Las palomas torcaces no entienden de confinamientos. Incluso da la sensación de que la crisis del coronavirus les ha venido de perlas para expandirse por la isla. Bandadas de decenas de esas aves provocan estragos en los cultivos de los payeses, a los que «siguen complicando la vida», en palabras de Víctor Colomar, veterinario y empleado de Fundació Natura Park, ganador del concurso del Consell para ayudar a los agricultores pitiusos a poner remedio a esa plaga.

Colomar aconseja disparar con escopeta (para hacer ruido) allá donde sea posible. Y donde no, al menos hacer la vida imposible a las torcaces: «Hay que hacerse presente, molestarlas. No puede ser que se paseen en las fincas como si fueran nuestras gallinas». Porque las pérdidas son enormes, especialmente en cultivos de melocotones y uvas. Tirar cintas de plástico como si fuera tir amb bassetja o colgarlas de los árboles son otros sistemas que propone. Pero ante todo, «persistencia».

Manuel Nieto, que cuida de 15 hectáreas de la finca de Can Sord, al norte de la isla, instaló este año cometas de halcones y aparatos que imitan el sonido de esa rapaz. Además, se fumigó ese terreno «con un olor que les disgusta, e incluso se colocaron bolsitas con granulados hediondos», un proyecto que impulsa el Consell. Pero dieron, asegura, pocos resultados: «Lo que veo que realmente funciona es una escopeta, hacer ruido y asustarlas. Tienes que tener, eso sí, un cazador todo el día. Y eso no es viable económicamente, a no ser que se lo tome como hobby». «Porque cuando tienen hambre, se habitúan y les da igual que haya cometas de halcones. Nos decían que había que cambiarlas cada día de sitio, pero no podemos estar pendientes solo de eso», señala.

La producción de melocotones de este año ya está mermada porque se comieron los brotes. Entre eso y la ausencia de frío, calcula que cosechará «unos 4.000 kilos», cuando normalmente recogía 25.000.