El 27 de marzo era un día muy señalado en el calendario de Javier García Illescas y su socia Laura del Mar Bernat. También para sus familiares, algunos incluso tenían el billete ya comprado para venir a la isla y reservada una habitación de hotel. Pero no pudo ser. El coronavirus comenzó su escalada por España a principios de febrero haciendo tambalearse la economía nacional y sumiendo al país en un absoluto silencio. Sin parques, sin paseos, sin cines, sin teatro, sin colegio, sin ir a la oficina y, por supuesto, sin bares ni restaurantes. Así que, a pesar de los esfuerzos de García y Bernat, La Cabaña, el restaurante en el que llevan trabajando desde antes de noviembre, no pudo celebrar su esperada inauguración. Pero ahora es el momento.

Ubicado en Platja d'en Bossa, la amplia terraza de la que dispone el local servirá de gran ayuda para capear el temporal durante la desescalada, ya que las restricciones debido a la crisis limitan el aforo al 50% de su capacidad. «Gracias a Dios, es un terrazón», celebra García. De entre 18 y 20 comensales podrá dar servicio al restaurante, respetando la separación de dos metros entre mesa y mesa. Mascarillas de diseño para los trabajadores -«hemos encargado unas con dibujos de palmeras, que pegan con el local»-, guantes, controlar la temperatura de los trabajadores diariamente, un menú digital que el cliente podrá ver en su teléfono gracias a un código QR, para evitar los menús corrientes que pasan de mano en mano, desinfectar la sala cada dos horas, limpieza y desinfección en profundidad del local por la mañana y por la noche, dispensadores de gel desinfectante, servilletas y manteles desechables y carteles con los nuevos protocolos de seguridad para los clientes son tan solo algunas de las medidas que García y Bernat están tomando para abrir su negocio por primera vez al público.

Una inauguración atípica

Una inauguración atípica

«Es la primera vez que monto un restaurante. No es la mejor época, pero necesitamos empezar a generar ingresos. Yo no ingreso nada desde noviembre», confiesa García, chef de profesión. Durante el confinamiento, los responsables de La Cabaña han visto cómo su negocio peligraba debido a la salida de dos de sus socios capitalistas, preocupados por la crisis del Covid-19, y parecía que la inauguración no iba a llegar nunca. «Hemos tenido que aguantar mucho para no darnos por vencidos, pero aquí estamos», confiesa orgulloso García, más relajado debido a la inminente apertura, en la que también ofrecerá servicio de take away y delivery. «Estamos muy animados y tenemos muchas ganas de empezar a trabajar», agrega.

En Il Giardinetto, los trabajadores también se preparan para la apertura, aunque decidieron poner en marcha los fogones antes y desde la pasada semana ofrecen servicio de take away y comida a domicilio. Con un elaborado protocolo de seguridad para trabajadores y clientes, Laura Gilardi, encargada, explica que, antes de incorporarse al trabajo, los empleados (el restaurante reincorporará al trabajo a 6 de sus empleados, de los entre 30 y 40 que trabajan normalmente durante la temporada) deberán rellenar un formulario con su estado de salud. «Además, les vamos a proporcionar un termómetro personal para que lo primero que hagan al entrar a trabajar sea medirse la temperatura», informa. Desinfectante para manos, mascarilla y guantes son los nuevos accesorios del uniforme de los trabajadores, además del tradicional delantal. Con las mesas agrupadas en bloques, cada uno de ellos deberá hacerse cargo de uno y vigilar en todo momento que se cumplen las medidas de seguridad. Y para evitar que haya más de un empleado en la zona de las taquillas, cada uno tendrá un horario para cambiarse.

