Cuando se me pasó por la cabeza hacer una serie de charlas, con amigos, más o menos conocidos, pero sin duda importantes dentro del panorama cultural, pensé que estaría bien llamarlas algo del tipo: 'Charlas desde el confinamiento'. Pero en cuanto, hablando con Raúl Cimas le comenté que, lamentablemente, serían por teléfono, él desde su casa y yo desde la mía, en lugar de en un bar, él me contestó que aceptaba solo si le dejaba un pagaré, porque tomaríamos después esas cervezas.

Me pareció mucho más lúcido su plan que el mío. Además, transmitía mejor ese fin último de estas charlas que con él empiezan y, gracias a él, qué caray, han cambiado de nomenclatura a 'Una cerveza pendiente' que bien pueden representar ese café, o esa agua del grifo que todos queremos compartir con alguien de nuevo. Y además, pronto; pero sobre todo, sabiéndonos a salvo. Mientras, he invitado a unos cuantos amigos -y solo a cambio de una cerveza pendiente-, a compartir un rato, a que nos cuenten cómo están llevando esta cuarentena, cómo han quedado sus planes y cuáles serán las grandes cosas que harán pronto, muy pronto. Estoy convencida de que os van a sorprender y, si en algún punto, nos arrancan una sonrisa -yo me he reído a carcajadas-, doy por bien invertidos los euros de una cerveza.

A Raúl Cimas le atrapó el confinamiento precisamente cuando él se había autoaislado en una casita en la montaña de la Sierra madrileña. Había logrado juntar unos días de vacaciones para poder trabajar en el guion de la próxima película de 'Camera Café'. Compagina ahora este trabajo con el de los programas 'Late Motiv' o 'Cero en historia', de los que es colaborador más que habitual, imprescindible y que, como él, se han reinventado, para seguir entreteniendo al público, ahora desde casa. Se ha sacado de la manga dos miniseries desde su confinamiento: 'El hombre y el terruño' (un homenaje a 'El hombre y la Tierra' al más puro estilo Cimas) y 'Charlas con Fire', coprotagonizada con Fire Johnson, que no es otro que el fuego de su chimenea, con el que habla para no volverse loco (o quizá porque ya es tarde), cual si fuera Tom Hanks en 'Náufrago', con la importante diferencia de que Fire le responde y Wilson nunca se mostró por la labor.

Además del guion, de los programas y las miniseries, me cuenta que está dibujando mucho, leyendo, tocando la guitarra, cocinando, cortando leña y hasta haciendo lejía con cenizas (Fire debe estar orgulloso). Es un hombre que lidia bien con las soledades, amable y lleno de energía que imprime en todo lo que toca. Hablamos de sus viajes a Eivissa y cómo la isla le cambió, de algún modo, su visión de la naturaleza y hasta marcó el lugar en el que ahora vive.

Le cuento que estos días he releído 'Prodigios', su tercer libro que me firmó (junto al garabato de un endemoniado vigilando el asado) en noviembre. El libro ilustrado en el más amplio sentido de la palabra -Cimas empezó estudiando Bellas Artes antes de convertirse en la conocida figura televisiva-, está plagado de personajes imposibles solo en apariencia. Le digo que tengo uno favorito: Carlos_paqui, un hater, sin otro quehacer que malmeter a cualquier publicación del atractivo Hombre Pájaro que se va convirtiendo en influencer delante de nuestros ojos. El retrato que hace del mundo, más allá de las redes sociales, sí que es prodigioso.

Cuando te preguntan a qué te dedicas, ¿qué contestas?

Humorista. Tú date cuenta de que los cómicos a lo largo de la historia han cantado, han actuado, han dibujado, han escrito? El humor tiene muchos caminos por los que trabajar.

¿Con quién estás pasando la cuarentena? ¿Dónde las estás pasando?

En la Sierra. He tenido la suerte de que me pillara unos días antes de vacaciones en una casa en la montaña y aquí sigo, solo. Estoy trabajando en el guion de la película 'Camera Café', vine a rematar el guion y, ya ves.

He visto que estos días 'Camera Café' ha compartido un corto animando a la gente a quedarse en casa y que está francamente bien.

