «Hemos tenido dificultades para encontrar bares abiertos», asegura Sara, mientras el resto comenta que la próxima parada será en un restaurante para tomar «paella y sangría».