Acondicionar el comedor social para que sea «más acogedor» y más cómodo para las personas sin hogar era el objetivo de la reforma llevada a cabo hace un mes en el centro de día de Cáritas Ibiza y que ha sido posible gracias a los 2.000 euros recaudados por Daniela Natale, voluntaria desde hace cinco años. Por ello, la entidad de la iglesia quiso mostrar ayer cómo ha quedado este espacio (en el que hay días que desayunan 60 personas y cenan unas 40, siete de ellas mujeres) tras pintar las paredes de blanco y turquesa (color de los manteles que cubren las ocho mesas), cambiar el mobiliario, mejorar la iluminación y decorarlo con motivos navideños. (Mira aquí las fotografías)

«Contar con un comedor social más agradable favorece que haya menos conflictos y que el ambiente sea más pacífico y participativo. Tras la reforma, este sitio es más suyo, es más parecido a un hogar», señala la trabajador social del programa de personas sin hogar de Cáritas Eivissa, Natasha Quitak, a quien le gustaría colocar también unos sillones para que los usuarios estuvieran más cómodos, pero los metros cuadrados de los que disponen son insuficientes. «Es lo malo de que este espacio sea tanto centro de día como comedor», recuerda la trabajadora social, que insiste en su agradecimiento a Natale, la voluntaria encargada de las jornadas de estilismo que ofrece Cáritas para mejorar la autoestima de los usuarios y organizadora de eventos solidarios.

Mientras seis hombres degustan una porción de bizcocho o de coca amb pebrera, Miguel, un exusuario del comedor social, contempla el centro de día reformado, cuyos muros ya no son de color tierra. «Ahora está más bonito y más juvenil», le comenta este hombre de 71 años a tres monitoras de Cáritas Eivissa. «Como ahora duermo en el albergue ya no como aquí, pero quería ver cómo ha quedado el centro de día», explica Miguel.

«Sobrevivir»

Otro hombre, que prefiere no dar su nombre, explica que es el segundo año que acude a comer a Cáritas porque vive en una infravivienda en el municipio de Ibiza. «Aunque llevo muchos años en la isla, estoy pensando en volver a Italia. Allí tendría casa y trabajo, pero no tengo dinero para comprar el billete de avión», cuenta este italiano.

Cerca de él está un húngaro que reside en la isla desde 2015 y que recurre a Cáritas porque trabaja en la construcción sin contrato. «Un día me llaman, pero otro no y con lo que me pagan no puego pagar una habitación de 500 euros, así que por ahora duermo en la playa», sostiene este usuario, que busca un empleo más estable. «Estas Navidades no serán buenas, me limitaré a sobrevivir estas dos semanas», añade. Para Justin, un británico de 52 años que lleva en la isla dos meses, también serán unas fechas tristes: «Me detuvieron y ahora no tengo pasaporte para volver a Inglaterra, debo ir al Consulado», señala este usuario.