Los juzgados de Violencia sobre la Mujer han registrado un descenso espectacular de las denuncias desde que se decretó el estado de alarma, con cifras que oscilan entre un 20 y un 70% menos. De hecho, aunque llevamos el mismo número de fallecidas que hace un año por las mismas fechas, las mujeres asesinadas a manos de sus parejas han sido «solo» dos desde que se decretara el estado de alarma. Un tercer caso sigue en investigación. En el mismo período de 2019 asesinaron a 7. Si bien es cierto que muchas de estas denuncias corresponden habitualmente a quebrantamientos de condena, o de órdenes de protección, que ahora se han visto dificultadas por el confinamiento y que, además, para el maltratador, este estado es idóneo para ejercer el ansiado dominio y control sobre la pareja, que ve mermadas al mínimo las opciones de escapar. Aún así, quien vea en estas cifras una buena noticia, que preste atención a estas otras: las llamadas al 016, la línea de atención a las víctimas de violencia machista, aumentaron en un 47,4% entre el 1 y el 15 de abril -últimas cifras publicadas-, en comparación al mismo período del año anterior. Y las consultas online se multiplicaron en un 650%. Esta reducción de denuncias y fallecidas puede ser apenas el silencio que precede a la tormenta.

Los cuerpos de seguridad han realizado un llamamiento para que cualquier vecino que sospeche de agresiones machistas en su escalera o en su barrio llame a los servicios policiales y, otras iniciativas, como la contraseña «mascarilla 19» al entrar a una farmacia tratan de recordar a las mujeres que vivan en una jaula con el enemigo, que no están solas.

Mientras, he querido hablar con Jorge Acebo, dramaturgo y director teatral, desde su confinamiento en Argentina y con Cecilia Sarli y Chema Coloma, confinados en Madrid. Ellos son los personajes detrás de una obra de teatro maravillosa: 'Wake up, woman'. En ella podemos asomarnos al viaje del cielo al infierno que viven Natalia y Federico. Se conocen, se enamoran, se casan, conviven y ahí? comienzan a llegar algunas dificultades. Pequeñas. En muchas de ellas nos veremos todos reconocidos y, antes de que nos demos cuenta, estaremos inmersos en un callejón con dos únicas puertas: escapar, que cada vez se hace más pequeña y? la muerte. La obra nos permite asomarnos al espacio íntimo que nunca conocemos en las noticias de las nueve, donde solo nos informan de una nueva mujer fallecida, presuntamente, a manos de su marido. El relato nos permite preguntarnos en qué punto ella, quizá, tal vez, aún tuvo opciones y, lo que es más importante: si el espectador no pudo en algún momento hacer algo para impedirlo. Para salvarla. Que cada uno se lleve sus preguntas y sus respuestas a casa.

La obra nació después de años de trabajo por parte de un concienciado Jorge Acebo quien, en Argentina, llevó esas ganas de contar una historia a reunirse primero con grupos de mujeres víctimas de violencia y, después, con sus maltratadores. De estas conversaciones surgió el germen que dio lugar a esta obra estrenada en 2014. Allí fue declarada de Interés social y cultural por la Legislatura porteña de la Ciudad de Buenos Aires, por la Confederación y por la Red de Mujeres parlamentaria de las Américas. Además, cuenta con el apoyo de la Comisión Nacional Coordinadora de Acciones para la Elaboración de Sanciones de la Violencia de Género, dependiente del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos (Presidencia de la Nación), y el apoyo de la Dirección General de coordinación de políticas de género, Mujeres sin miedo y Juntas por la izquierda. Más tarde llegó a México, en 2016 y por fin, a España, en 2019.

La obra, como la vida, está paralizada ahora por cuarentena. Sin embargo, tanto para el creador como para los intérpretes, la implicación social ha superado la barrera del escenario. Son unos firmes convencidos de que además de visibilizar, hace falta sensibilizar y de que la violencia de género, que nadie se equivoque, no es un asunto de dos. Todos estamos implicados y todos podemos ejercer un papel crucial. Entre algunas risas y algún llanto, hablamos. Ojalá podamos volver a hacerlo pronto, al final de un estreno en Ibiza o Formentera, brindando con una cerveza que dejamos pendiente.

