Al escritor Lovecraft le gustaban los seres con tentáculos. Le gustaba crearlos para sus cuentos de terror cósmico, en realidad, porque odió el mar y sus misterios desde muy pequeño y para toda la vida. Así que cuando quería crear un monstruo como Cthulhu, le ponía tentáculos para hacerlo más horripilante. Sus tentáculos se parecen a los de los cefalópodos -al pulpo, al calamar y al Kraken- y también a los especímenes más desarrollados de la común ortiga de mar, una anémona de la que encontramos pequeños ejemplares de finas y sinuosas extremidades en las rocas de la orilla del mar y, sorprendentemente, grandes individuos solitarios a veinte metros de profundidad. La ortiga de mar, que en las islas se conoce como fideus, es, por regla general, una especie de litoral, frecuente en el área intermareal, que conforma colonias numerosas y que, según la teoría, rara vez puede verse a más de doce metros de profundidad.

Sin embargo, de pronto, encuentras a esos especímenes solitarios, convertidos en Cthulhu, con gruesos tentáculos que se retuercen sin armonía y que muestran sus violáceos extremos amenazadoramente, a veinte metros de profundidad en los fondos de s'Espartar o en las paredes de la plataforma del islote de sa Galera. También pueden medir algo más de los veinte centímetros que suele establecerse, como máximo, en las referencias sobre la especie. Es fácil observar en estos ejemplares, en la parte posterior, el disco pedal, el pie con el que han podido desplazarse hasta esa zona en la que ya ha desaparecido el espectro visible de los rojos, el color dominante es el azul y sólo con un foco pueden revelarse los tonos amarillos y verdes de la anémona. Las solitarias anémonas que pueden encontrarse a tales profundidades han adquirido un tono grisáceo que no suelen tener los ejemplares que habitan en los primeros metros de agua. En ocasiones, los expertos diferencian dos ecotipos según la profundidad de las poblaciones.

En riesgo de desaparecer

Las anémonas forman parte de la clase de los antozoos -junto a corales, gorgonias y plumas de mar-, un grupo animal que cuenta con muchas especies en las listas de animales en riesgo de desaparecer. Este antozoo, en concreto, es el más abundante en las islas y su área de distribución se extiende hasta Noruega por el Atlántico y por todo el Mediterráneo. A pesar de su habitualidad, quienes han crecido cerca del mar han podido constatar que, a lo largo de los años y al aumentar la presión turística en el litoral, ha dejado de ser omnipresente en la orilla.

Aunque es un fenómeno observado en muchas otras especies, que han ido retrocediendo mar adentro, la anémona, por ser tan común, representa un buen indicador de esta presión humana. La especie, concretamente, es Anemonia viridis, y existe cierta controversia entre los científicos para determinar si la denominación más usada hace décadas, A. sulcata, debe considerarse un sinónimo o si se trata de diferentes subespecies. En cualquier caso, estas anémonas, fideus de mar, son las que causaban antaño más picaduras que las que provocan en la actualidad las medusas.

Y si ya no son tan corrientes en las playas pitiusas, sí son especialmente prolíficas en zonas donde no hay presencia humana, en aguas someras de islotes como es Vaixell o na Gorra, en ses Bledes.

Protección para gambas

A pesar de la toxicidad de sus nematocistos, los tentáculos de puntas color lila de estos antozoos sirven de protección a gambas, pequeños peces y cangrejos como Inachus phalangium (si se observa bien, este cangrejo araña, de dos centímetros, suele encontrarse en la mayoría de las anémonas). Son especies inmunes al tóxico y que, a cambio de protección, limpian a las anémonas de parásitos. No deja de resultar curiosa esta colaboración porque en la alimentación de esta voraz anémona se encuentran muchos tipos de pequeños invertebrados, e incluso peces.

La ortiga de mar puede reproducirse de una forma convencional, usando glándulas sexuales, pero su forma más usual de hacerlo es por fisión longitudinal, lo que significa que el animal se parte en dos por la mitad de su boca, creando dos clones, un procedimiento más propio de una criatura de Lovecraft, sin duda.

Anémonas en la cocina

? En los últimos años, han proliferado los estudios sobre las posibilidades de esta especie para su explotación destinada al consumo, sobre su valor nutritivo, sus minerales y aminoácidos. Y, de hecho, ya existen empresas de cultivos marinos que han diversificado su oferta con la cría y reproducción de ortigas de mar, que, además de venderse para la cocina son empleadas en investigaciones científicas (hace un año se descubrieron las posibilidades de microorganismos presentes en las anémonas para crear medicamentos antimicrobianos). En lugares como Málaga y Cádiz, la disminución de las poblaciones ha ido asociada no sólo a la mayor presencia humana en las costas sino también a la recolección ilegal para su venta.