Es la más pequeña y común de las garzas -de hecho, se usan los diminutivos para referirse a ella- y la que puede encontrarse en una mayor diversidad de hábitats, desde los humedales de ses Salines y ses Feixes hasta los cultivos de zonas interiores de las islas. También es la más internacional de las aves zancudas, una garza que si bien es oriunda de zonas tropicales y subtropicales de África ha sido capaz de colonizar todas las áreas templadas de los continentes de forma que sólo está ausente en la Antártida. Su proceso de expansión es el más rápido y sorprendente que jamás ha protagonizado ave alguna. Eso sí, a pesar de que no es raro verla en las islas, se considera en las Pitiusas un ave invernante y sólo consta (en el Estatus de l'Avifauna Balear de l'Anuari Ornitològic de Balears editado por el GOB) un caso de nidificación accidental en la isla de Formentera, en el año 1997.

La garcilla bueyera, esplugabous en catalán y Bubulcus ibis en su nomenclatura científica, debe su nombre a su relación con el ganado, y ya sea en los campos de Jesús o Sant Jordi o en el Refugio Nacional de Vida Silvestre Caño Negro, en Costa Rica, no es raro observar a estas garcillas junto a caballos, ovejas o vacas -o también sobre ellos- esperando poder capturar a los pequeños animales que saltan a su paso; insectos como escarabajos y saltamontes y también ranas y algunos pequeños mamíferos. Este comportamiento las hace las menos acuáticas de todas las aves ardeidas y las menos pescadoras. El nombre del género en el que actualmente se inscriben estas aves, Bubulcus, significa pastor en latín. En su origen, en las tierras de África, viven asociadas a grandes herbívoros salvajes como el ñu, el antílope o el búfalo, pero se han adaptado a la ganadería a medida que el ser humano la ha hecho extensiva y ello ha contribuido a la asombrosa expansión de la especie.

Desde 1964

En un informe publicado en el año 2010 en el Anuari Ornitològic de Balears se señala que las primeras citas de esta especie en el archipiélago son del año 1964, cuando ya llevaba un siglo adscrita al género Bubulcus (del que es la única representante) y no en Ardea, como la garza real o la imperial; en realidad recuerda más a la garceta común, Egretta garzetta, muy frecuente también en ses Salines. Esas primeras citas fueron de animales «cazados y llevados a embalsamar».

Y en la primera edición del libro del biólogo Joan Mayol 'Els aucells de les Balears', de 1978, figura la garcilla como especie «rarísima». Nidifica en la Albufera de Mallorca desde 1997 y en 2010 ya figura como especie sedentaria en expansión en Mallorca y Menorca, invernante y migrante escasa en Ibiza e invernante escasa en Formentera, datos que, casi una década después, quizás habría que revisar, a juzgar por la rápida expansión de la especie en el resto del país y la facilidad con la que en la actualidad pueden observarse ejemplares en campos de las dos Pitiusas. La colonia del Delta del Ebro, por ejemplo, pasó de 2.582 parejas a 5.577 de 1990 a 1998.

Las garcillas se caracterizan por su pequeño tamaño con respecto a otras garzas blancas y por su pico amarillo. En su plumaje níveo se producen algunos cambios en época nupcial, cuando aparecen en el píleo (la parte superior de la cabeza), la nuca, el pecho y la espalda tonos amarillos, anaranjados o incluso rosados, aunque de manera muy sutil.

El pico, las patas y los ojos también cambian y se vuelven rojizos en época reproductora. A decir verdad, el color de las patas es bastante variable en estas aves, desde un tono verdoso o rojizo hasta el gris y el negro, por lo que éste resulta un rasgo poco revelador.

Dos subespecies

Las diferencias entre garcillas bueyeras de distintos puntos del planeta han llevado a describir dos subespecies, aunque algunos expertos consideran que las dos variedades deberían considerarse especies separadas. La existente en África, América y Europa es la subespecie nominal, Bubulcus ibis ibis, mientras que la que puede observarse en Asia y Australia es B. ibis coromandus.

También hay ornitólogos que ya describen una tercera subespecie en las Seychelles, donde la garcilla ha sido introducida por el ser humano, al igual que lo ha sido en otros lugares como Hawai o Chagos, para controlar plagas de insectos.

Es decir, si la expansión natural de la especie ya resulta asombrosa, a ello hay que sumar el impulso que las actividades humanas han dado a tal propagación.

Controladora de saltamontes

«La especie entró desde el norte de África a la Península, donde se instaló en los grandes humedales del sur para luego continuar su avance hacia otros lugares propicios en un proceso que, por el momento, continúa», así explica su llegada a España SEO/Birdlife en la ficha sobre esta especie, en la que señala además que «durante el siglo XX se expandió -valiéndose de sus dotes migradoras— desde África a Sudamérica y, desde allí, a América Central y del Norte; también ha llegado hasta Australia y Nueva Zelanda —posiblemente ayudada por introducciones de la especie— e, incluso, al archipiélago de Hawái, donde ha sido introducida con absoluta certeza».