El cáncer colorrectal es el cáncer que comienza en el intestino grueso (colon) o en el recto (parte final del colon). Casi todos los cánceres de colon comienzan como pólipos no cancerosos (benignos), que lamentablemente se van convirtiendo en cáncer.

Seguir hábitos de vida saludables y acudir a revisiones médicas periódicas ayudará a prevenir el cáncer colorrectal o a diagnosticarlo precozmente.

En la prevención primaria del cáncer colorrectal se busca eliminar los factores que puedan causarlo con el objetivo de impedir o retrasar su aparición. En este sentido el estilo de vida saludable y la dieta tienen un papel fundamental.

Se sabe que una dieta rica en grasas animales y pobre en fibras pueden aumentar el riesgo de cáncer colorrectal. Asimismo una vida sedentaria, el consumo de alcohol y tabaco favorecen su aparición.

Desde la sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) describen el concepto de vida saludable de manera resumida, englobando los siguientes aspectos: un peso corporal normal (Índice de Masa Corporal (IMC): 18,5-24,9 Kg/m²), evitar los alimentos que promueven el aumento de peso (bebidas azucaradas y comida rápida), realizar alguna actividad física durante, al menos, 30 minutos al día, lactancia para las mujeres (si es posible), comer principalmente alimentos de origen vegetal, limitar el consumo de carnes rojas, evitar las carnes procesadas, y limitar el consumo de bebidas alcohólicas.

El papel de la dieta en la contribución del desarrollo de cáncer es bien conocida. Existen algunos alimentos o nutrientes claramente relacionados con algunos tipos de cáncer. Sin embargo, con la dificultad que suponen los estudios epidemiológicos de este tipo resulta muy difícil retribuir el riesgo a un determinado alimento o componente de la dieta. En líneas generales, un consumo abundante de cereales, legumbres, frutas y verduras es beneficioso para reducir el riesgo de cáncer, particularmente de tumores digestivos (esófago, estómago, colon, recto).

FACTORES DETERMINANTES

Diversos factores determinantes del peso corporal (como la actividad física, la ingesta energética total, el consumo de tabaco y alcohol) influyen por separado en el riesgo de padecer cáncer por lo que es difícil determinar el efecto preciso de la obesidad, la actividad física y la dieta, sin relación con otros hábitos y por separado.

Una de las dietas más recomendadas, según numerosos estudios, es la dieta mediterránea, basada en verduras, legumbres y cereales. Por sus características puede actuar como factor protector para evitar el desarrollo de esta enfermedad:

Aporta los alimentos esenciales en al proporción y cantidad adecuada.

Favorece que el organismo funcione correctamente, y que la persona pueda llevar a cabo una actividad física en función de la edad y el trabajo que desarrolle.

Permite mantener un peso estable y prevenir enfermedades tanto carenciales como crónicas.

Entre las muchas propiedades beneficiosas para la salud de este patrón alimentario se puede destacar el tipo de grasa que lo caracteriza (aceite de oliva, pescado y frutos secos), las proporciones en los nutrientes principales que guardan sus recetas (cereales y vegetales como base de los platos y carnes similares como guarnición) y la riqueza en micronutrientes que contiene, fruto de la utilización de verduras de temporada, hierbas aromáticas y condimentos.

LA PIRÁMIDE

Por iniciativa de la Fundación Dieta Mediterránea y en colaboración con numerosas entidades internacionales, un amplio grupo de expertos pertenecientes a disciplinas diversas, desde la nutrición hasta la antropología, pasando por la sociología y la agricultura, ha consensuado un nuevo esquema que enriquece la representación gráfica de la pirámide de la dieta mediterránea con la incorporación de elementos cualitativos para adaptarse al estilo de vida actual.

La nueva pirámide sigue la pauta de la anterior: sitúa en la base los alimentos que deben sustentar la dieta, y relega a los estratos superiores, gráficamente más estrechos, aquellos que se deben consumir con moderación. Pero además se añaden indicaciones de orden cultural y social íntimamente ligados al estilo de vida mediterráneo, desde un concepto de la dieta entendida en un sentido amplio. No se trata tan solo de dar prioridad a un determinado tipo de alimentos, sino a la manera de seleccionarlos, de cocinarlos y de consumirlos. También refleja la composición y numero de raciones de las comidas principales.

Se recomienda una o dos raciones por comida, en forma de pan, pasta, arroz, cuscús u otros. Deben de ser preferentemente integrales ya que algunos nutrientes (magnesio, fósforo, etc) y fibra se pueden perder en el procesado. Las verduras deberían estar presentes tanto en la comida como en la cena, aproximadamente dos raciones en cada toma. Por lo menos una de ellas debe ser cruda. La variedad de colores y texturas aporta diversidad de antioxidantes y de sustancias protectoras.

Se debe garantizar el aporte diario de entre 1,5 y 2 litros de agua. Una correcta hidratación es esencial para mantener un buen equilibrio de agua corporal, si bien las necesidades varían según la edad de las personas, el nivel de actividad física que realice, la situación personal y las condiciones climáticas. Además de beber agua directamente, el aporte de líquido se puede completar con infusiones de hierbas con azúcar moderada y caldos bajos en grasa y sal.

Fuentes: Fundación Dieta mediterránea / Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM)