Delfines nadando en el interior del puerto de Ibiza, patos acompañados de sus polluelos cruzando la avenida Santa Eulària, un cormorán en la plaza del Parque, anátidas de diversas especies por las calles y tejados... Desde que comenzó el confinamiento, las redes sociales se llenan de imágenes inéditas en la isla desde hace décadas. Como si la naturaleza resucitara tan pronto como el ser humano se retira de ella, las especies animales y vegetales parecen estar reconquistando sus dominios. El biólogo marino Manu San Félix explica en esta entrevista la incidencia que tiene el confinamiento de la población sobre el medio ambiente y los recursos naturales.

¿Se ha detectado o cabe esperar una mejora de los ecosistemas marinos por la reducción en el tráfico de buques en Ibiza y Formentera

Que yo sepa, la actividad pesquera ha disminuido en torno al 50% en Balears, pero no se ha detenido. Habiendo transcurrido tan sólo unas semanas no debemos esperar grandes cambios en los ecosistemas marinos. Para que observásemos una mejora es necesario más tiempo, pero no deseo que esa tregua al medio marino venga de esta situación dramática. Por supuesto que necesitamos urgentemente mejorar el estado de nuestros ecosistemas marinos que, si los comparamos a como eran hace 60 ó 70 años, se han deteriorado muchísimo. Pero esa mejora debe venir de una mejor actuación por nuestra parte y no de una situación desgraciada para la humanidad.

¿En qué consistiría esa mejoría?

Si se produjese esa hipotética mejora porque el estado de alarma se alarga mucho más de lo que nadie desea, lo primero que notaríamos sería un incremento de la biomasa de peces. Si hay disminución de la presión de la pesca, el mar es agradecido en ese sentido y ofrece resultados muy rápidamente. También es cierto que nosotros tenemos una enorme capacidad de pescar ese beneficio que se ha generado en un santiamén. Esa recuperación debida a la forzosa veda la disfrutaríamos poco. Suponiendo que este frenazo de la actividad humana en el mar en torno a Ibiza y Formentera se alargue hacia la temporada, algo que no desea nadie y que solo de pensarlo da miedo, lo notaríamos sobre todo en la mejora de la calidad del agua. Ya sabemos que tenemos desde hace años un gran problema con la insuficiente capacidad de depuración de las aguas residuales en ambas islas. Si hay una población menor sobre las islas, los vertidos de aguas sin depurar o insuficientemente depuradas disminuirían. Eso implica menos microorganismos patógenos en el agua (virus y bacterias), subida del nivel de oxígeno en las aguas costeras, incremento de la visibilidad... En conclusión, nuestras costas recuperarían parte del brillo y esplendor del pasado.

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La fauna silvestre conquista Ibiza

¿Qué relación hay entre el origen de este virus y la forma en que tratamos a la naturaleza?

En el origen de este desastre está el desprecio con el que los seres humanos desde hace décadas tratamos a la naturaleza. Ya antes nos ha avisado con otras epidemias de coronavirus, como el Mers o el Sars. Mas mortíferos, pero menos contagiosos. El hecho de frenarlas con más éxito que ésta generó un exceso de confianza que ahora estamos pagando. Se desatendió una amenaza que estaba ahí y de la que hace tiempo habían avisado los expertos porque el escenario era propicio. Lo que ha sucedido estaba vaticinado como muy probable. Una de las maneras de prevenir una pandemia es tener una naturaleza sana, bien conservada, en equilibrio. Nature, la revista científica de referencia mundial, ya casi ha confirmado que este virus viene de matar animales salvajes para comerlos (murciélagos y pangolines) gracias a que se ha seguido el rastro que deja el genoma y que la tecnología permite remontar hasta el paciente cero y hasta el animal que lo infectó.

Este respiro que experimenta la naturaleza ¿tendrá efectos duraderos o será sólo algo pasajero?

Creo que lo que está pasando tiene una repercusión positiva para el medio ambiente, simbólica porque es algo puntual, pero en cuanto volvamos progresivamente a la normalidad esa repercusión desaparecerá y en ningún momento los efectos se extenderán a largo plazo. Salvo que cambiemos gracias a esta lección. Pero conociendo al ser humano y a nuestra sociedad es fácil que pronto nos olvidemos de todo y volvamos a las andadas. No hacerlo es el gran desafío. A los seres humanos lo que más nos cuesta es cambiar y hay innumerables ejemplos de ello. Recientemente, nosotros vimos lo que sucedía en China y luego en Italia y no reaccionamos ni cambiamos nuestro día a día. Ahora, otros países ven lo que nos ha pasado a nosotros y les cuesta reaccionar, cambiar su día a día.

¿Qué enseñanza debería extraerse de este episodio por lo que se refiere al medio ambiente?

No dejo de reflexionar sobre ello estos días. Desde que comenzó la epidemia no puedo evitar ver una relación entre ese maltrato que ejercemos a la naturaleza y lo que está pasando. Esto es una gran lección al ser humano por la falta de humildad que mostramos sintiéndonos omnipotentes, por encima de todo, como si nada nos afectase, como si pudiésemos arreglar cualquier cosa. Un claro ejemplo de ello es la falta de reacción al gravísimo problema que nos espera detrás de la pandemia: el cambio climático. A todos los países les está costando mucho reaccionar. Para mí hay un mensaje muy claro de la naturaleza. Nos está poniendo en nuestro sitio con su entidad biológica más simple: un virus, que no llega ni siquiera a la categoría de célula. Un conjunto de proteínas con un trozo de genoma (RNA) y algo de grasa. Con tan poca cosa nos está dando un jaque mate que nos pone en nuestro sitio y demuestra lo poco que somos en el universo.

¿Qué toca hacer ahora?

Recibido este mensaje, si somos lo que creemos, una sociedad de seres inteligentes, debemos aprender la lección y cambiar. Pero eso son deberes que tenemos para el futuro, ya que ahora lo más importante es ayudar a los que lo están pasando mal. Apoyar a los que hacen un trabajo valiente, impagado y anónimo que son nuestros sanitarios y nuestra policía. Y luego toca luchar unidos para salir adelante de este preocupante bache económico. Vivimos en unas islas privilegiadas gracias a la naturaleza, que nos ha regalado un clima bendecido, una costa maravillosa y un agua envidiable. Ese es nuestro gran tesoro y lo que debemos proteger como si estuviese en una caja fuerte. Y trabajar para que dentro de unos años nuestras islas se parezcan más a como eran en 1950 que a como son ahora en el año 2020.