Mostrar los fondos marinos, su belleza, su vida y diversidad a los que no lo ven desde tierra y denunciar las agresiones que sufren. Esa es una labor que Manu San Félix inició en 1992 cuando se estableció en Formentera. Siete años más tarde, contribuyó con su informe a que la posidonia se incluyera como el bien natural dentro de la declaración de Ibiza, Patrimonio de la Humanidad. Este año ha dirigido un documental para National Geographic 'Salvemos nuestro Mediterráneo' y tiene un contrato firmado con esa entidad hasta 2030, con el proyecto 'Pristine Seas'. Pasa la mitad del año entre Eivissa y Formentera y el resto navega por los mares del mundo para filmar y fotografiar los fondos más vírgenes y frágiles del planeta. Su próximo destino, el Estrecho de Magallanes, concretamente la Reserva Marina en aguas de Argentina y Chile, llamada La Amistad. Por su trayectoria profesional y su compromiso con la divulgación del entorno marino, Diario de Ibiza le otorga este año el premio Personaje del Año.

¿Por qué ha sido este 2019 tan especial para usted?

Por varias cosas. Primero porque termino mi primera producción audiovisual para National Geographic. Ha sido una experiencia dura y difícil pero he notado que ha supuesto un cambio profesional para mí y el detonante de una nueva situación personal. Esto se traduce en que recibo numerosas llamadas de personas que me proponen trabajar con ellos. Ahora, digamos que estoy trabajando pero también meditando.

¿Quiere decir que pasa por un periodo de reflexión?

Tengo 55 años y llevo trabajando más de 30 años, desde que acabé la carrera. En todo ese tiempo, por supuesto, he cometido fallos pero pienso que me he portado bien y quiero seguir haciendo cosas, ahora con National Geographic. Pienso que si tienes la capacidad de hacer algo tienes la obligación de hacerlo. Ahora me quiero parar un poco, reflexionar para ver cual es la manera más efectiva de actuar. El documental 'Salvemos nuestro Mediterráneo' para mí es un proyecto en el que creo y me gustaría aportar mi grano de arena para salvar el Mediterráneo. Creo que se puede hacer y ahora es el momento.

¿Su actividad le ha dejado cicatrices?

Todo en la vida deja cicatrices pero intento ser feliz, doy gracias a la vida y me siento un privilegiado y un afortunado. Pienso que en la vida hay dos opciones. Hay personas que no hacen nada por miedo a las heridas. Hay veces que hay gente que te ataca y sé por qué es (no lo voy a decir). Hago las cosas porque las siento, no soy una persona orgullosa y no me cuesta pedir disculpas si me equivoco, ahora voy a seguir haciendo lo que hago. Lo que intento, con la experiencia y con el conocimiento que adquieres, es hacerlo mejor. También me tomo muy en serio mejorar; como persona miro los fallos que cometo e intento enmendarlos.

¿Qué le ha pasado desde que llegó a Formentera

Me encantó la isla, vine en un velero y en 24 horas tomé la decisión de quedarme. Ahora, con el paso del tiempo, estoy feliz por haber tomado esa decisión, no me arrepiento. En todo este tiempo he aprendido muchísimo y tengo la suerte de que mi mujer y mi familia me acompañan. Es cierto que puedo llegar a ser obsesivo hasta que llego a National Geographic en 2008, desde entonces no paro y me han alargado el contrato hasta 2030. En este proyecto confluyen mis tres perfiles como biólogo, buceador experto y cierta habilidad con la cámara, entonces todo cobra sentido en un proyecto, 'Pristine Seas', en el que aprendes constantemente.

En 1999 usted participó con un informe sobre el bien natural de la posidonia para su inclusión en la declaración de Eivissa Patrimonio de la Humanidad. ¿Se han cumplido los objetivos planteados entonces sobre esta planta marina?

