Trebujena (Cádiz) tiene 7.030 habitantes y una población activa de 3.200 personas. La mitad, 1.600, trabajan de forma estable en la Sanidad, pero además hay otras 400 que lo hacen según la época del año. En la actualidad, y debido a la pandemia del Covid-19, hay dos millares ejerciendo como enfermeros, celadores o médicos en toda España, es decir, el 62% de los trebujeneros. De ellos, casi una treintena trabajan en los centros de salud y hospitales de las Pitiusas.

La apuesta de esa población andaluza por la Sanidad comenzó en el año 1983, cuando su presidente local de la Cruz Roja, José Cabrera, y el alcalde, Juan Oliveros, del PCE, crearon una escuela cuya primera línea de formación fue la de auxiliares de Enfermería para mujeres, las damas auxiliares de enfermería de la Cruz Roja, según explica su alcalde, Jorge David Rodríguez. Aquella formación permitió a muchas trebujeneras escapar del paro o de empleos temporales, mal pagados o muy duros en el campo. La escuela es ahora un centro de formación bautizado con el nombre de su fundador, José Cabrera, en el que se gradúan muchos de los auxiliares de enfermería, celadores y técnicos de radiología que trabajan en Ibiza y Formentera, pero también pinches de cocina y cocineros.

Francisco Parra Gómez, de 49 años de edad, pertenece a una de las primeras promociones de celadores de esa escuela. Llegó a la isla junto a su mujer hace 30 años para trabajar en la obra, pero dada su formación entró como celador hace 24 años en el hospital Can Misses, donde se le conoce como Paco el Apañero: «Aquí han llegado a trabajar más de 40 trebujeneros. Ahora debe haber casi 30», señala Parra. «Hay matronas, enfermeras, técnicos de radioterapia? Muchos, como no les gusta el hospital, luego siguen de camareros o electricistas», añade.

Las primeras promociones empezaron a trabajar en los hospitales más cercanos a Trebujena. Una vez copados esos puestos, empezó la emigración: «Y Balears fue uno de los primeros lugares adonde fueron los trebujeneros», cuenta el alcalde. Esa es una de las cualidades de sus habitantes: no tienen reparos en emigrar. Además, acumulan así puntos para poder regresar algún día a su lugar de origen.

En el pueblo hay dos asesores laborales, Juan José Arellano e Isabel Oliveros, que desde Andalucía Orienta se encargan de «detectar las bolsas de trabajo y comunicarlas a los interesados para que echen sus instancias» en cualquier lugar del país. Porque ser trebujenero tiene un plus en el mundillo sanitario: a su formación se suma su disponibilidad inmediata, algo a lo que no están dispuestos en otras poblaciones. Arellano e Isabel tienen un don especial para esa labor: «Se conocen todas las bolsas de trabajo sanitario del país», indica Ana Pruaño, enfermera trebujenera en Can Misses.

El alquiler en la isla es uno de los problemas a los que se enfrentan: «Los celadores, los que menos ganan, tienen que hacer trabajos extras para sobrevivir aquí», cuenta Parra. De ahí que, en cuanto tienen la posibilidad de trabajar cerca de Trebujena, aunque sea sólo seis meses, se van allá. Aquí, vivir es imposible». Hay una gran diferencia entre pagar 1.000 euros por una habitación en Ibiza y 150 euros por una casa en esa localidad gaditana. Pedro Vidal es celador en Can Misses (estudió en José Cabrera) desde hace cinco años, oficio que combina con la albañilería para, precisamente, sobrevivir. Comparte casa con otros dos compañeros, uno de ellos su paisano Antonio Fernández Oliveros, carpintero.

Quien de momento no se plantea irse de Ibiza es la enfermera Natalia Castillo Timermans, de 30 años. Lleva desde 2011 en las Pitiüses y trabaja en Urgencias del hospital Can Misses. Su pareja es Antonio Andrades Sánchez, de 31 años y también trebujenero, que estudió en el centro de formación local. Andrades es técnico superior en imagen para el diagnóstico (además de podólogo) y ha formado parte del departamento de Rayos de Can Misses. Desde hace un año está contratado en el Hospital de Formentera. Ambos vinieron a vivir a Ibiza juntos y compraron aquí un piso.

La influencia materna

Y los dos se decantaron por la sanidad influidos por sus madres. La de Antonio, Ana María Sánchez, es técnico de Farmacia. La madre de ella, Natalia Timermans, es auxiliar de Enfermería. Pertenece a la segunda promoción de la escuela fundada por Cabrera: «Yo siempre quise estudiar Enfermería, que cursé en la Universidad de Ceuta. Me inculcaron esa vocación en mi casa».

