Un elemental ejercicio de astronomía. La que probablemente sea la constelación más conocida del mundo, Orión, empieza a verse en otoño, saliendo por el este, por Santa Eulària, en el cielo nocturno ibicenco. Orión, avanzadilla del invierno, llega justo antes del frío. Y a pesar de ser una celebridad astronómica, quienes no tienen costumbre de observar el espectáculo de la noche tal vez no sepan reconocer al cazador de invierno, que es como a menudo se denomina a esta constelación, que porta el nombre del hermoso hijo de Poseidón.

Pues bien, a primeras horas de la noche puede distinguirse, muy baja en la zona de Llevant pero elevándose poco a poco, una cometa, una de esas que muchos habrán hecho volar de niños, una clásica y típica cometa romboide con una cinta detrás. También podría recordar a un arco preparado para lanzar su flecha. Es el fragmento más nítido y más fácil de identificar de Orión, principalmente el cinturón de Orión, las tres estrellas conocidas como las Tres Marías (Alnitak, Alnilam y Mintaka), que cierran la cometa por la izquierda.

En Ibiza, tradicionalmente, estas tres estrellas han sido conocidas por nombres como Ulls de Nostro Senyor, Ulls de Santa Llúcia, es Bordons y es Deiols, y sobre todo por los dos últimos, según puede leerse en 'Estels d'Eivissa'. Noms popular d'estrelles, planetes i constel.lacions a les illes Pitiüses', editado hace unos años por la Agrupació Astronòmica d'Eivissa. Estos dos nombres, es Bordons y es Deiols, aparecen en glosas populares como la siguiente: « Ma mare sortiu, veureu/ es Deiols i ses Cabrelles/ I cent mil que van amb elles/ I també la Vera Creu».

Viaje galáctico invernal

Identificar el asterismo (conjunto de estrellas que parecen formar una figura) de Orión puede ser el primer paso para un metafórico viaje galáctico de invierno. A Pep Marcús, presidente de la agrupación astronómica mallorquina Club Newton, le recuerda más a una cafetera, «italiana, de esas de toda la vida», que a una cometa. Una representación que, ciertamente, es mucho más completa que la idea de la cometa, ya que incluye más estrellas de esta gran constelación. Y es Deiols serían así el centro que separa las dos piezas de la cafetera.

Pep Marcús explica que Orión «viene rodeado de animales», porque junto a él se encuentran constelaciones como Canis Maior y Canis Minor. También Canes Venaciti (Lebreles), «a sus pies», y Columba. «Son todas constelaciones invernales». El cielo nocturno de invierno tiene asimismo «al gran toro, Tauro, que brilla con los cuernos preparados para proteger a ses Cabrelles» (es como en las islas se conoce el cúmulo de estrellas azules de las Pléyades, ubicadas dentro de Tauro).

Estas constelaciones realizan un recorrido de este a oeste de forma que a Tauro -donde se encuentra Aldebarán, «que brilla con una luminosidad roja extraordinaria»- sigue Orión. Las Pléyades salen primero. Y ahora que anochece tan pronto, estos objetos celestes pueden ya contemplarse con todo su fulgor incluso antes de las diez de la noche, sin necesidad de trasnochar demasiado.

En Orión se encuentran dos de las diez estrellas más brillantes del firmamento, Rigel (Beta Orionis) y Betelgeuse (Alpha Orionis), la más célebre supergigante roja conocida, que no tiene nada que ver con el personaje Bitelchus de Tim Burton, a pesar de que se pronuncia de un modo similar; en realidad, viene a significar algo así como 'la casa de los gemelos', y tal denominación se explica porque antaño esta conocida estrella se consideraba parte de la constelación de Géminis. Rigel y Betelgeuse son extremos de la cafetera y quedan fuera de la cometa con la que, inicialmente, puede identificarse Orión como ejercicio para principiantes.

Señala el presidente del Club Newton que, aunque la noche de verano «nos regala la Vía Láctea que, sorprendentemente, mucha gente asegura no haber visto jamás», el cielo de invierno tiene muchas más estrellas brillantes. La Vía Láctea también es visible, en realidad, pero no es tan nítida y no se observa su parte más espectacular.

100 por hora

Y respecto a las lluvias de estrellas de invierno, cierto es que suelen despertar menos expectación que las de verano, pero ello se debe, probablemente, a que el clima no acompaña para pasar la madrugada a la intemperie. Sin embargo, vale la pena abrigarse y probar: «He llegado a subir al Puig Major a tres grados bajo cero y he disfrutado mucho de las Gemínidas», señala Marcús, que destaca esta lluvia, la del mes de diciembre, porque nada tiene que envidiar a las veraniegas Perseidas; las Gemínidas pueden alcanzar una actividad de 100 meteoros por hora y con la singularidad de que cruzan el cielo más lentas que las Perseidas, lo que facilita su observación.

Las estrellas-meteoros de las Gemínidas no proceden, contrariamente a lo acostumbrado, de un cometa, sino que su cuerpo progenitor es un asteroide llamado Faetón (Phaeton), descubierto en 1983. Por todo ello, y a pesar de que los días de mayor actividad la Luna estará muy crecida, Pep Marcús recomienda probar suerte con esta lluvia de meteoros entre el puente de diciembre y Navidad, cerca de los días 12 y 13. La actividad de la lluvia de meteoros no se circunscribe a un día o dos, sino que puede prolongarse durante más de una semana.

Tiempo de estresllas brillantes

En los cielos de invierno destacan más estrellas brillantes que en las noches de verano. Entre estas estrellas invernales pueden citarse las dos de Géminis, Cástor y Pólux, y el ojo rojo de la constelación de Tauro, Aldebarán, que aunque no puede considerarse entre las diez más brillantes sí es remarcable por la intensidad de su rojo y la facilidad para identificarla en el firmamento. También resaltan Sirio (está en Canis Maior y es la más brillante de todas), Procyon (Canis Minor) y las más brillantes de Orión, una supergigante azul y una supergigante roja; Rigel y Betelgeuse.