Sí, ha sido una sorpresa ver cómo los recuerda la gente porque es un mundo este, el de la televisión, francamente injusto. Los programas, la gente, acaban muriendo en la memoria. Yo he tenido la suerte de participar en cosas como 'Muchachada Nui', 'La hora chanante', que han quedado en la memoria colectiva de la gente, pero la verdad es que son pocos los casos.

Sin embargo, vivimos una época en la que quizá, nunca haya sido tan democrática la fama. Es decir, que quizá nunca haya sido tan fácil que cualquiera alcance un minuto de gloria. Luego hay que mantenerla, lleva mucho trabajo detrás, pero nunca como ahora ha habido tantas opciones, tantos canales, e incluso, nunca antes habíamos tenido esa posibilidad de darte a conocer sin que haya sido una televisión la de echarte el ojo. No me refiero a acumular seguidores, sino a lograr esa visibilidad de tu trabajo.

Bueno, probablemente la fama, para mí, sea lo peor de todo esto. Y no creo mucho en esa democracia de la fama. Lo que me pasa, a mí, es que suele coincidir que pienso en los autores, escritores, cantantes, directores que me gustan, y no suelen ser los más famosos y, además, esa vara de medir que se utiliza, me parece completamente injusta. Hay que recordar lo que es «la masa»; la masa crucificó a Jesús, la masa glorificó a Hitler? Hay que tener cuidado con la masa.

Esta historia entre historias de tu libro 'Prodigios', el Hombre Pájaro, explica de maravilla la evolución de esta fama, de esta masa de las redes sociales. Empieza con un número importante de 'me gusta', de comentarios, pero va creciendo de una manera incontrolable, ¡y esos comentaristas! Carlos_paqui como odiador, pero defines a la perfección en lo que puede ser el «mínimo común denominador de ese camino a la fama»: el que le apoya incondicionalmente desde el inicio; el que intenta buscar siempre una segunda lectura en cada cosa que publica, tratando de barrerlo para su bando y, por último, esa novia de turno, ese número creciente de admiradores.

Bueno, ese Hombre Pájaro representa cómo veo yo la popularidad. Se supone que es un hombre con un talento único: un hombre que puede volar y, sin embargo, lo utiliza para ganar seguidores en Instagram y para salir posando guapo cuando podría estar por ahí, salvando vidas. Podría hacer muchas más cosas y eso? está pasando de verdad.

Este personaje es atractivo, pero luego tienes esos otros: Fran Lombriz, el empleado del catastro que, aparentemente, no lo son. Sin embargo, el inicio es igual para todos: posan para esa foto de la red social que les hace una novia. Sean guapos o más feos que el copón, pero todos cuentan con esa novia que les fotografía porque para ella sí son los más guapos.

La belleza y el éxito son dos cosas perecederas y probablemente, más (risas) hasta subnormales. A mí, desde luego, me da más placer irme a la cama, pensando que he hecho algo que merece la pena, que ha sacado unas risas, que no ha ofendido a nadie y quizá en otro formato habría conseguido más aplausos. El éxito, para mí, es poder dormir bien.

Y en el asunto ese de ofenderse, ¿cuánta parte crees que tienes tú en ofender a alguien y en cuánta crees que es él el que se ofende?

Bueno, creo que ahora está de moda tener la piel fina y que hay que rebelarse un poco contra todo eso. Hay como unas ganas de ponerse en el papel de la víctima... El humor, claramente, tiene una parte de incorrección, ahora, entre eso y tirar la piedra, ir a ofender directamente a una persona excusándose en el humor, hay una gran escala de grises. ¿Que me dices que el humorista se está poniendo cada vez más violento en respuesta a que la gente es más imbécil? ¿Que la gente se está volviendo cada vez más sensible porque el humor es más agresivo? No lo sé, yo he visto las dos cosas. En mi caso, que llevo muchos años trabajando el humor blanco, que es el más difícil; alejado de la política, cuando he visto cosas así, siempre me ha parecido injusto. Y luego, sobre las opiniones, es lo que hablábamos antes de la masa. Parece que todo está sobreopinado. Parece que todo el mundo tiene que opinar sobre todo y así la opinión queda devaluada. La opinión de personas que tienen dos dedos de frente queda oculta entre los cientos de miles de opiniones de gente que no piensa ni un segundo antes de opinar.

