Incidir en la prevención de la ludopatía en los talleres destinados a menores que cometen infracciones penales es uno de los «proyectos de mejora» que el Centro de Estudio y Prevención de Conductas Adictivas (Cepca) se ha marcado para la nueva etapa que inicia después de que el Consell de Ibiza adjudicara el servicio para los próximos cuatro años a la empresa Arquisocial, que ya lo ha gestionado en los cinco anteriores.

«Ha aumentado la incidencia de casos en los que los chicos han cometido algún delito relacionado con ludopatías», resalta Alvite, que indica que ya tienen «un inicio de proyecto para desarrollarlo y ponerlo» en práctica y recuerda que hasta ahora con estos jóvenes solían llevar a cabo talleres enfocados «a educación afectivo-sexual, resolución de conflictos, prevención de violencia de género o consumos de drogas», entre otras.

Ésta es una de las dos «mejoras» contempladas en el proyecto técnico que Arquisocial presentó al concurso que se publicó el pasado diciembre. La segunda es el diseño de una página web accesible para los docentes, las familias y los adolescentes que se plantean poner en marcha «a partir del segundo año» de contrato.

Su intención es que a través de la web los profesionales del Cepca accedan a sus programas cuando acuden a los centros educativos a impartirlos. Al mismo tiempo, tendría un apartado para padres, otro para adolescentes, «para que a partir de ahí puedan ponerse en contacto» con ellos, y otro para los docentes, en el que se podrían «descargar actividades para continuar trabajando» lo que ellos comienzan. «Y esto iría aparejado también con [el desarrollo] de redes sociales», comenta Alvite.

Seguir la línea de trabajo actual

Junto a estas novedades o mejoras, el Cepca continuará desarrollando su labor en todas los campos en los que venía haciéndolo: el trabajo en los centros educativos dirigido a la prevención en edad escolar; las escuelas de familia y el asesoramiento destinado a la prevención familiar; el asesoramiento profesional y los talleres socioeducativos para menores con medidas judiciales, en el ámbito de la prevención comunitaria; las iniciativas de formación de otros profesionales y los estudios de investigación.

«De las áreas en las que trabajamos, la de prevención escolar es en la que tenemos mucho más desarrollados nuestros programas», indica Alvite que menciona Controla't, En Parlem! y Sextima, que además van evolucionando conforme a las necesidades y la realidad.

El primero, cuyo objetivo es incidir en el buen uso de internet y de las nuevas tecnologías, se amplía este año y se impartirá en cuarto además de en quinto y sexto de Primaria, pues así lo habían solicitado los colegios. «Este año estrenamos un nuevo formato; no tiene nada que ver [con lo que era] y ha mejorado mucho», subraya Alvite.

En Parlem! -que aborda diferentes conductas de riesgo en la adolescencia- y Sextima -orientado a la educación afectivo-sexual sana y segura-, que se imparten a alumnos Secundaria, «seguirán siendo muy importantes», dice, al tiempo que hace hincapié en la necesidad de evaluarlos a lo largo de estos cuatro años para analizar, según agrega Paula Villena, psicóloga del servicio, «si son bien recibidos por el profesorado y el alumnado».

A este respecto, Alvite indica que la información que han recogido hasta ahora en las diferentes encuestas muestran que sí, que a los alumnos les gustan las charlas que imparten y quieren más. «Nuestra propuesta para el Sextima es que hay que ampliar las sesiones. Nos dicen que quieren más charlas sobre sexualidad porque las necesitan y nadie les habla de eso», subraya Villena.

En cuanto a consumo de drogas, que se aborda en En Parlem!, Alvite indica que el objetivo no es sólo «que la gente deje de consumir o rebaje su consumo», sino también que «aquellos que decidieron no consumir, afiancen su postura». En este sentido, asegura que los estudiantes sienten ese respaldo: «Hay gente que nos dice que, no consumiendo, les hemos reforzado en su decisión de no hacerlo».

«Y seguiremos haciendo los talleres que nos piden para grupos concretos que son más específicos. Y aquello que nos demanden los centros que, no entrando en el encaje de nuestros programas, responda a una necesidad concreta», apunta Alvite, que resalta que este trabajo está estrechamente ligado al que desarrollan también con las familias, que son un pilar «fundamental» en las labores de prevención.

De adicciones a riesgos

Prevención en la que los profesionales del Cepca llevan trabajando desde hace ya 19 años, a lo largo de los cuales han sido testigos de los diferentes cambios experimentados por la sociedad y a los que ellos se han ido adaptando.