¿Cómo y dónde estáis pasando el confinamiento?

Cecilia: En Madrid, con mi pareja y nuestro niño. Por un lado, nos está permitiendo disfrutar de un tiempo en común que a veces con la vida que se lleva, no es sencillo y sin embargo, ahora, se tiene todo el tiempo del mundo para compartir. Quizá eso sea lo mejor, dentro de lo peor porque, por otro lado, no solo está la incertidumbre profesional de nuestro sector y la intemperie económica de tantas familias, sino que duele profundamente la cantidad de muertes, y todo lo que se está llevando por delante esta epidemia. ¡Hay tantas personas sufriendo por sus seres queridos, tantas soledades y tantas pérdidas! Quizá no se pueda retornar a algunos lugares pero hay que ayudarse y ayudar y hay que mantener la fuerza y la esperanza.

Chema: En mi caso estoy solo, también en Madrid. No me quejo porque estoy muy bien. Pero ayer, por ejemplo, fui al supermercado y el portero salió para hablar un rato. Guardando la distancia de seguridad; yo abajo y él arriba de las escaleras, pero al terminar ¡le di las gracias por haber hablado con alguien físicamente! [Risas]. También, como el resto tengo la preocupación económica. Todos los ingresos a cero de repente y teniendo que pagar el alquiler, la comida?

Jorge: En mi caso estoy en Buenos Aires, con mi familia. Aunque suene medio raro decirlo, pese al horror que se vive frente a esta pandemia, debo reconocer que mi mirada optimista agradece este tiempo compartido en casa y en familia. Mi trabajo hace que tenga que ir de un lugar hacia otro y no parar nunca. Realmente este tiempo lo estoy tomando como un descanso necesario que me permite disfrutar de casa, de la familia y de mí. Ojalá todos lo pudiéramos ver así. Lo desearía. También quiero aclarar que el panorama aquí, en Argentina, es distinto: se mueren de dos a siete personas por día. Y que no se mal entienda, no por eso duele menos ni se tiene menos responsabilidad. Simplemente se tomaron medidas de políticas de salud muy buenas y a tiempo.

Jorge, ¿cómo surge la idea de 'Wake up, woman'? La violencia de género es un tema que siempre ha existido, pero del que no se hablaba públicamente. No se cuestionaba, las miserias de cada matrimonio se esconden bajo la alfombra. ¿Cuándo llega el momento en que llevar algo así a la escena se hace necesario?

Jorge: En el año 2013 no se hablaba en Argentina de violencia de género. Era como un tema que por algún motivo no se trataba prácticamente en ningún lugar. Daba la sensación como que tenía «mala prensa» para trabajar con él. No sé si me explico, pero me dieron muchas ganas de afrontarlo. Yo venía trabajando desde hacía años con el teatro de género y nunca me había metido de lleno al tema de la violencia y, como siempre que intento meterme con cada trabajo para ser lo más respetuoso posible, comencé a investigar. Arranqué trabajando con grupos de mujeres víctimas de la violencia y con sus coordinadoras y coordinadores de grupo, con los asistentes sociales y demás. Era muy duro, escuchaba esos relatos, los comprendía. Todo aquello me servía para la vida, pero no veía cómo utilizar teatralmente, lo cual era un poco frustrante. Es que no se me ocurría qué contar, era antiteatral la historia. Una bestia humana, que maltrata a una persona y le hace la vida imposible. Una historia que podía durar diez minutos, porque no tenía matices. Hasta que un día tuve la suerte de conocer a un coordinador de grupo, en este caso, de hombres golpeadores. Y tuve la suerte, también, de que me invitara a participar de los encuentros. Realmente era todo un desafío para mí, intenté dejar los prejuicios atrás y me metí. Fue toda una experiencia. Eran hombres que, a simple vista, calificaban como para ser amigo de uno. Era la oportunidad de ver que estos tipos son gente común. Y, luego, escucharlos e intentar comprender sus relatos, ya fue otro reto. Hablaban siempre desde el dolor, desde el sufrimiento que había detrás de este monstruo que se apoderaba de ellos cada vez que no podían controlar sus impulsos. Hay un punto en el que uno agradece vivir en un país tan amante de las terapias o tan «psicoanalizado» -pequeño chiste para cortar un poco esto que abruma-, pero hablaban desde el dolor, desde el sufrimiento, desde el arrepentimiento. Hablaban del «amor» que sentían por esos seres que flagelaban. Muchas veces lloraban, se contenían? Un mundo que hubiese sido impensable para mí. Y eso, el poder meterme a husmear en ese mundo terminó de completar en mi cabeza la historia que quería contar.

