Cinco flaons. Son la una de la tarde y en el estand de Ibiza faltan cinco flaons. Que venga Miss Marple, a ver si ella puede deducir quién se ha quedado con esos tesoros de la gastronomía ibicenca que se han perdido por el camino. No es que cunda el pánico, en las neveras de la cocina del estand hay más de cien kilos de comida para las 1.500 raciones de degustación que servirá estos días la chef de S'Ametller, Marga Orell, pero oye, esos cinco flaons eran de Ibiza y no han llegado a su destino. (Mira aquí todas las imágenes)

Los teléfonos de algunos de los integrantes de la expedición ibicenca en Fitur echan humo mientras ellos tratan de localizar las populares tartas de queso y hierbabuena que se iban a servir después de las coques de verdura, los volovanes de gamba roja, la frita de polp con pimientos al carbón y las pilotes (hòstia, que són de bones!) de sofrit pagès que Orell lleva más de dos semanas preparando.

La chef ha llegado cargada con seis maletas llenas de comida que, envasada y parte de ella congelada, saca de las neveras para ultimar los platos mientras a escasos metros se suceden las presentaciones. El suculento olor que desprende la cocina dispara las glándulas salivales de los asistentes a unos niveles que ríete tú del perro de Pavlov. Algunos aguardan, pegados con loctite a la barra, a que vayan saliendo las tapas. Otros, tras sacar codos, cuando llegan a las ansiadas bandejas arramblan con tres, cuatro o hasta cinco piezas. Uno de los que ha cogido sitio en la barra es Nito, empresario ibicenco que, en esta ocasión, no ha venido cargado de sobrassades: «En Fitur no me dejan», comenta, resignado, en referencia a los aperitivos de pan payés que sirven él y su inseparable Lluís en otras ferias.

Nadie se explica cómo el cochinillo al horno con el que el encargado de promocionar un restaurante de tierras leonesas visitó el estand de Ibiza consiguió salir del espacio entero. Quizás el hecho de que el señor lo paseara por encima de las cabezas de la mayoría de quienes a esa hora abarrotaban el espacio isleño, como si volara, tuvo algo que ver.

Ni siquiera el conseller balear de Turismo, Iago Negueruela, se marcha del estand sin probar un par de tapas. Y eso que tiene prisa. Mucha. Aunque, en su caso, no es por el Ibiza-Barça de la Copa del Rey, que tiene a buena parte de los políticos como locos. Entre ellos, el presidente del Consell, Vicent Marí, que abandona la feria a las dos de la tarde rumbo a Ibiza para ver el partido y tiene previsto regresar a Madrid a las diez de la noche. No es el único. A las dos empieza la desbandada. Eso sí, nadie quiere mojarse. Ni hacer porra. El líder de la oposición en el Consell, Vicent Torres, sólo afirma que es de corazón culé. «Con un penalti injusto, pero ganamos», aventura Marí, que tiene previsto estrenar en el partido la bufanda que la UD Ibiza le regaló. «Se me olvidó ponerla en la web de transparencia», comenta, irónico.

Mientras los políticos protagonizan su desbandada copera, David Serra, Joan Barbé y Frank Cogollos o, lo que es lo mismo, Joven Dolores, se preparan para actuar en el estand de Baleària. Es su primer concierto en versión acústica y por eso incorporan el violín de Cogollos, explican durante las pruebas de sonido. El violín viene de Ibiza, pero la guitarra de Barbé la han tenido que alquilar. «Los vuelos venían muy llenos», justifica. «No se nos ocurre nada más romántico que viajar en barco», afirma Serra, ya al micrófono mientras suenan los primeros acordes de 'A techo descubierto'. «Lo que en un barco sería en cubierta...».