Durante los meses más fríos, la lavandera blanca -inconfundible por su plumaje blanco, negro y gris- puede verse en los parques, en los caminos, acercándose a las carreteras y corriendo por sus arcenes o sobre los muros de los campos y persiguiendo a los payeses. En realidad, parece estar en todas partes y fácilmente se acostumbra a la presencia humana, pero donde este inquieto paseriforme se revela más deslumbrante es volando sobre el agua, sobre las charcas de ses Salines o de ses Feixes.

En las pequeñas lagunas, las lavanderas parecen jugar en el aire, alzándose a varios metros sobre la superficie para, de pronto, descender y planear sobre el espejo realizando constantes virajes hasta que las puntas de sus alas y de su larga cola rozan el agua y dejan breves estelas en ella. De esta forma, observadas por los mosquiteros, los patos y algún zampullín con los que comparte hábitat, sobrevuelan el estanque una y otra vez. Con insistencia de largas horas. En realidad no están jugando; están cazando los mosquitos y otros insectos que aprovechan la tensión superficial -cuestión de física- para mantenerse sobre el agua.

La lavandera blanca ( Motacilla alba alba), que debe su nombre común a su relación con el agua, es conocida en Eivissa y Formentera como titina o titineta, mientras que en el resto de las islas se usa la forma titeta o nombres como xàtxero o saig. También titeta de coa llarga. Y en las Pitiüses es un ave muy abundante en invierno, que llega en octubre para marcharse hacia mediados de abril. El ornitólo Oliver Martínez, miembro del Grup d'Estudis de la Naturalesa (GEN), explica que en las islas se observan tres especies distintas de este pájaro insectívoro.

La lavandera blanca es la más común, pero también pueden verse ejemplares de la titina de la mare de Déu (Motacilla cinerea), «invernante y la más escasa de las tres», y de la titina groga ( M. flava), «estival, reproductora y migrante». Además, añade que en alguna ocasión se ha citado la presencia de algún individuo de paso de la subespecie británica de titina, la lavandera enlutada ( M. alba yarellii), una variedad algo más oscura que la continental. Por otro lado, para darle algo más de complejidad al tema, por las islas pasan diferentes subespecies de la titina groga (lavandera boyera en castellano y que se distingue por tener amarillo en su plumaje). «Aquí sólo cría Motacilla flava iberiae», señala Oliver Martínez.

La titina es un ave que, además de por sus colores, se caracteriza igualmente por la forma de balancear su cola; arriba y abajo y de forma acelerada. Es un ave apreciada y muy popular que para muchos payeses adquiere un caracter casi sagrado.

En el 'Atles Ornitonímic de les Illes Balears', de Cosme Aguiló i Antoni Mestre, se asegura, para manifestar ese aspecto sacro, que los nombres de titineta de la Mare de Déu y titineta de Déu también se aplican a la lavandera blanca en algunas zonas del acrchipiélago. Y explican una leyenda, «que corre por muchas bocas», de un labrador que un día mató a una de estas aves y, a consecuencia de ello, murió el animal con el que araba (o se dañó una pata, en otra versión del cuento).

Los autores citan, asimismo, al poeta y sacerdote Jacinto Verdaguer, que escribió un texto en el que explicaba la referencia a la Virgen María aludiendo a una leyenda en la que una lavandera acompañaba a María cuando se dirigía a Egipto y, de vez en cuando, alzaba el vuelo para observar en el horizonte si se avistaban los hombres de Herodes. En el texto original de Verdaguer puede leerse que la lavandera (la llama gallineta de la Mare de Déu), «sabiendo que los payeses la aprecian y le son devotos, les hace compañía mientras labran y los acompaña amistosamente arriba y abajo del campo y lo limpia de bichos malos (cuques dolentes)».