Cuenta la hemeroteca que la Asociació d'Apicultors de las Pitiüses se constituyó el 7 de marzo de 1991. Pero en el primer libro de actas de la asociación, fino y forrado con tapas gruesas granates, consta otra fecha: el 27 de noviembre de 1989. Escrito con pluma y en color negro, con una exquisita caligrafía, se dio fe en él de que se reunieron «en la ciudad de Ibiza» siete personas para crearla con el nombre en castellano de «Asociación de Apicultores de Ibiza y Formentera», si bien constaba que se podría utilizar las siglas AAIF. Sus fines serían «la defensa, control y mejora de la apicultura» en estas islas.

Aquellos siete 'padres' de la asociación fueron Vicente Tur Noguera, que ejerció de secretario, Francisco Prats Ribas, José Tur Ferrer, Miguel de las Heras García, Antonio Marí Guasch, Miguel Planells Ramon y José Marí Juan, que fue su primer presidente. Dos estaban domiciliados en Vila, tres en Sant Josep, dos en Sant Carles y uno en Santa Eulària.

En aquel primer encuentro oficial se decidió facultar a Javier Pablos, funcionario y entonces coordinador del departamento de Agricultura, para que en nombre de la asociación suscribiera «los escritos» y realizara «cuantas gestiones» fueran necesarias para inscribirla en los registros oficiales. Arrancaba así una asociación que en Mallorca ya llevaba una década en marcha.

La pluma no volvió a rasgar las páginas de aquel libro de actas hasta 15 meses más tarde, el 7 de marzo de 1991, cuando se reunieron en Can Marines (Santa Eulària) 45 personas a las 20 horas (el encuentro acabó a las 22.30 horas) «con el fin de aprobar los estatutos», un texto compuesto por cinco títulos «agrupados en 37 artículos». Los aprobaron por unanimidad. Aquel día, Antonio Marí Guasch, de Can Toni des Camp, en Sant Carles (hermano del actual director insular de Agricultura) fue elegido presidente. Su vicepresidente fue Vicente Tur Noguera, y como secretario se nombró a Javier Pablos. Había además un vicesecretario, un tesorero y cuatro vocales.

Aunque fueron 45 los asistentes, la asociación se constituyó inicialmente con 42 apicultores pitiusos. Actualmente son 119. Sólo dos semanas más tarde tomaron los primeros acuerdos, como solicitar Apistan «subvencionado». El Apistan es un medicamento contra la varroa, un ácaro que representa el principal peligro para las abejas en esa época. Tenían que adquirir el suficiente para tratar a 800 colmenas en Eivissa y a un centenar en Formentera.

Por pura afición

Esas eran las de los socios, pero había más: en aquella primera reunión se estimó que existían unas 6.000 colmenas en las Pitiüses. Eso sí, no resultaban rentables, según señaló su primer presidente, como consecuencia de los excedentes de miel que había en España, así como por las importaciones. Y eso que entonces no llegaba la procedente de China. Los apicultores se dedicaban a esto en Eivissa «por pura afición», contó entonces Pablos. El interés económico era inexistente.

La asociación, que entonces tenía su sede en Cafés Ibiza, inició aquel 19 de marzo de 1991 los trámites para cubrir a los socios con seguros por daños a terceros, y para celebrar una conferencia en Formentera (sería en junio y serviría, además, para presentar allí la asociación) y dos cursillos en ambas islas.

El papel de Javier Pablos

Las crónicas del momento señalaban a Javier Pablos como quien había «promovido» la creación de la asociación, consciente, sobre todo, de que el futuro de las abejas en las islas pasaba por controlar a la aniquiladora varroa. O se le ponía freno o las colmenas desaparecerían en breve.

Pablos era en esa época coordinador de la conselleria de Agricultura entre Palma (que tenía las competencias) y el Consell de Eivissa. Ya jubilado, admite que promovió la creación de la asociación. Los apicultores le visitaban habitualmente para contarle «sus problemas». Así que para que dejaran de «depender» de él impulsó su agrupación. La mejor manera de «canalizar las ayudas para los cursos» o para combatir la varroa era constituirla. Precisamente, recuerda que Eivissa fue la primera isla balear en declarar la presencia del ácaro, lo cual le costó una pequeña bronca desde Palma. Un grupo de apicultores de Sant Josep le informó de la existencia de ese ácaro devastador en las colmenas en el otoño de 1988. Estaba presente tanto en ese municipio como en Sant Carles, lo que motivó que el Servicio de Extensión Agraria convocara el 25 de octubre de ese año la primera conferencia informativa sobre esa plaga.

Durante la celebración, el 30 de noviembre pasado, del 30 aniversario de la asociación su actual presidente, Vicent Marí, recordó que «el tesón inconmensurable» de Pablos facilitó «todas las gestiones técnico-administrativas y soporte incondicional de asesoramiento legal para culminar con el acta fundacional y ulterior inscripción en el registro de asociaciones». Pero el verdadero artífice fue, según destaca Marí, su primer vicepresidente: «El impulsor del proyecto, sin lugar a dudas, fue Vicente Tur Noguera, reputado empresario del sector comercio. Desde su temprana edad se dedicaba a la actividad apícola».

Para impulsar la asociación, Tur «insertó un anuncio en el Diario de Ibiza, en las postrimerías de los años ochenta, en el que exhortaba a todas aquellas personas que estuvieran dispuestas a compartir la afición de la apicultura y desearan asociarse le llamaran por teléfono. Muchas fueron las personas que acudieron a esta llamada».

