La crisis social provocada por el coronavirus no solo está afectando a los colectivos más vulnerables, sino también a aquellos trabajadores que, debido a la pandemia, se han quedado en el paro al verse afectados por un expediente de regulación temporal de empleo (ERTE) o ni siquiera han podido comenzar la temporada como tenían previsto. A esta delicada situación laboral se suman los elevados alquileres, por lo que muchas personas se ven obligadas a recurrir, algunos por primera vez, a Cáritas para comer. «Si no donaran alimentos, no sé si podría comer, ya que ahora no tengo ingresos», cuenta Lucio Zambrano, un ecuatoriano afincado en la isla desde hace 18 años y que trabaja desde 2012 en un restaurante de playa de Platja d'en Bossa.

«Es la primera vez que necesito ayuda y que pido alimentos, ya que ahora no tengo ningún ingreso», explica Zambrano, en la cola de la sede de Cáritas Ibiza, en la calle Felip II, donde a las 10 horas ya esperan su turno más de una treintena de personas. Su empresa le informó el 24 de marzo de que se llevaría a cabo un ERTE, por lo que este mes no cobrará un salario y espera cobrar en mayo el subsidio correspondiente por desempleo. Al preguntarle cuándo podrá incorporarse a su puesto de trabajo este verano, Zambrano, que es fijo discontinuo, lamenta que ni siquiera sabe si comenzará la temporada ni cuándo tendrá dinero para pagar el alquiler, cuyo contrato, a diferencia del laboral, no ha quedado interrumpido. «Estoy fatal porque debo dos meses de alquiler, aunque mi casero es comprensivo», señala, agobiado, este ecuatoriano, que comparte piso con otro hombre de Colombia. «He pedido alimentos para los dos, ya que él se ha quedado sin trabajo, no tiene papeles y le echaron de la habitación de la casa donde vivía», cuenta Zambrano, que tras unos minutos de conversación se sincera: «Estoy un poco nervioso y estresado por lo que está ocurriendo. Nunca me había pasado esto, no pensé que pudiera estar así. Ahora no tengo ingresos de nada. Pensaba irme a mi país antes de comenzar la temporada, pero como estoy pendiente de una operación, decidí quedarme, pero por el virus la han aplazado», relata este nuevo usuario de Cáritas.

A apenas unos metros de distancia de Zambrano espera su turno para recoger alimentos otro hombre, que prefiere no dar su nombre, originario de Paraguay. Vive en la isla desde hace cuatro años, pero no tiene permiso de residencia, y desde entonces se gana la vida en la construcción y haciendo «algunas chapuzas». «Mi mujer, que está embarazada, tampoco trabaja, pero tenemos que pagar el alquiler del estudio donde vivimos, que son 800 euros mensuales. No quiero ni pensar en no poder trabajar este verano», confiesa este paraguayo, que preguntará a Cáritas si tiene derecho a una ayuda económica.

También de Paraguay es Gloria, usuaria de alimentos de Cáritas. También es la primera vez que se ve obligada a pedir ayuda para tener un plato de comida en la mesa. Este verano quería probar suerte en el sector servicios, ya que hasta el comienzo de la pandemia se dedicaba al cuidado de mayores. Sin embargo, el virus truncó sus expectativas laborales y, lo peor de todo, la dejó sin trabajo. «La persona a la que cuidaba ahora está en una residencia», cuenta Gloria. Tras quedarse sin empleo llamó a los Servicios Sociales para preguntar si podía solicitar alguna ayuda, pero todavía no ha obtenido respuesta y, como la mayoría de arrendatarios consultados por este diario en la cola de Cáritas, está muy angustiada por cómo afrontará la mensualidad si en su cuenta no entra ni un euro. «Nunca había pedido ayuda para nada, pero el alquiler es el problema, ya que no sé cómo pagaré los 750 euros de alquiler si no percibo ingresos», explica esta paraguaya, que vive con su hijo, de 24 años. «Él vino de Paraguay a Ibiza para trabajar, pero se ha encontrado con esto [la crisis por el Covid-19]», lamenta Gloria.

Al igual que Gloria, otro hombre de Ibiza, de mediana edad, tampoco puede afrontar el pago mensual de la habitación donde vive. «Tenía previsto empezar a trabajar en la obra cuando se decretó el estado de alarma, pero al final no me han llamado, por lo que no he podido pagar los 450 euros de alquiler», cuenta este afectado por la crisis social causada por la pandemia. « Me han dicho que podré recibir una ayuda económica, pero no la cobraré este mes, así que por necesidad he venido a Cáritas para recoger alimentos», relata el usuario.

El virus también ha truncado los planes de Dilia, de Ecuador, que llegó hace cuatro meses a Ibiza, donde vive su hija, en busca de una nueva oportunidad laboral. Vanesa, por su parte, empezó a trabajar en un restaurante en febrero y en apenas un mes se quedó en el paro por un ERTE.«Menos mal que no me pueden echar del piso», expresa Vanesa, que agrega que esta ONG de la Iglesia la «ha visto crecer».

Cerca de Vanesa se encuentra otra señora que es usuaria habitual de Cáritas, pero no todo el año. «Cuando trabajo no vengo, pero el invierno es duro y ahora estoy fatal, ya que estaba esperando empezar la temporada», confiesta esta mujer, a quien le han ayudado a pagar la última factura de la luz. Pero lo peor son los 3.600 euros que le debe a su arrendador por los tres meses que no ha podido pagar. «Siempre he pagado el alquiler de la vivienda, es la primera vez que me retraso, pero ya me ha llegado la denuncia del juzgado», se queja esta beneficiaria de Cáritas, que también tiene que ayudar a su hija, sin empleo y que solo percibe una ayuda 250 euros, y a sus dos nietos menores de edad.

Estas son algunas de las 74 personas a las que Cáritas Diocesana de Ibiza entregó ayer alimentos. En Sant Antoni, la Cáritas Parroquial del municipio dio comida a 87 beneficiarios, entre los que hay 19 menores. Desde la entidad destacan que, exceptuando 19 personas, el resto proceden de derivaciones de los servicios sociales de los Consistorios de Sant Antoni y Sant Josep, de Metges el Món, de la Oficina de la Dona y del Servei de Acogida Municipal de Ibiza (SAM). Gracias a las donaciones de particulares, Cáritas Parroquial de Sant Antoni puede hacer frente a este notable incremento de peticiones de alimentos originada por el coronavirus. De hecho, ayer la Federación Hotelera de Ibiza y Formentera (Fehif) les donó 1.080 kilos de productos no perecederos.

Además, en los próximos días el Lidl de Sant Antoni y los establecimientos de Es Cucó e Hiper Centro, ambos en Sant Josep, recogerán alimentos para Cáritas Parroquial de Sant Antoni.

Por otro lado, ayer también acudieron a Cáritas dos miembros de Equip Voluntari, Àngels Cardona y Vicent Costa, para recoger alimentos de personas que, por diferentes motivos, no pueden salir de casa. «Somos miembros de Xarxa Junts, la plataforma creada por el Govern para canalizar la solidaridad ciudadana de Balears surgida a raíz de la crisis por la Covid-19», explican Costa y Cardona. Entre los colectivos que ayudan destacan las personas con discapacidad, mayores, niños de familias desprotegidas y mujeres víctimas de violencia de género. «Tomamos todas las medidas de precaución necesarias para evitar contagios», concluyen estos dos voluntarios.