Estefanía Pérez tiene 32 años y trabaja en la funeraria desde hace apenas unos meses. Sonriente y alegre, confiesa que disfruta con las tareas que lleva a cabo en su empresa porque siempre le había interesado «todo lo relacionado con la muerte». «No todo el mundo puede estar en contacto con la muerte constante. Yo estoy súper a gusto», asegura

¿Cómo descubrió que esta era su vocación?

Soy maquilladora y, cuando falleció mi abuela, fui yo la que me encargué de prepararla y arreglarla. Fue ahí cuando me di cuenta de que quería trabajar en esto.

¿Y decidió formarse?

Sí. El año pasado estudié tanatopraxis y tanatoestética a distancia, y este año, en octubre, empecé a trabajar aquí [en Pompas], que es donde estoy aprendiendo día a día.

¿En qué consiste su trabajo?

Hacemos de todo. Papeleo de oficina, preparación de funerales, vestir y preparar a los difuntos...

¿Le gusta?

Sí. Estoy muy contenta. Siempre me ha llamado la atención el mundo de los cementerios, los funerales, etcétera. Es como al que le gusta ser forense, o ser médico.

Trabajar con difuntos...

Tienes que valer. Te tiene que gustar. No todo el mundo puede estar en contacto constante con la muerte, hay mucha gente muy aprensiva. Yo, para nada. Aquí estoy súper a gusto y las tareas del día a día me encantan.

¿Cuál es la reacción de la gente cuando dice a lo que se dedica?

«¿Y cómo puedes?», «¡No te pega nada», es lo que suelen decirme. La gente nunca te dice: «¡Me encanta tu trabajo!». [ríe]

¿No le da yuyu?

No, son cuerpos. No creo en los fantasmas ni pienso que se vayan a levantar. Además, ahora me tomo la muerte de otra manera, es algo natural.

¿Hay diferencia entre maquillar a difuntos y a personas vivas?

Los productos que se usan. Cuando maquillas a difuntos debes utilizar productos más aceitosos para al que al aplicarlos sobre la piel, que se está deshidratando, cierre los poros y evite la salida del agua. Y el maquillaje, normalmente, debe ser lo más natural posible.

¿Para ayudar a los familiares?

Sí, para que no sufran tanto el trance de verlo muerto, sino que puedan pensar que está dormido. Por eso siempre intentas dejarles bien, para que les vean tranquilos, lo más parecido a como eran en vida. Y luego les vistes con la ropa que te facilitan sus familiares.