El sacerdote Gabriel Domingo Rodríguez Redondo, integrante del Instituto Español de Misiones Extranjeras, conoce muy bien la realidad de Zambia y, especialmente, la que se vive el mundo rural. Lleva once años trabajando como misionero en el país africano, primero en Mufumbwe y luego en Kankolonkolo, dos localidades ubicadas en la provincia del Noroeste en las que, explica, «se practica la agricultura de subsistencia».

El religioso burgalés está desde el pasado 1 de febrero en Eivissa para hablar de su experiencia en Zambia y de los proyectos en los que participa junto a Manos Unidas para mejorar las condiciones de vida de sus habitantes. Su visita se enmarca en la presentación en la isla de la nueva campaña que ha puesto en marcha la organización católica para 2020, 'Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú'. A través de esta acción, Manos Unidas quiere denunciar las consecuencias que el deterioro medioambiental y la crisis climática tienen sobre millones de personas.

Precisamente de la necesidad de cuidar el planeta para combatir la pobreza y de problemas como la sequía en África ha hablado Rodríguez en las charlas que ha impartido en varios centros educativos de Eivissa.

Los efectos del cambio climático

El misionero asegura que en Zambia, un país con clima tropical, «se nota el cambio climático». «El periodo de precipitaciones, que antes abarcaba desde finales de octubre hasta bien entrado el mes de marzo, se ha acortado y se ha ampliado el de la estación seca. Las lluvias empiezan más tarde, a finales de diciembre, con lo cual los agricultores ya no saben cuándo sembrar», explica.

En la zona donde él trabaja, la agricultura juega un papel muy importante. Las familias se mantienen con lo que cultivan en sus pequeños huertos y con los animales que crían allí.

En Kankolonkolo, comenta, hasta hace unos años era habitual ver a sus habitantes, especialmente a la mujeres, vender sus productos agrícolas al borde de la carretera, «en unas condiciones muy negativas y expuestos a las inclemencias meteorológicas». Desde 2017 esta realidad ha cambiado gracias al mercado que se levantó con el apoyo de Manos Unidas. Esta instalación, que permitió unificar todos los puntos de venta en un solo lugar y que cuenta con un almacén, pertenece a la comunidad, que lo autogestiona. Al terminar la obra se hizo también un pozo con el apoyo de la ONG para abastecer a sus habitantes de agua potable.

Un país que mejora

El sacerdote burgalés asegura que «en el campo nadie se muere de hambre». La pobreza se nota más, dice, en el extrarradio de las grandes ciudades del país africano.

Zambia, señala, «tiene un subsuelo riquísimo en el que abunda el cobre, entre otras cosas». En los últimos años su situación ha mejorado, al contrario de lo que ha ocurrido en países vecinos como Congo y Zimbabue. «Las empresas han ido creciendo y ha aumentado la clase media, pero en el mundo rural existen todavía muchos contrastes», apunta.

Aunque, en general, la población del campo no pase hambre sí hay otras muchas carencias en ámbitos como la educación. «El nivel de analfabetismo, sobre todo en las mujeres, es bastante alto», señala Rodríguez. «Faltan modelos donde las niñas se puedan mirar para progresar. Lo que más les incentiva es ver a mujeres que ejercen una profesión, por ejemplo, como enfermeras o policías», añade.

Para mejorar esta situación desde la Iglesia Católica se ha promovido la creación de grupos de alfabetización y también la creación de escuelas infantiles. En Kankolonkolo ya hay dos y en Mufumbwe se está construyendo un centro de primaria y secundaria con el respaldo de Manos Unidas.

En estas zonas rurales de Zambia, las niñas se ven obligadas a abandonar los estudios para encargarse del cuidado de sus hermanos pequeños cuando éstos cumplen los dos años, edad en la que los pequeños dejan de recibir la lactancia materna. Esta realidad, asegura el misionero, es la que llevó a Manos Unidas a plantearse la necesidad de construir «guarderías a partir de los dos años para que las madres pudieran dejar a sus hijos allí y que las hijas no tuvieran que renunciar a sus estudios y dedicarse a las tareas domésticas, limitando así sus perspectivas de futuro».

Malaria y sida

Rodríguez también aborda otras problemáticas que afectan al continente africano en general, como la elevada tasa de mortalidad a causa del sida y la malaria. «En África, cerca de 400.000 personas mueren anualmente víctimas del paludismo, dolencia para la que todavía no hay vacuna», detalla, antes de añadir que «en Zambia hay mucha malaria y también sida, aunque esta enfermedad se ha conseguido controlar gracias a los antirretrovirales». Para este misionero burgalés el mosquito es el animal más peligroso que existe en Zambia. «Es el verdadero asesino silencioso», afirma, ya que la malaria se transmite a través de mosquistos anófeles infectados. Respecto al sida, señala que en la zona que trabaja se han impartido cursos de formación para prevenir esta enfermedad.

El sacerdote habla también de cómo se vive en las zonas rurales, como Kankolonkolo, donde las viviendas no tienen ni agua corriente ni luz. «Cuando oscurece, la gente emplea velas y linternas», comenta.

Lo que sí tienen algunos jóvenes de esta localidad son móviles, que acuden a cargar a la casa en la que reside el misionero, que se abastece con placas solares. «Es curioso ver cómo avanzan las nuevas tecnologías y cómo la juventud en Zambia empieza a acceder cada vez más a internet y a la telefonía móvil, que en este país es de prepago», explica.

De todo lo positivo que le está aportando su experiencia de once años trabajando con el Instituto Español de Misiones Extranjeras en Mufumbwe y Kankolonkolo, Rodríguez se queda, sobre todo, «con la alegría que tienen sus gentes, a pesar de todas las carencias, y los valores que atesoran con su vida sencilla».