La declaración de la Unesco de Patrimonio de la Humanidad es importantísima, pero la situación [de la posidonia] ha cambiado mucho menos de lo que pensaba. Es una asignatura pendiente. Esto lo presentó Eivissa pero por la implicación geográfica llegaba a Formentera y a Sant Josep. Esa necesaria implicación ni caló entonces ni después. Hay una clara parte patrimonial que desde Eivissa se promueve y conserva y una parte natural que está pendiente. Falta que trabajen juntos y que se lo crean. Pero en el fondo pienso que todo lo que está debajo del agua es más difícil. Tendría que haber un comité con las tres entidades afectadas. Para mí fue un orgullo participar en esto.

¿Estamos a tiempo de mejorar la conservación de nuestros fondos marinos o es demasiado tarde?

Miro cada vez menos hacia atrás, miro hacia delante y en los próximos años, creo firmemente en que estamos en un momento clave, y todo dependerá de cómo lo hagamos en los próximos 10 años, pero lo podemos lograr. Tenemos el conocimiento para hacer las cosas bien.

¿Cuál sería la hoja de ruta para lograrlo?

Primero, aplicar una protección efectiva y de verdad. No puede ser que estemos en 2019 y las zonas marinas protegidas de las Balears, donde no se puede pescar nada, sean solo del 0,16%. Cuando el compromiso de España y de muchos otros países para el año que viene es el 10%, y la meta de National Geographic es el 30%. Cerrar a la pesca el 10% de las aguas de Balears es algo muy razonable.

Pero afectaría al sector pesquero.

Esto es como todo, sentido común. Si decimos que se puede pescar en el 90% y restringimos solo el 10%, pienso que es una postura muy moderada y que no penaliza. Sobre todo cuando todo el sector sabe que se pesca muchísimo menos de lo que se pescaba hace 40 años.

Sigamos con las claves para conservar el mar.

Tenemos unas estaciones de depuración de aguas residuales deficitarias. ¿Cómo es posible que en el 2019 allí delante esté el emisario de la Savina tirando pura mierda? En un sitio como Balears que es un destino turístico en el que vendemos la calidad de nuestras aguas, pero además por razones sanitarias y ecológicas, deberíamos tirar el agua impecablemente depurada al mar porque tenemos la tecnología. La depuración terciaria se inventó hace mucho tiempo y tenemos el dinero porque somos primer mundo y en esto nos tenemos que comportar como tal. Es decir que con unas reservas marinas de verdad y con aplicarse en la depuración de aguas, cambiaría el escenario de manera radical. Si empezamos ahora ese cambio, en una década, el mar de Balears se parecería más a 1950 que a 2019. Viajaríamos hacia atrás en el tiempo, porque el mar es agradecidísimo en su recuperación y los pescadores pescarían más y el turismo mejoraría porque ofreceríamos un producto que habría recuperado su brillo natural.

¿No le da la sensación de que los políticos van a remolque de la demanda social y de los estudios e investigaciones sobre la salud del Mediterráneo?

Totalmente de acuerdo. Para el cambio que necesitamos es importante primero la conciencia de las personas. Pienso que en esto estamos en una buena posición, la gran mayoría es consciente de lo que estoy diciendo y está a favor de la conservación. ¿La Administración?. La Administración está desbordada y no propicia los cambios en la sociedad. El ser humano no ha evolucionado gracias a las administraciones, con todos mis respetos a los políticos y a los funcionarios, sino que ha avanzado gracias a los genios, a los emprendedores, a los innovadores y a día de hoy creo que es el momento de las empresas en esta materia. En ese cambio tienen hoy un papel muy protagonista. Recibo muchas llamadas de empresas en ese sentido y voy encantado. Voy a poner un ejemplo, la marca Damm ha hecho una campaña cosmética este verano pero ha llegado a mucha gente con esos anuncios contra el plástico.

Usted participa en uno de ellos. ¿Pero no es contradictorio que esa marca siga usando plástico en sus envases?

