¿Qué va a ser de mí cuando se abra la compuerta del molino y la vida me precipite otra vez a los remolinos de este río que nos lleva? (José Luis Sampedro).

No hay momento más fascinante para descender hasta el Molí d'en Tià que en las tardes de invierno, cuando el sol cae. La humedad comienza a impregnar los prados de los bancales antes de convertirse en escarcha, el agua atraviesa con fuerza la acequia y los últimos rayos se filtran entre el tupido bosque de pinos que envuelve la parte alta del torrente. La aceña aguarda a tan solo cuarenta metros de es Broll de Buscastell y forma parte del primer tramo del complejo sistema hídrico que en la Edad Media concibieron los musulmanes para canalizar el agua que fluía desde el mayor acuífero de la isla.

Para alcanzar el molino hay que bajar a pie desde la parte alta del camino que discurre en paralelo a la ribera y las parcelas de cultivo. Un muro de piedra seca, redondeado y encalado en su corona, desciende en diagonal. Tras él, una rústica escalinata con irregulares peldaños de piedra que desemboca en un prado con una enorme pita. Otra rampa desciende desde aquí hasta una parcela más amplia, donde en verano, el sábado posterior al 25 de julio, festividad de Sant Jaume, se celebra la tradicional fiesta payesa de es Broll.

Primeras albercas

Desde aquí la perspectiva se abre a ambos lados del torrente, cuesta abajo, hasta que la ribera se torna curva y desaparece. Ya se atisban las primeras albercas y también la línea de agua que refulge desde la acequia principal y sus afluentes. La alturadel ramal que asume el latido del manantial coincide con la cúspide del molino. Toda la construcción se asienta sobre otro escalón del terreno, a una cota cinco o seis metros inferior.

El agua penetra en su torre circular a modo de chimenea, acumulando varias toneladas. Proporcionan la fuerza necesaria como para hacer girar las aspas de madera de la rueda matriz, instalada en horizontal en una galería subterránea por debajo de la casa del molino. Dentro de esta estancia se hallan las muelas de piedra, conectadas a la rueda mediante un eje que las hace rotar al mismo tiempo.

Se dice que esta posición elevada y próxima al nacimiento hacía del molino d'en Tià el más productivo de es Broll. Toda el agua del manantial alimentaba sus entrañas antes de repartirse por las acequias paralelas que aún discurren a cada lado del torrente. Estas, a su vez, derivan agua a las albercas de las fincas, en función del calendario y los horarios establecidos entre todos los propietarios, desde tiempos inmemoriales. Se riegan unas 14 hectáreas de cultivos a lo largo de un recorrido de 4,5 kilómetros.

El primer molino

El d'en Tià es el primero de la media docena de molinos harineros que llegaron a acumularse junto a la azacaya que distribuye el manantial de es Broll. Es el único rehabilitado por completo, gracias a la restauración a la que fue sometido en 2011 por parte del Consell Insular. Siguiendo el curso del torrente existían otros cinco, que han sido reconvertidos en almacenes agrícolas o que han desaparecido total o parcialmente: el molino de sa Plana, es Cocons, Ca na Peres -algo mejor conservado- y, por último, Cas Costes y Can Damià, de los que prácticamente no queda rastro.

Encontrar la senda de las aceñas de es Broll permite, en todo caso, gozar de un paisaje de ensueño que esbozaron, de mutuo acuerdo, los árabes de la alquería de Benirroym y los bereberes de la de Benimaimó. También hace posible redescubrir es Broll como otra notable industria harinera de la isla que, al igual la ubicada en la desembocadura del río de Santa Eulària, complementaba aquellas fértiles plantaciones andalusíes. Y más allá de infraestructuras hídricas y bancales, el placer de colmarse de ribera, auscultando el suave murmullo del agua entre el estruendo de los insectos.

Es Molí de Dalt

Se dice que el caudal de es Broll oscila entre 12.000 litros la hora en verano y 60.000 con las lluvias de invierno. Esta fuerza permitía al Molí d'en Tià producir unos 50 kilos de harina por hora. En época andalusí exístían al menos cuatro molinos harineros junto a la acequia principal. El d'en Tià, sin embargo, fue construido alrededor del siglo XVIII, aunque es probable que se aprovecharan los restos de otra construcción más antigua. Su nombre responde a la familia de Sant Mateu que lo explotó desde no se sabe cuándo. En los años 50 del siglo pasado lo cambiaron a la familia de Can Tonico por tierras de regadío en el propio Broll. También se le llama Molí de Dalt.