«Un viernes estaba atendiendo la consulta normal, con pacientes, y el lunes estaba ya con las consultas telemáticas». Así resume Carmen Costa, médico del centro de salud de Vila cómo, en un fin de semana, tuvieron que reorganizar toda la atención sanitaria en el ambulatorio para evitar contagios por coronavirus. Casi tres semanas después de ese primer día, la médico asegura que los nuevos circuitos (separar a los pacientes con síntomas respiratorios del resto, resolver todo lo posible por teléfono...) están funcionando «mejor» de lo que ella misma, confiesa, pensaba. «Ves lo que está ocurriendo en otras comunidades y asusta porque somos una isla y los recursos son los que son», indica Costa, que reconoce el «miedo» a que la situación deje de ser controlable.

«Se siguen haciendo visitas presenciales», afirma. «Hay cosas que no se pueden resolver por teléfono y, tras la llamada, les dices a los pacientes que vengan», indica. Entre estas visitas se cuentan las curas, pero también otros casos: «El otro día una señora mayor decía que tenía la mano muy hinchada y colorada y tuvo que venir. Y ayer [por el miércoles] a una mujer que había acabado de dar a luz y que tenía un dolor muscular en la zona lumbar. Eso tienes que verlo, pero la idea es que los pacientes vengan lo menos posible al centro de salud». Esto, indica, es relativamente fácil porque a los propios usuarios tampoco les hace mucha gracia acercarse a las instalaciones sanitarias. En este sentido, la médico asegura que se ha reducido mucho la demanda asistencial porque son los propios usuarios del centro de salud los que, motu proprio, deciden no consultar situaciones que les parecen banales. «Ellos mismos piensan que si no tienen que venir y lo pueden resolver por teléfono, mejor, pero si hay un dolor en la rodilla, hay que venir».

La médico defiende la utilidad de las consultas telemáticas, de las que durante la primera semana llegaron a atender, en su centro de salud, unas 200 por día: «Esta tercera semana ya se ha reducido la afluencia en los centros de salud. El lunes aún hubo más actividad, pero ya hay huecos en la jornada». En ocasiones, con pacientes a los que conocen bien, en vez de llamadas usan sus propios teléfonos para hacer videollamadas. «En mi caso, como intuí lo que se avecinaba, cité en la consulta a pacientes con dolencias crónicas para hacer una última visita antes de volver a verles en dos meses», explica la médico, que insiste también en que se derivan al Hospital Can Misses a todos los pacientes que lo necesitan. De la misma manera, señala que hay usuarios a los que, al llegar al centro, se les envía de regreso a sus casas para una cita telemática.

Para que estas consultas telefónicas sean efectivas los profesionales deben preguntar bien: «No se trata de preguntar si está bien, sino, en el caso de que tenga tos y sospeche que pueda tener coronavirus, si esa tos le permite comer y tomar aire». La médico reconoce que los primeros días de los nuevos circuitos hubo algún desajuste con el 061. «Era complicado y en ese momento estaban desbordados. Desde que se pusieron en marcha las Unidades Volantes de Atención al Coronavirus (UVAC) se ha descongestionado», apunta.

Costa entiende el «temor» de los usuarios a que con este tipo de consultas se pueda pasar alguna dolencia grave, pero se muestra contundente: si tienen la más mínima duda sobre qué le ocurre un paciente, la decisión está clara: «Se le da una cita presencial». «Quien está detrás del teléfono es un médico», insiste la médico, que asegura que para que esas citas telefónicas sean resolutivas hay que «escuchar muy bien y tener paciencia». Señala, además, que en las consultas presenciales no siempre los usuarios se explican con claridad y con detalle, por lo que, indica, ya están acostumbrados a indagar. «Sabemos cómo preguntar», comenta, riendo.

Muchas de esas llamadas son para resolver cuestiones burocráticas y otras tantas, sobre todo los primeros días de la pandemia, lo que buscaban era alguien que les tranquilizara o les aclarara dudas sobre el Covid-19. En todo momento, indica, se ha intentado que cada médico se ocupara de las llamadas a sus pacientes. «Por la confianza que se establece con el médico de familia. Además, los conocemos y cuando los atendemos por teléfono tenemos información adicional», justifica.

Las medidas de prevención se han intensificado en el centro de salud. Ningún paciente con cita entra sin haber pasado antes por el triaje, donde le dan una mascarilla y hacen que se lave las manos antes de indicarle hacia qué parte del centro debe dirigirse. Los pacientes con síntomas respiratorios no se cruzan con los demás para evitar posibles contagios.

Costa es incapaz de contar las veces que se lava las manos en un día. Y asegura que, aunque en el ambulatorio no ha faltado material de protección hasta ahora, sí que los profesionales han temido «que en algún momento no hubiera suficiente o que no lo repusieran». Ese miedo, indica, es lo que ha hecho que algunos profesionales se hicieran con su propio material.

Costa destaca que todos los profesionales «se han volcado» con la nueva forma de funcionar a pesar de que, reconoce, es inevitable sentir temor al contagio. «No deja de ser una situación complicada y, aunque vaya bien, hay tensión. Estamos deseando que esto pase cuanto antes», confiesa la médico de Vila, que alaba la «buena respuesta» de los pacientes.