Karina Danchú aclara que sus dos apellidos son Zeff Peláez. El paterno proviene de la zona del Caspio, aunque su familia emigró a Argentina, mientras que el materno es asturiano. «Estaba en el vientre de mi madre en Candanchú y ella estaba enamorada de la montaña y me puso Danchú de segundo nombre». «Sí, estaba predestinada», bromea. Sin embargo, el suyo no fue un amor a primera vista con las cumbres, ya que sufría un vértigo terrible, hasta el punto de que le temblaban las piernas al cruzar un puente. (Mira aquí todas las imágenes del reportaje)

Con 14 años, decidió hacer frente a ese miedo cuando estaba internada en la Ecole d'Humanité de Halisberg (Suiza). Había nacido en Ibiza y luego se crió en Asturias y Tenerife, siempre con esa fobia. Pero luego se animó, como actividad escolar, a cruzar los Alpes de Suiza a Italia, «seis días por glaciares caminando doce horas diarias». El primer día con el guía de escalada, le mandaron subir la primera, «poniendo las cuerdas y las cintas en una pared vertical». «Aunque era un nivel de iniciación, lloraba y, al llegar arriba, me quedé en blanco sin poderme mover, mientras que el profesor me decía que me tomara todo el tiempo del mundo, porque yo había estudiado mil veces qué se tenía que hacer a continuación». Allí conoció la terapia de inundación, «que es fantástica si sale bien y la segunda vez ya fue pan comido». Desde entonces, no ha dejado nunca de escalar, aunque, cuando estaba centrada en sus estudios de Bellas Artes en la Academy of Art University de San Francisco, tenía que conformarse con un rocódromo.

Al volver a Ibiza, hace 11 años, buscaba gente con quien seguir escalando. Trabajaba en el Club Náutico de Santa Eulària y calmaba su necesidad con buceo y actividades acuáticas, hasta que un marinero, también aficionado a este deporte, le contó que conocía a la persona idónea, pero justamente había perdido su teléfono. «Pero me dijo que, si íbamos a sa Pedrera, seguro que lo encontrábamos». Y así fue. Alejandro Pellegrino, 'el Pipeta', estaba bañándose cuando llegaron, pero ese día ya fueron a escalar. Congeniaron enseguida y empezaron a compartir esa búsqueda de la plenitud en las alturas. Una sensación que trasciende el deporte para «llegar a un estado meditativo en el que te sale un sexto sentido». «Notas un poder sensorial amplificado y tienes sensación de soledad, pero te llena», explica Karina.

Una plenitud que trasciende el deporte

«Allí arriba te sientes muy pequeñito, notas que todo lo demás es inmenso, pero sientes libertad y humildad, un despertar, porque eres consciente de que tu vida puede acabar con un mal movimiento», cuenta Pellegrino al describir su primera experiencia alpina. Él no tenía ningún miedo que superar, al contrario, y, se animó a acompañar a dos escaladores experimentados al monte Fitz Roy, en la Patagonia, a 3.500 kilómetros de su casa en Río Tercero (provincia de Córdoba). «Para ser Argentina no es tanta distancia», bromea Pellegrino.

«Igual fui descerebrado, pero sentí que tenía mucha intuición, como si hubiera sido alpinista en un a vida anterior». El reto fue mucho más duro de lo que habían previsto, ya que oscureció y sufrieron unas condiciones meteorológicas que les impidieron regresar. «Tuvimos que pasar la noche a pelo, pegados unos a otros encima de un glaciar, con fuerte viento y con 20 grados bajo cero».

«Allí tienes el hielo continental patagónico, el tercer campo mundial de agua potable, y tienes la influencia de las presiones de los dos océanos que se juntan exactamente en ese cerro y se forman bruscos cambios climáticos y vientos de hasta 200 kilómetros por hora». Aunque sea verano austral, como en esa ocasión.

En la montaña sintió que volvía a nacer y se entregó por completo a ella. «Los escaladores somos como los surfistas, es un modo de vida más allá del deporte», precisa.

Así, abandonó sus estudios en la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Nacional de Córdoba, aunque no fue allí donde le bautizaron con el mote de 'pipeta'. «Fue en secundaria, porque era alto y flaco».

De los Alpes al Cap Bernat

Cruzó el Atlántico, vivió en Barcelona y en el Piamonte, en Cuneo, donde pudo convivir con grandes escaladores en los Alpes marítimos y conocer sus orígenes, a los hermanos de su abuelo y su familia italiana. «Pero yo tenía rastas y me miraban como si fuera de otro planeta». En cambio, en Ibiza descubrió su paraíso particular.

Ya se había aficionado a los tambores, su otra gran pasión en esa época, especialmente al djembé africano, «con maestros que llevó la inmigración a Italia». También formó parte de un grupo de percusión en la Floresta, donde le hablaron de «la playa de los tambores» de Ibiza. Llegó con su furgoneta, se enamoró del lugar y pasó el verano viviendo en Benirràs «como un hippy, tocando los tambores y haciendo tatuajes de henna». «Allí escalaba el Cap Bernat sin cuerdas». Repitió al año siguiente y ya se quedó en Ibiza ganándose la vida como músico con el grupo de percusión Boloconondo, «tres o cuatro años absorbido por los tambores». Pero esa formación se rompió y se centró en la escalada, aunque sigue practicando gracias al maestro cubano Agustín el Chinchilla.

