¿Qué información nos dan los cadáveres de los púnicos?

En la Necrópolis de es Puig des Molins encontramos individuos de todas las edades y de ambos sexos. A través de elementos químicos que se sacan de los huesos o de las patologías de los dientes, sabemos que tenían una dieta terrestre, con muy poca aportación de proteína marina. Es un hecho curioso que ocurre en bastantes islas del Mediterráneo. Se puede encontrar alguna deficiencia de hierro y las fracturas que tenemos son accidentales, sin ningún indicio de violencia.

¿Qué altura tenían y cuanto tiempo vivían?

Eran más bajitos que nosotros ahora, algo más de 1'60 metros los hombres y de 1'50 las mujeres, pero esta era la misma altura que había en España hasta principios del siglo pasado. La gente llegaba hasta los 50 o 60 años, pero también encontramos muertes a los 30 o 40 años y algunas anteriores por problemas de parto o infecciones.

¿Eran como nosotros racialmente?

Hay estudios genéticos ahora que intentan averiguar si la población púnica eran de la isla o venían de fuera. Hay algunos rasgos en los cráneos que pueden demostrar que había individuos subsaharianos que emigraron durante la colonización púnica de Ibiza.

¿Sufrían mucho desgaste físico?

Sí, mucha artrosis, especialmente en las zonas rurales, en rodillas, cadera y hombro. Pero si tenían artrosis, es porque vivían más tiempo. A veces tienes un esqueleto sin enfermedades y parece que es más sano, pero no es así. Los más sanos son los que presentan más enfermedades, ya que pudieron vivir más años.

¿Hay diferencias entre los cadáveres púnicos y los romanos?

En mi tesis doctoral comparaba los restos óseos de época púnica con los de la antigüedad tardía, del siglo IV, V y VI de esta era. En época púnica, Ibiza era más importante y se puede observar que se vivía mejor. En época romana la estatura disminuye un poco, lo que significa una nutrición más pobre. Hay más patología oral, lo que indica que se alimentaban más de cereales y de pan, cuyo azúcar provoca caries, que de carne. También tienen más fracturas los cadáveres romanos. Se tiene que estudiar mucho más, pero la perspectiva biológica muestra que eran más prósperos los púnicos que los romanos en Ibiza.

¿También colabora en investigaciones de la policía?

He trabajado con la Policía británica y, últimamente, he estado en Bélgica y Francia para identificar soldados británicos de la I y la II Guerra Mundial y, además, hemos encontrado algunos alemanes. También agentes aéreos de Estados Unidos que caían en Italia o Alemania. Comparamos en el laboratorio una muestra de ADN con sus descendientes o sobrinos y luego he sido testigo de algunos entierros de estos soldados ya con sus nombres. Así que estudio desde casi la prehistoria hasta nuestros días.

¿Encuentran objetos personales de estos soldados que den pistas de su vida cotidiana?

He estudiado huesos de muchas épocas y son solo un material, lo que te emociona son los objetos, com encontrarte una cartera con alguna fotografía. Casi todos los soldados eran jóvenes y hace unos años yo me identificaba con su edad y era muy emotivo. Encontrábamos sus cuchillas de afeitar y alguno tenía el billete de vuelta a casa, que se conservaba cien años después de haber sido enterrado.

¿En las zonas de guerra de trincheras ha encontrado indicios del shell shock

El shell shock se percibe a nivel psicológico, pero sí que encontramos lo que yo denomino «la vida en las trincheras». Cargar con mucho peso causa deformidades y anomalías en las vértebras y la espalda y andar tantos kilómetros provoca fracturas en los pies.

¿Cuál es el caso más chocante que se encontrado con los huesos de los soldados?

Teníamos un bombardero de la II Guerra Mundial que se había estrellado con las bombas y explotó, pero encontramos un pequeño fragmento de hueso, que era lo único que quedaba de ese soldado, y logramos identificarlo con el ADN. Eso es increíble.

También trabajó en un caso completamente diferente, el de Julia Pastrana.

¡Sí! Estaba trabajando de forense en casos de homicidios y accidentes y de repente me llega un correo de México, porque había escrito un libro comparando las legislaciones internacionales sobre excavaciones y tratamiento de restos arqueológicos humanos. Me explicaban que querían repatriar el cadáver de una persona muy conocida en el siglo XIX. Tenía un defecto físico, mucho pelo por todo el cuerpo y la exhibían en un circo de freaks, como en la película 'The greatest showman'. Me llegó al corazón y decidí a ayudar a las autoridades mexicanas para presionar a Noruega, que es donde estaba el cuerpo de Julia Pastrana. Pero tuve un dilema ético, ya que hoy en día se habla mucho de si se debe retener estos restos en los museos, si los volvemos a enterrar o los dejamos descansar en paz. Pero esa persona nunca había sido enterrada realmente [se encontraba en el Departamento de la Anatomía de la Universidad de Oslo]. Ojalá hubiera encontrado una carta suya diciendo que echaba de menos México, porque así tendría más motivo aún para colaborar. Fui a representar al Gobierno mexicano con artistas, músicos, grupos de discapacitados y de mujeres y me encantó. Lo llevo en el corazón junto a Ibiza.

¿Dónde se encontraban antes los restos de Julia Pastrana?

Estuvo expuesto hasta los años setenta con el cadáver del hijo que murió con ella durante el parto en 1860. Su marido, que era su representante, pensó que podía seguir sacando dinero y los vendió a un médico forense ruso que los embalsamó.

La prensa de la época llegó a decir de ella que era «el cruce pecaminoso entre un mono y un ser humano».

Era debido a la forma de su boca, con un maxilar muy prominente, y por el vello que le cubría el cuerpo.