Lo mismo le ocurrió a la matrona Elena Sáenz Rosado, de 29 años de edad y que aterrizó en Ibiza el 19 de marzo de 2015: «No se me olvidará nunca la fecha. Vine para 15 días. A los seis meses me dieron la interinidad. No he parado ni un día de trabajar desde entonces». Hace un mes hubo traslados de matronas: «Yo me había tirado cuatro años y medio en el centro de salud de Santa Eulària. Una compañera se pidió mi hueco y yo me cogí el suyo en el hospital de Can Misses».

Como en el caso de Natalia, su madre, María José Rosado, formó parte de la primera promoción de auxiliares de Enfermería de la Cruz Roja de Trebujena. Tenía entonces 20 años. Lleva 29 años ejerciendo de auxiliar de Pediatría: «Desde pequeña -cuenta su hija-, me llamaba la atención su trabajo. Mi madre me traía vendas para hacer las curas y fiadores para coger las vías, y con eso jugaba a vendar a los muñecos y a cogerles vías». Su madre también se formó como técnico de rayos en la Cruz Roja: «Esta salida laboral se inculcó en las casas de Trebujena. En cada familia, en torno al 60% es sanitario. Mi primo estudia Medicina. Mi hermana Odontología. Mi tía también es auxiliar de Enfermería desde que tenía 20 años».

Elena Sáenz estudió la carrera de Enfermería en la Universidad de Cádiz: «Desde el segundo año supe que sería enfermera de Pediatría o matrona. Me preparé dos años para mi especialidad en Jerez. Cuando acabé, y con la cantidad de títulos que tenía, empecé a echar currículums en todas las bolsas de empleo». Arellano y Oliveros enseguida le encontraron ocupación.Desde la guardería

Desde la guardería

Debido a la epidemia de coronavirus, ahora la reclaman «de todos lados de España porque faltan matronas». Asegura que el Covid-19 genera «mucha ansiedad» entre sus compañeros: «Mi trabajo, si va bien el embarazo, es muy bonito. Pero ahora nos llegan las pacientes con una mascarilla en la cara, asustadas. Una me decía el otro día que dar a luz a su primer hijo en esta situación, en medio de una pandemia, no era muy agradable». Dos días antes de que salgan de cuentas, hacen pruebas a las embarazadas, «una PCR, de manera que cuando ingresan se sepa si son positivo o negativo. Si dan positivo, se las trata con toda la equipación. Si dan negativo, como a una embarazada normal, pero con mascarilla y guantes todo el tiempo».

La colonia de trebujeneros en Ibiza es enorme: «Aquí vive una prima hermana que es enfermera de Urgencias, y otra amiga que la conozco desde la guardería y que es enfermera. Y media plantilla de técnicos de rayos son de mi pueblo. Solemos quedar en verano o para celebrar los cumpleaños».

Ana Pruaño es enfermera de Urgencias en Can Misses y estudió en Ceuta junto a Natalia Castillo. Vive en Ibiza con su novio de Trebujena, Juan Manuel Tejero: es técnico de radiología en el hospital Can Misses, estudió en el centro de formación de Trebujena y sus dos hermanos son celadores. Pruaño vino a Ibiza («para 15 días») en 2013, antes que él: «Pero le conocía del pueblo de toda la vida». Aquí iniciaron su relación. Antes de trabajar en las Pitiüses fue contratada un año en Aragón, seis meses en Cádiz y un verano en Mallorca.

Sagas de sanitarios

Sagas de sanitarios

Forma parte de una saga familiar de sanitarios. Su madre también estudió auxiliar de Enfermería en la Cruz Roja. Ahora trabaja en el pueblo en la ayuda a domicilio. Su padre es técnico de radio y auxiliar, pero en la actualidad es administrativo en el Ayuntamiento de Trebujena. Sus tías son celadoras o pinches de cocina en el hospital. Su prima estudia auxiliar de Enfermería. Tres de sus «amigas de toda la vida» son enfermeras en la isla.

Ana Pruaño, que también fue enfermera en Formentera, tiene intención de volver a su pueblo: «Aquí los alquileres son muy caros. No hay facilidades para comprar una casa. Y la familia tira mucho». De baja desde que hace un año se rompió una pierna, su hermana, María Pruaño, la sustituyó. De 23 años, estudió Enfermería en Huelva. Este fue su primer destino: «En verano venía a ver a mi hermana y me gustaba la isla. Quería volver aquí en cuanto acabara la carrera».

Vive con su hermana y es consciente, como ella, del problema que suponen los elevados alquileres: «Mucha gente hace la temporada y se va. Muchos se quedarían si no fuera por esos precios».

Cuando empezó a estudiar, extraía sangre a su madre para practicar. Pero fue su hermana quien ejerció de maestra, sobre todo cuando la visitaba en verano en Ibiza. En Can Misses se siente como en casa: no para de oír el suave acento de su pueblo.