Decía Ignatius que igual hemos cometido un error al llamar a la libertad de expresión, libertad de expresión. Que hay quien ha acabado confundiendo libertad de expresión con obligación de expresión.

Yo en 'La resistencia' conté una anécdota de la primera vez que di mi opinión: fue una vez que mi abuela había hecho natillas y, delante de toda la familia que estaba admirando las natillas, se me ocurrió decir que a mí me gustaban más las de Danone. Entonces mi hermano me dijo: «¿Eso sabes por qué es?», «¿Por qué?», «Porque eres gilipollas». ¡Y toda la familia se rio de mí! Se rio hasta mi abuela que ¡dónde se ha visto una abuela reírse de su nieto! Y es que a veces tu opinión tienes que metértela por el culo, pero hay gente que va por ahí como intentando demostrar que tiene una personalidad y da mucha pereza.

Cuéntame algo de tu confinamiento, ¿estás haciendo deporte? ¿Qué estás haciendo?

Pues estoy haciendo muchas cosas y muchas cosas creativas. Estoy haciendo lejía con la ceniza de la chimenea?

[Le interrumpo] ¿Lejía con las cenizas? ¡No te imaginaba para nada en confinamiento haciendo lejía!

Pues sí. Y está muy bien aprovechar el tiempo en cosas así. Creo que es un trabajo a la larga bastante antropológico; te encuentras con esas «maneras» con las que trabajaban en el pasado. Y hago deporte también, en el jardín y eso que aquí ha nevado. Créeme que, entre ir a buscar leña, trabajar, hay mucho que hacer. Llegas con la espalda destrozada a las siete de la tarde. También estoy alimentando a unos gatos que andan por aquí, y entre escribir, ir preparando las grabaciones? Lo importante es tener la cabeza entretenida, alejarte del telediario, intentar llegar al final del día cansado. Que el telediario hay que verlo, mantenerte informado, sí, pero una vez al día, no estar todo el día. Pero no ahora con esto. Ya pasaba antes. Es una de las cosas que yo reflexionaría. Hemos pasado de que podía hacer un chiste de política porque no le importaba a nadie la política. Luego, después de la crisis del 2008, después de las acampadas, entramos en una dinámica que era necesaria cambiar, pero que creo que ahora es excesiva. Hay canales que dedican todo el día al dale que te pego; al rojos contra azules, y hay por ahí gente con la que ya resulta difícil hablar. Al menos, de otra cosa.

¿Qué echas de menos que no hubieras imaginado? Y al contrario, ¿qué te ha sorprendido que hace un mes hubieras pensado que echarías de menos y ahora ves que no?

Parece mentira, pero probablemente nada. Teniendo en cuenta que es antinatural que tengas que estar encerrado en tu casa y que no tengas la libertad de movimientos, de ir a ver a la gente que quieres, de recibirles; de abrazar a mi madre, a mis hermanos o mis amigos. Pero dadas las circunstancias, soy una persona que he tenido mucha suerte de estar donde estoy. Hay que ser conscientes y sensibles de las distintas realidades que hay y yo tengo un jardín, puedo tomar el sol. Tengo más posibilidades que muchos. Pero también soy alguien que siempre he cultivado y he disfrutado de estar en mi casa: me gusta leer, me gusta escribir, me gusta tocar la guitarra, cocinar? creo que vivimos en una época en la que, a priori, no debería ser un drama estar un mes en casa, en comparación a todo el bien que haces. Entiendo que para las personas que tienen que estar conviviendo, una pareja, con los hijos en un piso pequeño puede acabar siendo desquiciante, pero no es mi caso. Mi casa es muy humilde, pero está en un sitio precioso.

Estoy pensando en tus grabaciones de estos días, estando solo. Están llenas de planos, de ángulos? ¿Pones el móvil a grabar y echas a correr confiando en que se te va a ver para darte cuenta luego de que no se te veía? ¿Y los gritos que suenan? ¡Te gritas a ti mismo!