Las instalaciones donde hace seis años crearon el rocódromo en Sant Josep son fiel testigo de la faceta musical de Pellegrino.

Construyeron con la ayuda de un soldador profesional, en lave central, todas las paredes y cubiertas con las presas y seguros donde se ejercita un grupo de chavales de la Escuela Municipal de Deportes. Entre ellos, la hija de Pellegrino, Olivia, de 13 años, que empieza a hacer sus pinitos. En una sala lateral se encuentran decenas de pies de gato de material de escalada de otros usuarios de Ibiza Vertical, el club de escalada que fundó 'el Pipeta' hace ya quince años.

«Empezamos en el instituto es Xarc y luego fuimos al de Sant Agustí, pero no teníamos la autonomía que podíamos tener aquí». Se trata de las instalaciones que anteriormente habían acogido la Escuela de Clowns de Erick de Bont y que, tras un par de años vacía, alquiló la pareja para seguir desarrollando su proyecto.

Destacan que buscan una formación integral para los alumnos, más allá del deporte y la competición, y fomentar el respeto al medio ambiente. De ahí que hayan renunciado al uso del magnesio, «que se obtiene de la actividad minera que destroza montañas», además de que, hoy en día «hay tantos escaladores que las paredes de las vías quedan teñidas de blanco». Lamentan que el auge de la escalada deportiva, una disciplina que este año se convierte en olímpica, ha puesto de moda la especialidad en las grandes ciudades. «Ahora hay un montón de escaladores formados en los rocódromos se van a escalar a la naturaleza sin que se hayan formado como montañeros».

En cambio, ellos defienden que no hay que tocar una planta que te encuentres en la subida ni dejar ningún resto en la naturaleza. Aunque ello suponga que arrastren con ellos en todo momento un retrete portátil o el petate de 100 kilos con los víveres y el resto de material que necesitan en Yosemite, una de las mecas de la escalada. Ellos lo han coronado en dos ocasiones, escalando en cada ocasión durante cuatro días, una de ellas sin parar durante 42 horas, en las que se habían quedado sin agua ni comida. Durmiendo en una pared vertical de casi un kilómetro de altura, en una hamaca cuando aún no tenían dinero para comprarse un portaledge (la plataforma colgante que usan los escaladores).

Peores condiciones han superado en el Cerro del Hombro del Fitz Roy, pernoctando a veinte grados bajo cero con mantas de emergencia. Pero esa plenitud que les conecta con las panorámicas que no dejan de buscar en los Alpes, en el Aconcagua, en Cerdeña, Asturias o en cualquier cima del mundo, no la encontrarán en el rocódromo, aunque sea un sustitutivo fabuloso.

Campeones de España

El esfuerzo también tiene su recompensa y el 26 de octubre se proclamaron ganadores en la categoría Mixta de la Liga Nacional de Rallys de Escalada, además de terceros en la absoluta. Ya lo ganaron en 2016 y han repetido en la segunda ocasión que se presentan, pero esta última ha tenido una épica que jamás hubieran soñado. Se trata de cinco pruebas repartidas en la temporada y, en cada una, cuentan con 12 horas para ir superando diferentes vías puntuadas en función de su dificultad. Sus rivales de la Federación Andaluza, con los que estuvieron prácticamente empatados toda la liga, ya celebraban la victoria al ver que el cronómetro se acercaba a las doce horas y no llegaban los ibicencos, que tuvieron que arriesgarse a escalar su novena vía de la jornada para optar al triunfo. Surgieron en plena noche cuando solo quedaban 23 segundos y ganaron por la mínima.

Renuncia al magnesio

Alejandro Pellegrino y Karina Danchú Zeff han renunciado al uso del magnesio, dentro de su filosofía basada en la pureza de la escalada, y en el máximo respeto al medio ambiente. Por una parte, «un estudio científico demostró hace unos años que no ayuda a la adherencia, ya que desaparece a la primera presa que agarras, además de que te tapa los poros», precisa Pelegrino. Esta restricción también se ha llevado a cabo en la Escuela de Ibiza Vertical tras acordarlo con los chavales a los que imparten clases. «Hemos estado un mes y medio sin magnesio y se han dado cuenta de que pueden trabajar igual sin usarlo», apunta Zeff. Para ello, se ha explicado a los niños que «el magnesio se extrae de la actividad minera y se destrozan montañas».

Un triunfo épico de la Liga Nacional

La pareja de escaladores de Ibiza se han proclamado campeona de España en la categoría Mixta de la Liga Nacional de Rallyes de Escalada de la Federación Española de Deportes de Montaña y Escalda (Fedme) las dos veces que se han presentado, en 2016 y este año. Esta competición de resistencia en la naturaleza consiste en cinco pruebas, entre marzo y octubre, en las que participan equipos de dos escaladores en representación de su federación autonómica. En cada una de las fechas de la competición, deben escalar durante 12 horas seguidas en una zona de montaña en la que cuentan con diferentes vías que eligen superar, cada una de ellas con una puntuación en función de su dificultad. La liga de este año fue tan reñida que no se decidió el triunfo hasta que Pellegrino y Zeff cruzaron la meta, 23 segundos antes de que se acabaran las doce horas de plazo de la última prueba.