Protocolos estrictos

Protocolos estrictos

Aunque actualmente trabajan con un protocolo estricto para ofrecer el servicio a domicilio y take away, -como atender a los clientes de uno en uno en el local, sugerir el pago con tarjeta y desinfectar el TPV tras cada operación-, la llegada de los clientes obliga a endurecer las medidas de seguridad. Dispensadores de gel desinfectante en diferentes puntos del local, limpieza de sillas y mesas con cada cliente, desinfectar todo el local dos veces al día, retirar los menús y sustituirlos por unos virtuales, así como las aceiteras y los servilleteros de las mesas, servilletas desechables y respetar siempre la distancia de seguridad para dar comienzo a una temporada atípica en el puerto de es Botafoc. «Vamos a abrir, pero no tenemos muy claro cómo plantear el verano. Habrá que ir viendo», explica Gilardi.

En Vila, otro trabajador limpia una mampara de Es Mercat. La hora de la vuelta al trabajo se acerca y Geremías Monti, uno de los propietarios del negocio, hace los pedidos de los geles desinfectantes -que se colocarán en cada una de las mesas- guantes, mascarillas, pulverizadores para desinfectar la terraza y la cocina y una máquina de ozono para aniquilar cualquier bacteria. También son los propietarios de Can Tina, un restaurante cercano que tampoco pudo abrir sus puertas al público el día de su inauguración, el 11 de marzo, debido a la declaración, unos días después, del estado de alarma. «Teníamos todo previsto para la apertura y al final no pudo ser», lamenta Monti.

Las medidas de prevención entre el personal de los dos locales exigen que los trabajadores se sometan a un chequeo médico previo antes de su reincorporación, para «descartar fiebre o algunos síntomas». Al igual que el resto de negocios, trabajadores y clientes deberán respetar las distancias de seguridad establecidas por el Ministerio de Sanidad durante el estado de alarma.

Además del uso constante de equipos de protección (EPIS) durante las jornadas laborales, a Es Mercat no podrá acudir ningún cliente sin reserva previa y los encargados han dividido las jornadas en turnos, el primero, por la tarde, para los que quieran tomarse una cerveza, un refresco o una tapa, algo «rápido», y dos turnos para las cenas. Uno a las 20.30 horas y otro a las 22.30. La plantilla de empleados no se reincorpora al completo y, de momento, abrirán el bar con seis personas, dos en cocina, tres en sala y uno de los socios en la puerta, para vigilar que todas las medidas de seguridad e higiene se llevan a cabo, e impedir que los clientes accedan al interior del local. «No hemos recibido unas instrucciones concretas de qué medidas se deben llevar a cabo en nuestros negocios, así que vamos actuando por lógica, ya que queremos evitar cualquier mínimo riesgo de contagio», destaca el propietario.

«Dar vida al barrio»

«Dar vida al barrio»Aunque las restricciones de aforo y la obligación de abrir tan solo las terrazas de los bares suponga que muchos de los locales no obtengan beneficios durante una temporada, Monti opina que «se debe abrir de igual forma». «Nosotros abrimos para darle vida al barrio e incorporar a nuestros trabajadores. Sabemos que, de momento, ni Es Mercat ni Can Tina serán rentables. Pero ya habrá tiempos mejores», resalta. Ellos también personalizarán sus mascarillas, el complemento de moda de esta temporada 2020.

Sin embargo, para algunos locales de la isla las duras restricciones, la incertidumbre y las dudas les empujan a posponer la apertura de sus negocios. «La gente tiene muchas dudas como: ¿qué pasa si reincorporo a mi personal y luego la cosa no va bien, puedo devolverle al ERTE? Está todo muy en el aire», explica Verónica Juan, vicepresidenta de la Asociación de Restauración de la Pimeef. Juan, encargada de controlar los protocolos a seguir en el sector de la restauración, asegura que desde la Pimeef se está trabajando para poder proporcionar toda la información a los ciudadanos lo antes posible y asegura que es «optimista», ya que aunque la isla viva del turismo, los residentes «tienen muchas ganas de salir» y de hacer vida normal, lo que supone un «primer paso».