[Risas] Sí, exactamente es así. Bueno, grabo los planos y luego los envío a un amigo que me los va editando y me los van reenviando y así, una y otra vez, de esta manera. Es un trabajo mucho más lento, claro, y más difícil, pero es que yo ya había hecho callo en trabajar con presupuestos ínfimos. 'Óxido Nitroso', 'Cine Low Cost en Versión Española', eran cuatro perras; las series con mis amigos para 'Late Motiv'? De alguna manera me he entrenado hasta que he tocado fondo del «yo solo con un móvil». Creo que ya no se puede hacer con menos. No sé, sombras chinas con las manos, será lo siguiente.

Valoro muchísimo más cuando se ve ese punto casero, ese punto humano detrás de la escena. Y disfruto de ver los efectos especiales; los cutres, los «de antes». Por ejemplo, leí sobre la grabación de 'El mago de Oz' y la nieve ¡era amianto!

Precisamente esa película tuvo unos resultados atroces. Algunos actores enfermaron tras tantas horas tras esos maquillajes. A lo mejor no lo sabes, pero el amianto destrozó todo el vestuario de Espinete, del 'Un, dos, tres?' Por estar almacenados en el mismo lugar en que había partes de amianto. Te da para pensar en tanto trabajo y en de qué sirve tener algo así almacenado tanto tiempo.

Eso pienso yo con respecto a aquellos viejos carteles de los cines, aquellas grandes lonas pintadas a mano, unas obras de arte brutales, y al llegar el siguiente estreno ¡se pintaban por encima! Para no tener que gastar dinero en otra lona.

Sí, tenía que ser muy doloroso para el artista.

O a saber, o quizá le daba igual. ¿Te imaginas que se hubieran llevado a un museo, en cualquier lugar del mundo? Yo iría.

Bueno, hay una parte del arte que es perecedera. Mira los ninots de las Fallas, por ejemplo, auténticas esculturas y se queman.

Las obras hechas de tiza en las aceras, esos fantásticos y efímeros castillos en la playa?

[Risas] Tiene cierta simbología. Todo o casi todo muere. Precisamente eso les da valor a las pirámides, a esas pocas cosas que llevan ahí tanto tiempo.

Me parece que es una reflexión a la que dar una vuelta estos días de confinamiento: el valor de lo efímero o no efímero. Para empezar, nosotros somos efímeros y frágiles y a muchos se nos estaba olvidando.

Sí, y hay que valorar muchas de las cosas que tenemos, y otras que teníamos y quizá ya no volvamos a tener. Y no darlas por supuesto, sino un privilegio del que gozamos o hemos gozado y, recordar eso, nos viene muy bien. La vida es así y probablemente el hombre, sobre todo occidental, del primer mundo, tiene una enfermedad de prepotencia y egocentrismo y de vez en cuando la Tierra le recuerda lo pequeño que es.

¿Eres de los que creen que la humanidad, que las personas van a salir mejores de esto?

[Risas] Bueno, la humanidad tiene una capacidad para decepcionar impresionante, así que yo no partiría una lanza. Sí, a corto plazo, seguro, pero luego todo se olvidará y volveremos a tropezar en la misma piedra, que es lo que ha demostrado el hombre una y otra vez.

Quizá esto solo saque lo que verdaderamente eres. Está sacando algunos miserables, pero también está sacando numerosos héroes que quizá ni sabían que lo eran. Que pensaban que eran normales y no lo son: son extraordinarios. Y no me refiero solo al que está trabajando en primera línea, veinte horas en unas condiciones ínfimas de sueldo y seguridad, sino al vecino que quizá nunca imaginó que le preguntaría a la vecina que no conoce si necesita que le cocine algo, si necesita ayuda.