«Al principio, nuestro objeto de trabajo eran las drogas», resalta Alvite, quien opina que, según su experiencia, el consumo de estas sustancias ha evolucionado a lo largo de estos 19 años. «Lo que vamos viendo es que ahora hay más gente que no consume, pero los que consumen lo hacen de forma más abusiva», subraya.

Pero después llegaron las nuevas tecnologías, que marcaron un punto de inflexión. «La explosión del mundo de las nuevas tecnologías ha cogido en la época de vida del equipo, con lo cual hemos ido creciendo en paralelo y teniendo que cambiar las cosas en paralelo», dice Alvite. Y es que entonces surgió la necesidad de abordar el acoso y el ciberbullying y la decisión de evolucionar desde la prevención de las conductas adictivas a la prevención de las conductas de riesgo, en las que se han ido incluyendo un amplio abanico de cuestiones, entre ellas la violencia de género.

Y si en sus inicios trabajaban con adolescentes, a medida que fue pasando el tiempo en el Cepca se dieron cuenta de que en esa época llegaban tarde y era necesario incidir «desde mucho antes». En cuanto a cómo han evolucionado éstos, Villena y Alvite resaltan que una de las cuestiones más llamativas es su necesidad «de estar conectados a algo» continuamente: «No tienen paciencia, tienen mucho menos sentido de la espera y autocontrol. Lo quieren todo y lo quieren ya, tienen que satisfacer sus necesidades en el momento en que ellos consideran que lo necesitan».

Pero no sólo había que intervenir antes con los niños. «En el tema de las familias, también. Vimos que cuanto antes bajásemos a edades más precoces, antes conseguiríamos que las familias fuesen capaces de convertirse en un factor de protección por ellas mismas», resalta Alvite, al tiempo que Villena apostilla que en estos momentos trabajan con padres y madres «de niños de tres años hasta 16».

«Modelos de referencia claros»

En el caso de las familias, para Villena uno de los principales cambios que han sufrido es un aumento de la inseguridad. «La sociedad está cambiando, nos preocupan más cosas y quizás eso sea que los padres sean más inseguros. Y esa inseguridad hace que a la hora de educar no sepan por donde tirar», comenta e incide en que esto conlleva que muchas veces sus hijos «no tengan unos modelos de referencia claros».

«Además, hay familias que tratan de delegar lo que les toca a ellas en otros, en el colegio, en las instituciones, como que intentan que la sociedad proteja a sus hijos para que ellas no tengan que poner normas», comenta y pone un ejemplo: «Se dice mucho lo de que multen a quienes venden alcohol o los que les dejan entrar a los locales, y eso está muy bien. Pero que tu hijo de 16 años esté a las cuatro de la mañana en Platja d'en Bossa no depende ni del Ayuntamiento ni de la Policía, depende de ti».

En este sentido, comenta la dificultad que encuentran las familias para poner normas porque se sienten «muy solas»: «Nuestra sociedad da mensajes más diferentes. Antes, todo era más homogéneo, las familias entendían que había que poner normas y se sentían acompañadas al hacerlo. Ahora hay tantas que no lo hacen que a las que sí quieren les resulta tremendamente difícil pues se sienten muy solas. Sus hijos llegan a casa y les dicen: 'Es que yo soy el único que no tiene teléfono, que no puede jugar al Fortnite a las nueve de la noche, que no...' Y todo eso es muy agotador».

La escuela, fundamental

Otro pilar fundamental en la prevención es la escuela. «Es la segunda institución importante en el proceso de desarrollo de un ser humano después de la familia. Entonces, si familia y escuela no establecen más mecanismos de cooperación, de diálogo, siempre iremos a menos», opina Alvite.

En relación a los centros, desde el Cepca han pasado de tener que ir por ellos «vendiendo» sus programas, a lograr que todos participen y les llamen cuando encuentran alguna situación de riesgo en sus aulas. «En el curso 2018/2019 hemos intervenido con unos 8.400 alumnos de la isla en más de una ocasión, y ha habido prácticamente mil horas de actuación directa de los técnicos del equipo en las aulas», subraya Alvite.

Y no se quedan sólo ahí sino que también colaboran con el área de Salud. Empezaron con el Sextima, «para que todos los profesionales» que iban a los centros de Secundaria a hablar de educación afectivo-sexual lo hicieran «de forma coordinada, con unos objetivos comunes y un programa desarrollado», y ahora el Ib-Salut cuenta con ellos para implantar en las Pitiusas su programa de Consulta Jove.

«La idea final es crear una red de prevención, contar con muchos más agentes preventivos», resalta la responsable del Cepca.