¿Cómo reaccionó esa Argentina al hablar de ese tema del que no se quería hablar?

Al ser un tema del que parecía que no se quería tratar, necesitábamos ver cómo lo tomaba la gente. Luego, además, ¡era una historia de violencia de género escrita por un hombre! Y por si fuera poco, en breve vendrían a verla profesionales de la violencia de género, víctimas y todo tipo de gente relacionada con la problemática. Es que no sabíamos cómo lo iban a tomar las personas que realmente están implicadas porque, al fin y al cabo, nosotros somos simplemente trabajadores del arte. Y ahí, sucedió la magia: enseguida empezamos a recibir excelentes repercusiones de la prensa, el apoyo ni más ni menos que de Presidencia de la Nación; luego también del Senado de la Nación, los movimientos feministas, los grupos de mujeres violentadas? Al entregar la obra a público, ya comenzó a funcionar esa magia y esa generosidad de la que hablamos que surge con este trabajo, que nunca se puede controlar. Por suerte nos dimos cuenta de que se entendió el respeto con el que quisimos tocar el tema, la seriedad, pero también la pasión desmedida con la que quisimos trabajar y vincularnos con la historia de estos dos personajes.

Chema, Cecilia y Jorge ya se conocían anteriormente, Jorge había tenido la oportunidad de ver actuar a Cecilia en una pieza de microteatro donde ya se enfrentaba al maltrato. En tu caso, ¿cómo recuerdas cuándo la obra llega a tus manos? ¿Cómo decides que puedes meterte en la piel de un personaje de tanta dureza?

Chema: Cecilia y yo nos conocíamos precisamente porque fui a verla en una función sobre violencia sexual. Ella pensó en mí para el papel y me propuso hacer una lectura. Casi no nos conocíamos, pero algo me dijo que sí, que fuese a su casa. La leímos, y desde el primer instante vi que era un texto muy bueno. El personaje que leí de Federico no se limitaba a retratar a un monstruo, sino que sacaba también otros planos que hacían mucho más veraz e interesante al personaje. Enseguida vi que como actor era un reto y le dije al terminar la lectura que quería hacerlo.

¿Cómo preparáis el personaje? ¿Cómo te preparas para ser un torturador y cómo para la carga emocional que implica que te destruyan en cada función?

Chema: Para esto ha sido vital Jorge Acebo. Es un director que desde el minuto uno te transmite toda la emotividad y amor que este proceso necesita. Supo transmitir que es importantísima la confianza y el amor entre Cecilia y yo, que nos admiráramos y nos apoyáramos en todo el proceso. Además, Jorge conoce su obra al milímetro y te dice todo lo que tienes que hacer para que funcione. Te sientes totalmente respaldado y comprendes lo que tienes que conseguir.

Cecilia: Francamente, en esta historia me es imposible hablar de forma individual con respecto a la preparación del personaje. Para mí fue una búsqueda conjunta y no de dos, sino de tres. Y aquí fue más que imprescindible el rol de Jorge, no solo por ser el autor y director, sino porque él conoció a esas mujeres, a esos hombres en las terapias presenciales donde nació el texto. Por tanto, la magnitud en este caso que tuvo su dirección, es como el paraíso para un actor y actriz porque nos transmitió el alma de esta historia, el alma de estos personajes y el intenso viaje que inician juntos y va desde el amor verdadero cuando se conocen, desde esa historia de amor que resulta tan cercana para el espectador, al pozo profundo y oscuro de la violencia de género. Y ese recorrido es demoledor porque todos podemos tener algo de Natalia o algo de Federico cuando se conocen. Incluso cuando empiezan a vivir las primeras dificultades y a intentar recomponer la relación y superarlo juntos. Pero cuando comienzan a caer en el abismo de la violencia de género y se presenta el flagelo es muy doloroso ver cómo se destruye todo.