Pues yo, sin embargo, sí. Yo siempre he tenido mucha confianza en el pueblo, en el ciudadano, en el vecino. Yo creo que al final, la historia del ser humano es un horror tras otro, que el mundo es y será una porquería y, bueno, uno intenta impregnarse de otras cosas, hay muchas cosas maravillosas. Somos capaces de lo mejor y lo peor o, al menos eso es lo que hemos demostrado a lo largo de nuestra historia. Ahora estamos alucinados con lo buenos que somos con vete a saber qué, pero somos la misma sociedad que tenemos a África muerta de hambre. La enseñanza que se podrá sacar de esto, espero, es que mucha gente descubra lo bien que puede estar consigo misma y todo lo que puede aprender. ¿Sabes qué pasa? Que generalmente se rehúye esa situación de la soledad, porque en la soledad ataca la conciencia y hay que sentarse, a veces, a hablar con uno mismo. Cuando empecé como monologuista, viajaba solo, actuaba solo y me iba solo al hostal y, a lo mejor, como no tenía otro oficio ni beneficio y estaba de viaje, me quedaba cuatro, cinco días pateando solo la ciudad. He pasado muchas horas solo y las he disfrutado y quizá al principio en aquellos viajes se apoderaba de mí mismo ese sentimiento de pena, pero ese sentimiento lo vences rápido y tú, tú mismo, eres una compañía muy buena ¿y ahora? Que tienes internet, teléfono?

Y la nevera llena, llena de todo lo que quieres.

Exactamente. Aquí hay gente que lo está pasando muy muy mal, porque está enferma o porque está luchando sin medios contra algo que los desborda. Y ves una cantidad de personas lamentándose de frivolidades, reclamando una atención? que no es el momento. No es su momento ahora. Hay como una necesidad del aplauso de los demás que quizá, ahora, sea exagerada: cien mil seguidores, cien mil 'me gusta', que alguien te diga qué guapo estás?

Leí por ahí, no recuerdo de quién, algo antiguo: «Se tomaba imágenes de sí mismo como si necesitara recordarse que existe». Era como el preaviso de que iban a llegar los 'selfies'.

Puede ser. Sin embargo, había muchos artistas que se pintaban a sí mismos y no como egocentrismo, sino como castigo. El egocentrismo en el hombre, el egoísmo, no hay que negarlo. El orgullo también te ayuda a liberarte de alguna circunstancia injusta que te aprisiona. El problema es cuando esto se descompensa y lo más importante para ti, ahora? es esa imbecilidad. Somos criaturas sociales, no estamos hechos para estar solos. Esa otra frase: «La mayoría de los problemas del hombre son que no puede estar solo en casa»; que a mí, con mucho respeto porque seguro que sería de un gran pensador, alguien mejor que yo, pero me parece una gilipollez. Es como decir «la mayoría de los problemas del hombre se resolverían si tuvieran alas y pudieran volar». ¡Pero es que lo que pasa es que no las tenemos! Es como los animales que tampoco están hechos para estar en jaulas, y se enjaulan, y al final, se rebelan. Pero nosotros tenemos el raciocinio de saber por qué lo estamos haciendo. Ahora. Una vez que salgas, seguramente sí te haya crecido algo esa capacidad de ver que no pasa nada por estar dos meses sin ese casito y por escucharte a ver lo que tienes que decirte a ti mismo.

Cuéntame un poco sobre esa relación tuya con Ibiza. Has actuado en varios sitios, en Can Ventosa, en El Divino, pero también has estado por placer, ¿qué tal te ha acogido? ¿qué tal es el público ibicenco?

Allá donde vas, la gente siempre te dice: «Aquí es que somos muy mal público», pero no es cierto. En ninguna ciudad ha sido nunca cierto.

Bueno, en otro sentido, algo que quizá sucede al ibicenco como en tantos otros lugares, es que hay como una sensación de que para entrar a un lugar hay que pagar, sí, pero los de fuera: «Nosotros entramos porque conocemos a alguien».

Eso ha pasado mucho con la cultura. También ha pasado, por ejemplo, en la música. La música ha pasado de un extremo en que había claramente una mafia que decía quién sí, quién no, y a la gente no le llegaba todo lo que había. Y luego, cuando todo se abrió, lo que no puede ser es que haya cantantes que suenen, que escuches en tu casa canciones que te hacen emocionarte, pero por las que no perciban. O películas. O series. Todo eso cuesta dinero hacerlo, y años de formación. Dentro de esta cultura hay un punto en común donde el obrero y el empresario más recalcitrante que haya se dan la mano y es reírse de un cantante. Yo les diría que se imaginen un mundo sin música. Mira ahora, que está todo el mundo en casa: «Recomiéndame un libro, una canción, una película?».

