Neus Bonet señala y recita de memoria el nombre de todas las casas diseminadas por la vénda des Rubió que se divisan desde su plantación de pitreres (Agave americana) en Can Terracavat, junto al puig d'en Bartomeu. S'Illeta, Can Mateu, Can Pep d'en Pere, Can Joan Hortet, Can Pep de sa Torre o Can Llussià de sa Torre, «porque allí había una torre de vigilancia que complementaba a la de es Molar». Todo este núcleo de casas ahora, rodeadas de pinos, fue en su tiempo «el círculo de espardenyers, porque no hay grandes huertos y la gente debía ganarse la vida para comer». También en Sant Mateu, que empieza detrás de Can Soleietes, hacían espardenyes casi todas las familias que recuerda. (Mira aquí todas las fotos)

En este círculo des Rubió también vivía Catalina de n'Andreuet, -«la espardenyera más fina que había, que murió en 2003»-, la majora que salvó el oficio enseñando a su vecina Neus Bonet o impartiendo cursos en los primeros años del Museo de Etnografía. Desde Can Terracavat también se adivina el canal que llega hasta el Salt d'en Francesc, la popular cascada que brota en época de lluvias abundantes, «donde estaba todo sembrado de pitreres bien cuidadas porque allí se abastecía mucha gente para conseguir la fibra». También se plantaban muchas junto a las casas, como las que forman «una trinxa» alrededor de la finca donde vive Bonet y que servían de cercado para los animales.

Justo en esta época del año, la artesana empieza a cortar hojas de sus plantas para rascarlas y obtener la fibra, porque en verano concentran mucha salvia urticante «y siempre se escapa alguna gota por mucho que te protejas». Pero, hace dos semanas, al ir a dar agua a las palomas, se encontró con un agave amarillento con el cogollo caído.

Pulque y tequila

Pulque y tequila

«Empecé a revisar y vi que otros también habían muerto». Arranca sin dificultad las hojas muertas, entre las que se remueven larvas y algún ejemplar adulto que escapa. También mana de su interior un líquido que apesta a licor. «Los mexicanos elaboran el pulque con el agave fermentado o el mezcal o el tequila si lo destilan», explica. Ignora cuántas pitreres puede llegar a tener, calcula que más de 50, pero lamenta que las que aguantan en pie también muestran síntomas de que están infestadas de esta plaga. «Si te fijas, empiezan a amarillear y les sale un jugo», advierte.

Alarmada, empezó a buscar información sobre plagas que afecten al agave y encontró información sobre los estragos que, desde 2014, está causando el picudo negro en Almería, un escarabajo pariente del picudo rojo que ya se conocía en Ibiza por atacar a las palmeras. Empezó a consultar con otros artesanos, como Vicent Marí, Palermet, Núria Costa o Carmen Tur. Alguno de ellos sabía que el año pasado se había detectado picudo negro en Sant Carles, pero creían que eran casos aislados e ignoraban que se hubiera extendido a tanta distancia.

«Creo que me tocará aprender a elaborar espardenyes con cáñamo, que era el material que se usaba antes de que llegaran las pitreres de América», bromea resignada. «Igual es que nos tocaba tenerlas con nosotros durante 500 años, porque se introdujeron a principios del siglo XVI».

Banco de fibra

Banco de fibra

Bonet no se muestra muy esperanzada con el futuro de esta especie en Ibiza, una vez que ha comprobado la velocidad con que devoran su plantación. Quiere ir al otro lado de es Rubió, junto al canal y al antiguo «circulo de espardenyers», a comprobar si allí también están muriendo las plantas, pero ya ha podido comprobar que las pitreres de las fincas más cercanas a Can Terracavat también amarillean y se desploman.

De momento, se afana en salvar las hojas sanas y rascarlas de manera estajanovista para «crear un banco de fibra de pitrera». Muestra el haz que obtuvo la noche anterior y lo acaricia con delicadeza como si fuera una cabellera. «Este hilo es una maravilla, es tan noble y tan blanco que es como la seda y lo puedes llegar a estirar todo lo que quieras».

No sabe si podrá almacenar el material suficiente para nutrir a los cursos de espardenyes que imparte en invierno en Sant Joan y Sant Rafel. Pero tiene claro que jamás recurrirá al sisal, la fibra «amarilla y más pobre» que se extrae de otra planta de la misma familia, el Agave sisalana. «Sí que puede servir para encordar sillas, pero es demasiado quebradizo para elaborar espardenyes, además de que no es blanco», detalla.

También recibe cada año encargos para reparar unos 200 pares de calzado los componentes de las diferentes colles de ball pagès («mi trabajo principal es reparar espardenyes más que hacer nuevas»), «como unas de un ballador que tienen más de 80 años», recuerda con cariño. Las elaboró Catalina de n'Andreuet, su maestra.