Después de semanas sin navegar por las aguas de las Pitiusas, los arrastreros alicantinos, en su mayoría procedentes de Villajoyosa, vuelven a pescar en nuestro litoral, para alivio de las cofradías de Ibiza y de Sant Antoni, que veían peligrar una de sus mayores fuentes de ingresos.

Eso sí, «con cuentagotas», como Xico Cardona, gerente de la cofradía de Vila, describe la situación. Nada que ver con la docena de embarcaciones de Alicante que, antes de que se decretara el estado de alarma, faenaban durante esta época del año: «Han empezado a llegar, pero pocos. Hace dos semanas vino un arrastrero a Sant Antoni y otro a Ibiza. Y dos la semana pasada a Ibiza», especifica. Pero mejor eso que la nada más absoluta, como ocurrió durante un mes, «desde el inicio del estado de alarma hasta el primer Lunes de Pascua, cuando descargaron dos».

Es la desescalada pesquera, fruto de la imperiosa necesidad económica, de los apuros que están pasando casi todos los sectores económicos del país. La lonja de Villajoyosa «sigue cerrada desde el 14 de marzo», según Cardona, pero sus pescadores no se han quedado de brazos cruzados: «Los pocos que salen de aquella localidad, o vienen a vender a Ibiza o van a Santa Pola, Denia o Calpe». Cuando empezó el estado de alarma, «los precios cayeron por los suelos» en aquellos puertos. Los patrones preferían amarrar el barco que vender «tirada» la gamba, que de casi 100 euros el kilo llegó a cotizarse a solo tres euros. La situación empieza, al parecer, a cambiar.

Que los arrastreros no pasaran por nuestro litoral suponía un grave perjuicio para los ingresos de las cofradías, que les cobran entre un 4% y un 6% de las ventas de gamba, cangrejo, brótola, bacaladilla, pescadilla o cigala. En el caso de Vila, supone casi el 10% del total de su facturación. En el de Sant Antoni, «un 50%», según su secretario, José Antonio Castelló. Si ya pasaban por una situación delicada debido a que cada vez hay menos arrastreros locales, que encima no vinieran los alicantinos suponía la puntilla para sus economías.

Para que sus capturas entren en el canal legal de comercialización, han de pasar por la lonja. Hay varios sistemas. Pueden atracar en los puertos ibicencos y vender a compradores locales a través de las lonjas, donde pesan y facturan las capturas, o pueden desembarcarlas a principios de semana en la lonja y enviarlas a la Península en camiones isotermos para que el género no pase mucho tiempo en cámaras. También pueden llevar consigo, en sus cámaras, los pescados y mariscos hasta sus puertos y lonjas de origen, pero pierden frescura.

De momento, los pescadores artesanales pitiusos están teniendo un buen año: «Incluso hay más demanda de mayoristas que antes del estado de alarma. Supongo que porque la gente está más en casa, cocina más y busca más el producto local, porque el de fuera no llega con la fluidez habitual», indica Cardona.

Los que van a pasarlo mal esta temporada, si no se reconduce la situación, son los pescadores que se centran en los meses de verano para abastecer a restaurantes o mayoristas, por ejemplo langostas y pescado de palangre. No tienen ahora compradores y todo indica que no los tendrán en mucho tiempo, hasta que la hostelería pueda abrir sus puertas y, sobre todo, vuelva a haber turistas que llenen sus locales.