Eso es precisamente lo que tú y yo hablamos cuando te dije que estaba preparando estas entrevistas. Que lo que buscaba era trasladar un poco de esta serie de artistas que, estando como están, pasando lo que todos los demás, lejos de esconderse a esperar que esto pase, ¡estáis! Desde los únicos medios que tenéis en vuestra casa, buscáis algo con lo que entretener. Me alucina la demanda que ha habido, no ya de series o libros, sino de estos, llámalos «directos» o «vídeos específicos» que estáis haciendo desde vuestros encierros. Estáis, con canciones, con 'sketches', pero diciendo: «Eh, que estoy aquí, contigo». Me parece admirable.

Claro, es que yo soy humorista. Era humorista cuando murió mi padre, lo era cuando me he separado de mis parejas y ahora que hay una pandemia, me toca seguir siendo humorista. Es un momento muy difícil, pero hay que intentarlo. ¡Hay que intentarlo! Volviendo a esos: «Recomiéndame algo» ¡yo les voy a recomendar algo! Que intenten escribir un libro, una canción, el guion de una película? Porque verán lo difícil que es. Porque se sientan y las disfrutan. O no, y dicen: «Es una mierda» a los cinco minutos -que yo he abandonado muchos libros y películas-, pero es un gran momento para valorar lo complicado que es esto y, a la vez, lo importante. Lo bien que te viene que haya música cuando vas a un bar, lo bien que te viene tener un libro en las manos estos días.

Otra de las muchas cosas que he leído por ahí: «Si de estos días no sales con un libro o una idea para un nuevo proyecto o negocio, no vuelvas a decir que lo que te falta es tiempo». Yo creo que hay un público que no solo está valorando lo que hacéis, sino que, además, vosotros salís mucho más fortalecidos. Ven todo el trabajo que tenéis detrás. Es muy fácil verte en la tele y pensar: «Mira qué fácil, le escriben el guion, le peinan y ya», pero no, lo estás haciendo tú solo, en tu casa ¡y lo estás haciendo genial! Imagina luego cuando tienes todos los medios y todos los peluqueros del mundo.

¡A mí quién me va a escribir el guion! No, no? Bueno, claro, como se llama 'cómico' cualquiera, es lógico que haya quien crea que nos escriben los guiones, pero no. Eso no puede ser, no son cómicos.

Volvamos a Ibiza, ¿compartimos con los lectores aquella bonita anécdota que me contaste?

Hace años, tras una actuación, vino a verme un amigo de la infancia por sorpresa. Resultó que estaba allí de ingeniero forestal. Me presentó al guardia forestal con el que convivía en una casa, en lo alto de una montaña. Ya llegar y conocerle -él estaba en una hamaca, en aquel lugar impresionante-, es probablemente, lo que me ha llevado a estar viviendo aquí hoy. ¡Mira si Ibiza fue importante para mí! Aquellos dos, tres días con esa persona; aquella imagen de un tipo en una hamaca después de trabajar, los considero muy culpables de estar en una montaña. Era un hombre formidable e hicimos muy buenas migas. Me llevó de ruta, ¡conocí una Ibiza?! Que me gustó mucho más que toda esa imagen frívola, de sarao, de la noche, que a mí siempre me ha parecido una gilipollez esquizofrénica. Y saber, conocer toda esa parte mágica, mezclada con los hippies, esa naturaleza tan abrumadora, todos esos rincones que, seguramente, yo solo pisé gracias a esta persona? Estoy convencido de que muy poca gente ha tenido el placer de estar allí. Eso es un recuerdo que tendré toda la vida. Y de todas las veces que he ido, la mejor experiencia, el mejor viaje, sin duda, fue aquel. No le he vuelto a ver, no recuerdo su nombre, pero él y aquella ruta, son mi gran recuerdo de Ibiza.

Y ya como despedida, ¿qué te gustaría decirles a los lectores?

¡Que se queden en su puta casa! Que hagan caso y que aprovechen para hacer muchas cosas y para reencontrarse consigo mismos. Me estoy refiriendo a los que no les está tocando directamente la enfermedad y a los que sí, decirles que tienen toda nuestra admiración, que esto es una maldición, una lotería lamentable. No se lo merecen, pero que estamos todos con ellos, que salgan adelante, que les necesitamos. Y a ti, que tengo un pagaré, me debes una cerveza.