«Por los pelos». Así han llegado a Ibiza Nieve Matteazzi y Tamara Jiménez, matronas del Hospital de Can Misses, que se encontraban de vacaciones en Argentina desde el 8 de marzo. «Cuando llegamos a Argentina ya estaba empezando a haber infectados, pero eran casos aislados. No esperábamos esto», asegura Matteazzi, residente en Santa Eulària. Fue poco después cuando el Gobierno comenzó a exigir que todos los extranjeros que hubieran llegado de países en riesgo por el coronavirus permanecieran en cuarentena durante 14 días. «Pero no nos enteramos hasta más tarde porque estábamos de viaje en la región sur», recuerda.

Como no quedaba muy claro si el aislamiento se debía a aplicar a los extranjeros llegados a partir del decreto o si tenía carácter retroactivo, las dos amigas decidieron continuar su viaje hasta las cataratas de Iguazú. «Cuando cogimos un bus para volver nos pidieron los pasaportes y no nos dejaron viajar porque teníamos que pasar la cuarentena, así que fuimos a la única provincia a la que pudimos desplazarnos, a 1.000 km de Buenos Aires, que resultó ser donde más número de infectados había», relata Matteazzi. «Los trabajadores de migración se dedicaron a rastrear en los hoteles a los extranjeros para que hicieran la cuarentena y no podíamos salir de la habitación del hotel», continúa.

Con la crisis avanzando a pasos agigantados, la región completa comenzó la cuarentena y el hotel cerró. Obligadas a estas en aislamiento y sin la posibilidad de ir a aeropuerto, la situación comenzaba a ser «cada vez más angustiosa». Tras llamar a la embajada, tanto a la española como a la italiana, ya que Matteazzi tiene doble nacionalidad, la afectada destaca el trato tan diferente que recibieron por parte de los dos países. «Sabemos que es un caos y que están sobresaturados, pero el trato que recibimos de un país y de otro no tiene nada que ver. Desde Italia te prestaban mucha más atención y se preocupaban por ti como persona», asegura. «En estos momentos en los que te sientes un poco perdida, encontrar apoyo o ver que se preocupan por ti, es de agradecer», señala.

Las opciones se reducen

Las opciones se reducen

Después de comprar otro billete que salía desde Sao Paulo, en Brasil, a donde no pudieron llegar por la imposibilidad de salir de Argentina, y con el hotel cerrado, las dos ibicencas fueron trasladadas hasta un complejo donde se llevan a cabo retiros espirituales. «Estábamos solas, con una francesa y una pareja de Estados Unidos, y sin poder salir de allí», critica. Ese mismo día, el matrimonio de estadounidenses fue repatriado. «Les enviaron un avión privado para llegar a Buenos Aires y de ahí a su país», explica.

Tras más de 15 días tratando de salir del país «como locas», les informaron de que existían vuelos desde Sao Paulo, aunque se acabarían pronto. Así que cruzaron la frontera por tierra y llegaron al aeropuerto brasileño, donde permanecieron dos días sin salir, ya que «no dejan que los extranjeros abandonen las instalaciones». «Tuvimos suerte de que en el aeropuerto hubiera un hotel» , recuerda Matteazzi algo agobiada. Al final, tras un gran periplo y una sensación de inseguridad «constante» -«la gente empezaba a mirarnos como si portáramos el virus. En algunos sitios no nos querían vender ni agua», recuerda la ibicenca-, ayer por la tarde se encontraban en el aeropuerto de Madrid, en un avión rumbo a Ibiza.

Nuria Guerrero y José Martín no han tenido la misma suerte aún. La pareja de ibicencos viajó hasta Marruecos con la idea de pasar en el país una semana, y a día de hoy llevan 20 días. «Llegamos a Marrakech y nos fuimos a visitar el desierto, al sur del país. Estuvimos sin internet varios días, por lo que no nos enteramos hasta el 12 de marzo de lo que estaba pasando», dice Martín.

Atrapados en Marruecos

Atrapados en Marruecos

Con el billete de vuelta a casa para el 15 de marzo, el día anterior recibieron el temido correo: «Su vuelo está anulado». El riad en el que se alojaban, que pertenece a un amigo, cerró debido a la cuarentena y decidieron que era mejor ir a una zona menos concurrida a esperar. «Nos fuimos a la casa que tiene mi amigo en las montañas, pero el ambiente comenzó a ser cada vez más tenso. La gente se cambiaba de acera al vernos y comenzaron a increpar con comentarios al dueño de la casa, así que volvimos al riad. Aquí estamos más seguros», relata Martín. Desde entonces, encerrados y sin poder abandonar el país, siguen esperando una solución. «Hemos estado en contacto con la embajada y la aerolínea sin resultados. Sin embargo, hoy [por ayer] nos ha llamado una mujer marroquí que trabaja en la embajada y está buscándonos la forma de volar la próxima semana», concluye el ibicenco esperanzado.