Jorge, me comentaste que preparar la obra en Argentina te llevó año y medio. En cambio, en España, tuviste que adaptarte a todo en tan solo 32 días. Cuéntame cómo fue ese trabajo intenso y qué se perdió en el camino.

Jorge: Como sucede con los trabajos, el tiempo es dinero así que hay que buscar la manera de trabajar con la misma profesionalidad en cada lugar donde te convocan para trabajar, adaptándote a las condiciones de producción. Un precioso proceso de trabajo que nos comprometió de una manera increíble. A tal punto que, por ejemplo, sentíamos que necesitábamos estar conectados de otra manera y no nos alcanzaba el tiempo de ensayo y ahí partimos los tres juntos a experimentar convivir en una casa de la Sierra de Madrid, para poder explorar y bucear por las existencias de estos personajes en nuestros cuerpos y nuestras emociones. ¡Y eso fue increíble! Y en cuanto a vivenciar este proceso, te cuento: si bien ya dirigí este trabajo en varios países, cuando me enfrento a cada nuevo actor, o cada nueva actriz, necesito que juntos encontremos a esa Natalia y a ese Federico que hay dentro de ellos. Hay una escena en particular que requiere de mucha violencia y tiene que estar muy medida por el equipo de trabajo, casi coreografiada y llega el momento y decidí mostrarle a Chema, personalmente, lo que debía hacer su personaje. Cuando terminó el momento, Chema, se quedó absolutamente callado. Era la primera vez que veía a Federico «desde fuera». No nos hablaba. Me miró y dijo: «Perdona, Jorge, pero yo creo que eso no lo voy a poder hacer en mi vida». Y es increíble, porque eso es lo que viene haciendo función tras función, desde hace casi un año de trabajo.

Sin embargo, se acaba la función y el público que espera fuera, normalmente, para saludar a los actores, para hacerse una foto, corre a abrazar a Cecilia y a ti, Chema, te miran con recelo. Cuesta verte humano, supongo que es un momento agridulce para un actor, ¿cómo te sientes?

Chema: Sí. Es muy duro. Jorge me avisó desde el principio de que al terminar, seguramente nadie querría saludarme. Y es verdad que te encuentras con caras que, si te miran, te transmiten: «No vuelvas a hacer eso hijo de?» Por eso son muy importantes las palabras que decimos al final. De hecho, Jorge nos dijo que el último en hablar tenía que ser yo, para que la gente se quede con el poso del intérprete y no del personaje.

Ya te digo yo que cuesta. Es un bombardeo de emociones que tarda días en disolverse. Afortunadamente. En este casi un año de trabajo también tuvisteis la ocasión de llevar 'Wake up, woman' a la ONCE. Contadme esa experiencia.

Cecilia: Sí, fue en la Jornada contra la Violencia de género en la ONCE el pasado mes de noviembre, llevamos un fragmento y resultó muy enriquecedor, porque uno no tiene a veces noción del trabajo que eligió hacer y en este caso, parte del público era invidente y sólo oía las voces de nuestros personajes, o bien nos veía sin poder escucharnos y alguien traducía en lenguaje de signos. Pero también entre el público había mujeres que habían sido víctimas de violencia de género y eso les había dejado alguna discapacidad por la magnitud de la violencia recibida. El público se conmovió muchísimo y agradeció profundamente lo que habían recibido. Un chico tuvo que salir y, luego, entre lágrimas, nos contó a todos los presentes que lamentablemente había sido hijo de una situación así y agradecía poder verlo en escena porque todo aquello eran voces en su cabeza. Un posterior coloquio permitió compartir la emoción, los recuerdos, el dolor.

Después de un año, ¿en qué creéis que os ha cambiado la obra?

