Román estaba en Mallorca cuando, sin esperárselo, la enfermedad mental le cayó encima de forma inesperada. A los 25 años se había independizado de sus familia y había ido a buscarse la vida. Primero en Madrid, luego en Jaén y después en Palma, donde acabó ingresado en Psiquiatría. Volvió a la isla, volvió con sus padres y llegó a la Asociación de Pitiusa de Familiares de Enfermos Mentales (Apfem), en uno de cuyos pisos vive desde hace un tiempo. Lo comparte con una compañera de la asociación. Hacen su vida. Cocinan, trabajan, quedan con sus amigos. Un día a la semana pasa por allí Jéssica, una de las trabajadoras sociales de la asociación. Está contento, lo único que lamenta son los efectos secundarios de la medicación, que hace que a veces le cueste levantarse o ponerse en marcha. El sueño de Román es poder encontrar un piso en el que vivir, para lo que está ahorrando, poder viajar de vez en cuando y estudiar Náutica. Trabaja de marinero, «amarrando barcos», y le encanta el mar.

«Sólo le hacía falta un empujoncito», comenta Antonella Greco, coordinadora de Apfem, que ayer celebró el Día Mundial de la Salud Mental. Greco explica que casos como el de Román, con enfermedad mental pero sin discapacidad, se quedan fuera de los recursos públicos. Por eso, financian con el IRPF dos viviendas cedidas por el Ayuntamiento de Eivissa que sirven de puente antes de que estos afectados vuelen solos.

Sentada entre Román y Greco se encuentra una de las usuarias de Apfem y trabajadora de Aktua, la empresa de catering, mantenimiento y reparto de comida a domicilio montada por la asociación para dar empleo a las personas con enfermedad mental. Prefiere no dar su nombre. Se encarga de la limpieza y lo de volar sola no le hace mucha gracia. Está tan a gusto que le gustaría quedarse en Aktua para siempre. La coordinadora ríe. La entiende, pero el objetivo es que todos encuentren un empleo fuera. «Antes de empezar a trabajar aquí no tenía unas rutinas, llevaba mucho descontrol, tenía problemas económicos y con la comida y estaba muy triste», explica la mujer, que este año cumplirá 34 y que asegura que ahora se siente «mejor, motivada, apoyada, preparada». «Lucho por lo que quiero y lucho por mi vida», indica.

«La tele me hablaba»

El 70% de los trabajadores de esta empresa tienen algún trastorno mental, explica Antonella Greco, que destaca su «altísimo» compromiso laboral: «Son de una puntualidad, eficacia y honradez excesiva. Se preocupan muchísimo y si uno falta un día, se nota». La directora, que destaca que estos trabajadores tienen sus nóminas y cobran lo que establece el convenio, afirma, además, que hay más absentismo «entre el 30% de trabajadores sin enfermedad mental» que entre el 70% que sí la tiene.

«No me gustaba estar encerrado en Psiquiatría», comenta Raúl, usuario del centro ocupacional de Apfem, que recuerda el «miedo» que sentía en aquella época. Asegura que ahora acude al centro incluso los días que no se encuentra muy bien porque lo prefiere a «estar en casa dándole vueltas a la cabeza» y porque, aunque le cueste, nota que le ayuda a tener «más seguridad» para hablar con la gente, mejorar sus conocimientos de cultura general y acercarse al mundo laboral. Raúl, de 38 años, llegó a Apfem tras pasar por el hospital de día de Can Misses, a donde le llevó una situación insostenible: «No sabía qué pasaba y tomaba drogas y alcohol. Pensaba que la gente hablaba mal de mí y la televisión me decía cosas». Ahora, indica, está «mucho más tranquilo» y, sobre todo, asegura, tiene claras las señales de alarma: «Sé que si pasan ciertas cosas se acerca una recaída».

Esto suele pasarles a las personas con enfermedad mental cuando sufren estrés o ansiedad, indica Antonella Greco, que detalla que el objetivo del centro ocupacional es que los usuarios encuentren un empleo. No suele ser fácil. «El estigma de la enfermedad mental sigue siendo la piedra contra la que más tenemos que luchar», afirma la coordinadora de Apfem, que destaca que las personas con problemas de salud mental son las que registran un índice «más bajo» de inserción laboral. «La gente sigue teniendo muchos prejuicios», indica la psicóloga.

Thomas, de 50 años, también es usuario del centro ocupacional. Ha pasado el verano trabajando en la concesión de hamacas que la asociación tiene en la playa de Talamanca. El moreno que luce delata su verano en la playa. Thomas, alemán, llegó a Eivissa hace ahora dos años y en este tiempo ha pasado momentos «muy duros». Vivió en la calle y sobrevivió con la ayuda de Cáritas. Fue su psiquiatra la que le dijo que recurriera a Apfem. «He podido rehacer mi vida, tengo una estabilidad en el piso y el trabajo en las hamacas ha sido una época muy bonita», explica Thomas, que asegura que la asociación es su familia: «Estuve doce días fuera y no me fue bien».

«Tirado en una esquina»

A su lado, Adrián, de 46 años y usuario de las viviendas tuteladas, asiente. Llegó a Apfem desde Proyecto Hombre: «Tengo patología dual, un trastorno de salud mental con problema de consumo de drogas». Adrián está convencido de que si no fuera por ese recurso «estaría viviendo en la calle o tirado en una esquina». Hace «mucho tiempo» que no trabaja, pero confía en poder hacerlo, para lo que quiere estudiar idiomas: «He estado muy centrado en aspirar a una vida normal». A ello, indica, le han ayudado las pautas y rutinas que le han marcado los profesionales y que le han permitido, entre otras cosas, volver a disfrutar de algunas de las cosas que antes le hacían feliz: exposiciones, conciertos y otras actividades en las que está volviendo a recuperar el contacto con la gente y con la vida, explica en una de las salas de Apfem.

Fuera, algo nervioso, con unos papeles en la mano se encuentra Daniel Huallpa, otro de los usuarios. A Daniel le gusta escribir. Le encanta. De hecho, ha compuesto un poema para leer en la sede de la asociación con motivo del Día Mundial de la Salud Mental. «Los esquizofrénicos te darán cordura. Los que ven muerte te traerán vida. Los que ven monstruos te ayudarán a combatir los tuyos. Puede que no seas uno de ellos, pero ellos están contigo. La lucha ya se alarga décadas, he visto la crueldad en la gente...».