Apicultores cafeteros

Pablos recuerda que «quienes más empeño pusieron» en la creación de la asociación fueron José Marí Juan, Pep Casetes, Toni Marí Guasch (su primer presidente) y Vicente Noguera, de Cafés Ibiza, de ahí que se usara esa instalación cafetera como local de la asociación durante mucho tiempo. El excoordinador de Agricultura apunta otro nombre, el de Antonio Gómez Pajuelo, profesor del Centro de Investigaciones Agrícolas de Cataluña, que impartió numerosos cursos, pero que finalmente fue 'apartado' por los apicultores porque sostenía que la campaña contra la procesionaria a base de Bacillus thuringiensis no diezmaba las colmenas.

Para su actual presidente, uno de los mayores problemas a los que se enfrentan los apicultores es que no tienen relevo generacional. De hecho, calificó esa continuidad de «improbable» en el discurso que dio durante la conmemoración del 30 aniversario. La edad media de sus 119 socios «es de 72 años», lo que indica un panorama nada halagüeño para el futuro de la apicultura pitiusa, salvo milagro: «Considerando su avanzada edad, podrán dedicar escasos cinco años más a las labores que han venido realizando con muy buen acierto durante más de medio siglo, en algunos casos». Es decir, en un lustro quedarán muy pocos ganaderos de abejas en estas islas: «Las entidades públicas deben -subraya Marí-, sin más dilaciones, captar con denuedo nuevos socios y aportar ayudas institucionales que den continuidad a la práctica de la apicultura en Eivissa, en beneficio de los ciudadanos y de la biodiversidad».

Morna

El presidente aboga por «permitir la instalación de colmenas en las zonas agrícolas o forestales adaptadas a cada uso». Precisamente, lo ocurrido el 25 de mayo de 2011 marcó un antes y un después en la historia de la apicultura pitiusa. Aquel día se produjo el devastador incendio de Morna. Se quemaron 1.576 hectáreas y la Fiscalía culpó de ello al apicultor Martín Norberto Candioti, por el uso indebido del ahumador. Solicitó para él 11 años de prisión y una indemnización de 232.000 euros. Permaneció en prisión trece meses y finalmente fue absuelto: «Necesitaban un chivo expiatorio», dijo tras conocer el fallo de la Audiencia Provincial.

Además del via crucis que pasaron tanto Candioti como los apicultores pitiusos, aquel suceso provocó la aplicación, por parte del Govern, de medidas muy restrictivas para el uso del ahumador y para la instalación de colmenas en las Pitiüses. La asociación se movilizó contra esas prescripciones y solicitó tanto al Consell como al Govern que no fueran aplicadas, pues restringen «la práctica de la actividad apícola».

Recuperación de la abeja autóctona

Sobre el futuro de la abeja pitiusa, Vicent Marí apuesta por «la recuperación y conservación de la autóctona, no solo por sus óptimas condiciones de pecoreo, sino por su capacidad de trabajo, toda vez que se halla perfectamente adaptada al territorio, es fuente de biodiversidad y se halla en estos momentos en un palmario riesgo de desaparecer».

De ahí que emprendiera una especie de cruzada particular al respecto. Primero, ordenando en 2017 el estudio 'Caracterización y autenticación de las mieles de Eivissa y Formentera a través del análisis palinológico'. Fue realizado por la investigadora Sara Guillaumet bajo la dirección de Marzia Boi, doctora en Biología, profesora asociada de la UIB y palinóloga. Concluyó que las abejas de Eivissa liban hasta de 77 tipos de plantas diferentes, mientras que en la isla de Formentera lo hacen de 63.

Además, la asociación importó en junio de 2018 enjambres de Mallorca cuya genética coincide con la de los himenópteros de las Pitiüses, diezmados hace 30 años como consecuencia de la varroa. Entonces sólo resistió un pequeño reducto, apenas dos colmenas en toda la isla, y se repobló con abejas no ibicencas.

De ahí el intento de recuperar en 2018 aquella genética original: se trajeron 600.000 abejas de pura cepa, que fueron depositadas en una loma de Can Planes (Santa Eulària). En un estudio, realizado por las doctoras Pilar de la Rúa Tarin e Irene Muñoz Gabaldón, del departamento de Zoología y Antropología Física de la Universidad de Murcia, se especificó que los himenópteros procedentes de las colonias criadas por la Agrupació de Defensa de l'Abella Autòctona de Mallorca poseían el ADN más apropiado para recolonizar Eivissa, al ser del haplotipo A1, el sublinaje africano que acabó diluido (y casi desaparecido) a finales de la década de los 80, cuando se fundó la asociación.

El dato: De local en local

Durante los primeros años de vida de la asociación, sus reuniones se celebraron en locales diversos de la geografía insular, como en Cafés Ibiza (kilómetro 5 de la carretera de Sant Joan), Can Marines, las oficinas de la conselleria de Agricultura (en la calle Bes, 9 o en las de la calle Cataluña, 17), en la biblioteca de la Caixa (calle Joan Xicó, 1), en el salón de actos del Consistorio de Sant Josep, en el Sindicato de Labradores de Santa Eulària y, ya desde 2002, en el local situado junto a Agroeivissa, en Sa Blanca Dona.