En parte, he hablado de esto con ellos. Les dije que se lo tienen que creer y comunicar a los consumidores que en un plazo razonable de tiempo, hacerles llegar un producto que sea sostenible en todo. Las empresas tienen claro que si quieren vender más tienen que modificar sus procesos, ya no basta con hacer productos buenos sino que tienen que ser buenos chicos.

Y mientras tanto no paramos de hablar del cambio climático, como si no hubiera un mañana.

Es algo muy serio yo lo he visto y lo he comprobado. Hace poco estaba en casa repasando papeles y me sale el primer folleto del Vellmarí, justo antes de 1992. Entre las informaciones había temperaturas, que saqué del Instituto Nacional de Meteorología, entonces no había Internet, tanto atmosférica como del agua. La temperatura media del agua en el mes de agosto ese año fue de 25 grados, algún día pudo llegar a 26 grados. Además eso lo leen los computadores de buceo. Ahora en el mes de agosto, muchos días la temperatura del agua es de 29 grados. Todo esto el mar nos lo devuelve en forma de bofetada, allí están las gotas frías, cada vez más potentes. Este año en la Antártida, grabando a un científico argentino, teníamos un glaciar atrás descomunal a unos trescientos metros, hablaba con él sobre el plano que debíamos tomar, y para situarme me dijo que en 2012 había estado en el mismo sitio y el glaciar llegaba hasta la posición en la que estábamos. En siete años ese glaciar ha retrocedido 300 metros, eso es una barbaridad. Tenemos que cambiar, y cambiar ya, los hábitos de consumo. Confío en la tecnología que nos puede ayudar mucho a revertir la situación, si no nos cargamos el mundo antes.

Parece que la moda del ecologismo se ha quedado muchas veces en fachada. Es decir, que se hace mucho ruido pero se avanza poco, especialmente en el cambio de hábitos de consumo.

Esa es la clave, la fachada ya la tenemos. Lo que más cuesta al ser humano es cambiar. Somos protestones, me acuerdo cuando se prohibió el tabaco en locales cerrados, todo el mundo estaba en contra, los negocios se iban a arruinar, etc... Al final no ha pasado nada, los restaurantes están llenos y nadie se atreve ya a encenderse un cigarrillo. En este caso ha sido la ley la que ha servido para educarnos. Lo mismo ocurrió con el cinturón de seguridad o el casco de la moto. Por eso digo que para la conservación de los mares además de la concienciación hace falta legislación. En el momento en que nos ponen la ley aprendemos, aunque con multas.

Cambiemos de tema. ¿Cómo ve la gestión del Parque Natural de ses Salines

En la gestión marina no hay protección. Tanto en aguas del Parque como de la Reserva Marina de es Freus lo único que está prohibido es la pesca submarina. Solo en la cara de oeste de s'Espardell hay una protección más estricta, pero parece un chiste por la superficie que representa. Eso está mal hecho. En cuanto a la gestión terrestre es complicada porque es un lugar que soporta una afluencia masiva de visitantes, durante una serie de meses. Lo que pasa es que hay que proteger por el valor natural y paisajístico de la zona que es espectacular. Es una ecuación de difícil resolución y creo que con el tiempo y la experiencia se conseguirá. El producto atrae a la gente, nosotros necesitamos a esa gente para nuestra economía, pero a la vez es el problema. Confío en que entre todos y con lógica esta difícil ecuación se resuelva.

¿Cuál es su próxima expedición con National Geographic?

Al Estrecho de Magallanes, me voy a final de febrero de 2020. Ahora tengo un hueco que me permite trabajar aquí un montón. Sigo trabajando para proteger los océanos. National Geographic con 'Pristine Seas' ha conseguido proteger casi el 80 por ciento de todos los mares protegidos del mundo. Vamos a una reserva compartida entre Argentina y Chile, llamada La Amistad.

¿Cómo recibe el premio que le otorga Diario de Ibiza?

Con muchas satisfacción y también responsabilidad. Cuando te dan un premio te haces más visible y eso hace que asumas con más fuerza si cabe el trabajo que intentas hacer.