Chema: En mi caso, ha sido uno de los personajes más complejos que he tenido, sin duda. Me ha ayudado a sensibilizarme. A corroborar que la única manera de trabajar es desde el amor.

Cecilia: Además del trabajo artístico, he aprendido que sin generosidad y sin amor por el trabajo del otro es imposible crecer, imposible explorar lugares nuevos, artísticos y humanos y es imposible contar historias como esta, donde el riesgo y la responsabilidad están muy presentes. Defender este trabajo juntos me ha hecho crecer.

Jorge: Es que este es un espectáculo que te atraviesa directamente. No diría siquiera la palabra 'cambia', fíjate. Siento que esta obra atraviesa mi vida. Hace ya siete años que tengo la suerte de poder trabajar con este espectáculo en distintos países. Y cada puesta, cada función, cada actriz, cada actor, cada espectador? Todo hace que se movilice algo en tu vida. Los artistas hablamos siempre de la responsabilidad social que tiene el arte, pero este espectáculo logra hacer que asumas esa enorme responsabilidad que implica el pisar ese lugar sagrado que es el escenario para ponerle voz a estos personajes que se llenan de voces y almas de otros seres que vivieron esto. Algunos de esos seres pueden hablarlo; otros ya no están para contar esas vivencias. Pero en el silencio de la obra todas esas voces y las energías nuestras y de los espectadores, se funden. Y cada nueva función te da la posibilidad de crecer, de conectar, de sentir que esta responsabilidad de salir a hacer el espectáculo sirve para quienes están adelante, pero también para cada uno de nosotros.

Federico es un tipo «normal»; trabaja, tiene vínculos familiares y amigos. Ninguno de ellos creería que puede ser capaz de hacer algo así, que se convierte en ese otro Federico cuando se cierran las puertas de su casa. ¿Qué les dirías a esos padres, amigos que rodean a un maltratador o a una mujer que sufre maltrato?

Chema: Lo que he podido aprender en mi experiencia como actor haciendo este personaje es que al maltratador no se le tiene por qué ver claramente. Según me pudo contar Jorge cuando participó en la terapia, decía que hablando con los propios maltratadores, podían transmitir mucha sensibilidad y un «amor» enfermizo hacia sus parejas. No te podías imaginar que luego en sus casas estuvieran cometiendo esas atrocidades. Hay que estar muy sensibilizado y abrir bien los ojos para poder ayudar. Estar atentos a cualquier cambio. Ser de ayuda a esas mujeres.

Cecilia, ¿qué te hubiera gustado decirle a Natalia? ¿Qué le dirías a una mujer que está pasando por algo así y aún piensa que es algo puntual, que es el alcohol, o el estrés del confinamiento? Que seguro, seguro, cambiará y volverá aquel hombre del que se enamoró.

Cecilia: A Natalia también le ocurre, en la escena en la que están en la terapia. Ella dice: «No sé lo que me pasa, lo miro y no sé lo que me pasa. O tal vez si lo sé y tengo miedo de decirme la verdad a mí misma. Yo me casé muy enamorada». Lo recuerdo y me duelen esas palabras. A veces, afrontar decirse a uno mismo ciertas cosas duele tanto que buscamos respuestas donde no las hay. Supongo que el alcohol, las drogas, así como un mal día, un encierro, solo sirven para potenciar lo que ya está como dinámica; lo que está dentro de una conducta habitual. Hay que salir a tiempo, ¡hay que salir con vida! Quizá el primer golpe ya sea motivo de huir, porque aún es posible recuperarse. Pero la verdad es que me siento insignificante para opinar acerca de una situación así.

Terminemos con algo bonito, ¿te parece? Cecilia, sé que sientes Ibiza como tu otra casa. Cuéntame qué es la isla para ti.

