Ada, Laia, Thor, Jack, Foc, Mowgli y Dandy, con hocico y cuatro patas, fueron los protagonistas de la primera jornada de formación en rescate de personas con perros que impartió el Grupo Especialista de Rescate Canino de Alicante (Gerca), ayer en los barracones de sa Coma. Un equipo de tres guías expertos y un alumno, junto a cuatro de sus perros de trabajo, Peca, Piva, Lolo y Thor, se desplazó hasta la isla para reforzar las técnicas de adiestramiento de los canes pitiusos, en un curso que durará hasta el próximo lunes. (Ver galería de imágenes)

El taller dio comienzo a las 9 de la mañana con la parte teórica, centrada en «conocer al perro y sus mecanismos de aprendizaje», informó Narciso Ayuso Bolaños, presidente de Gerca y encargado de impartir el curso. «No se puede enseñar a un perro labores de búsqueda y rescate sin haber hecho ciertos ejercicios de aprendizaje previos», destacó el experto. Los «refuerzos positivos y negativos» con los que se va a trabajar, también se analizaron durante la primera parte del taller. «Nos centramos en el refuerzo positivo», remarcó Ayuso. «Para los animales es un juego. Trabajamos a favor del instinto, es decir, haciendo lo que a ellos les gusta hacer: jugar», agregó. «Cuando el perro avisa con sus ladridos que ha encontrado a una persona, lo que está diciendo realmente es: '¡Ey, vamos a jugar!'», aclaró el experto.

Refuerzo positivo

Refuerzo positivo

Aunque cada perro tiene «su periodo de adiestramiento», es a los dos años cuando se considera que el can está «consolidado» y que conoce « todas sus tareas y los pasos a seguir ante las diferentes circunstancias que se puede encontrar en el terreno», informó Ayuso. Caricias, palabras positivas y un verdadero fiestón para «reforzar» un trabajo bien hecho y «castigos» para «ir modelando al perro», es el procedimiento para adiestrar a estos animales.

«A veces se van detrás de un gato o comen cuando están trabajando, eso hay que evitarlo», comentó Ayuso. Con castigos, el experto se refiere, por ejemplo, a llevar a cabo un «ejercicio de obediencia» como «que se tumbe en el suelo y aguante allí». Todo sin humillarle y, «por supuesto», sin agresiones, destacó el adiestrador canino. «No hay que olvidar nunca que lo más importante del trabajo con perros es el vínculo con su guía», agregó. «Tu perro, además de trabajar porque le gusta, a veces va a trabajar simplemente porque te quiere», remarcó el experto.

Es precisamente por eso por lo que los perros de la Unidad Canina de los Bomberos de Ibiza viven todos en casa con sus guías, como Ada, la perrita de Francis y Jenny Moya, integrantes de Protección Civil de Formentera. Todos menos Mowgli, el intrépido collie de Juan Carlos Torres, bombero, que pasó de vivir en el centro de recuperación animal de Can Dog, a formar parte de esta patrulla canina a sus 7 años de edad.

«Normalmente se les empieza a enseñar de cachorros, pero vimos que Mowgli cumplía con todos los requisitos para ser un perro de rescate y ahora es un perrazo», comentó Torres. Las características a las que se refiere son: que sea un perro juguetón y activo y que tenga una motivación innata por la búsqueda. Que sea nervioso es otra de las cualidades, así como que «tenga buen olfato».

«Suelen ser perros que en casa pueden dar problemas porque son muy activos y necesitan tener algo que hacer todo el rato. Cuando les das trabajo, son perros felices», aseguró el instructor del curso. «Por eso Mowgli está siempre en un terreno que tengo y no en casa, para que pueda correr a sus anchas», explicó su guía.

Jugando a salvar vidas

Jugando a salvar vidas

A las 11.30 la clase se trasladó a las afueras del recinto militar para continuar con las lecciones prácticas. La primera en salir a mostrar sus habilidades fue Ada, la perrita formenterense. Nerviosa y excitada, la pastor alemán demostró tener dotes de perra de rescate señalando al marcaje (la persona que se tira en el suelo para que el perro la encuentre) usando sus ladridos. «Francis y Jenny deben trabajar la resistencia a la frustración del animal», comentó Ayuso. Ada sabe que va a jugar y responde a este estímulo con excitación e interés pero, «debe aprender a relajarse hasta que le digan que empiece», añadió. Por su parte, Jenny, una de sus guías, aprendió a enseñar a su perra a «mantener las distancias». Es decir, que cuando encuentre a una persona no se le «eche encima a jugar», ya que puede «dar miedo» y es mejor que «simplemente se siente y espere a que llegue alguien».

Sacar el ladrido a Thor, un novato pastor belga de 9 meses, fue otro de los ejercicios. «Hay que enseñarles a ladrar para que nos indiquen donde están», continuó Ayuso. Poco minutos después, el joven can lanzó su primer mini ladrido de señalización. Para Mowgli fue más complicado. «Cuando le recogimos de Can Dog tenía inhibido el ladrido. Sus anteriores dueños debían castigarle por ladrar y no se atrevía a hacerlo. Ahora ya ladra, aunque más flojito», comentó con ternura su dueño.

Con el marcaje a la vista, uno tras otro los perros fueron llevando a cabo diferentes ejercicios mientras el experto señalaba los puntos que debían mejorar. A continuación, los ayudantes se fueron escondiendo entre los árboles para que los rastreadores de cuatro patas se sirvieran de su instinto de cazadores y de su olfato para hallar al señuelo. Los canes, mientras, felices y animados, jugaban a perseguir su «juguete favorito», que la persona que se escondía portaba. Con mordedores o pelotas, depende de los que «más les motive», los perros demostraron sus habilidades en lo que para ellos es un juego, un juego que salva vidas.