Cecilia: Ibiza es el origen de mi vida en España, es un lugar con el cual tengo un vínculo vital fuerte porque siempre que he tenido que tomar decisiones importantes, la isla me ha dado, no solo la oportunidad de hacerlo disfrutando de sus increíbles playas y rincones mágicos, sino de amigos leales como Willie Márquez, artista con el cual colaboré en sus proyectos artísticos en la isla y en la península. Conozco Ibiza en Buenos Aires y sé que puede parecer un delirio, pero fue así. Coincido en un rodaje con una actriz española que me cuenta que vive en la isla y acabamos haciéndonos muy amigas, alguien verdaderamente entrañable: la maravillosa Silke, quien al regresar a la isla comienza con todo su amor y generosidad a enviarme cajas que despachaba en largas travesías de barco con ropa que ella diseñaba, libros, bolsos, piedras, pequeños objetos que guardé como tesoros porque sentía literalmente que la isla venía a buscarme. Hasta que finalmente decidí cumplir mi promesa de venir a visitarla y conocer, no solo la isla, sino España y aquí me quedé a vivir. Finalmente me quedé a vivir en Madrid pero Ibiza siempre ha sido «el sitio de mi recreo».

Sé que ha habido interés por parte de instituciones tanto de Ibiza como de Formentera para traer la obra. Ojalá sea pronto y, sobre todo, ojalá no falte ninguna mujer de aquí a entonces por no haber podido escapar a tiempo, ¿qué le diríais cómo despedida a la gente que está en confinamiento, especialmente a quienes están viviendo algo así o a quienes están alrededor, los vecinos?

Chema: Que vamos a seguir con esta función de teatro. Ojalá pronto en Ibiza y Formentera. Desde nuestro lugar seguiremos gritando y dando voz a esta problemática.

Jorge: A quien vive algo así me encantaría decirle: «¡Vete! ¡Sal de ahí!». Pero tras tantos años de trabajo, sabes que en la violencia de género, esas «recetas mágicas», lamentablemente no existen. Hay muchos miedos personales, inseguridades, dependencias y montones de cosas más para solucionar, antes de tomar la determinación. Todo es un proceso. Ojalá se solucionara simplemente al tocar un botón. Solamente hacer que esa mujer, esa persona salga expulsada de esa casa. Eso querríamos todos quienes sabemos lo que es el infierno que viven. Pero nunca es así de fácil.

De hecho, soy una firme defensora de que es este «hacer equipo» lo único que puede salvarte. Han de ser los otros, los de fuera, los que han de sacarte de ahí, porque tú sola, nunca o casi nunca puedes. Por desgracia, esta historia la descubrimos cuando ya es tarde.

Jorge: Pero a la gente de alrededor ¡es tan difícil decirle algo?! Creo que tiene que ver con la sensibilidad propia, con la atención, con saber leer las miradas de los otros, con sentir, con percibir. Te tiene que importar la otra persona, y eso es difícil de enseñar. Si puedes conectar con el dolor de la otra persona, haces, accionas, piensas. Si no puedes darte cuenta y conectar, no hay mucho para decir? Todos tendríamos que estar mucho más pendientes de los otros. Siempre.

Cecilia: Es increíble porque siempre siento que estas cosas las puedo decir sólo desde la escena, a través de mi trabajo. Me siento muy torpe dando consejos. Creo que el arte puede dar pistas, y el teatro obviamente, pero el arte en sí siempre es una enorme ventana a otros universos. En una escena Natalia, pide ayuda y pide ayuda mirando al público de frente: «Parece tan simple. Eso me pasa a veces. Hay cosas muy simples que se vuelven complejas y es ahí donde cuesta entender. Ayúdame por favor. Solo te pido, que me ayudes». ¡Tantas 'Natalias' sufren en silencio?! A veces pueden pedir ayuda; otras no, pero tenemos que estar atentos. Hay unas palabras con las que nos despedimos del público tras cada función: «A quienes están cerca, les diría que no den la espalda, que asumamos a las víctimas de violencia de género y sus maltratadores como parte de una problemática que nos compete a todos y no miremos para otro lado. También sé que es la educación la que nos tiene que salvar, por eso confiamos como artistas en el discurso que tiene esta función: educar en respeto al derecho del otro e igualdad, en respeto al dolor ajeno. Porque a veces no alcanza con visibilizar para avanzar en el problema, es necesario sensibilizar. Y el teatro social es tan necesario como esa educación».