Al final del muelle se levanta una estructura destinada a facilitar el paso de la sal a las bodegas de los buques que llegan a la isla para llevarse lo que, antes del turismo, representó el motor económico de las Pitiusas. Y en esa estructura se enciende, cada atardecer, la primera gran luz que anuncia la noche y que no tarda en reflejarse sobre el espejo de las aguas. En verano, la potente farola del extremo del muelle compite con la intensidad de Júpiter cruzando el cielo y con las luces todo horizonte que exhiben en sus mástiles las decenas de veleros que allí se concentran para pecnoctar fondeados en la saturada bahía sur de la isla.

La luz sobre la estructura del metal contribuye a la fotogenia del lugar, que suma a su encanto la historia y el bagaje sentimental de unas islas unidas secularmente a la producción de sal. Es el único cargador que existe hoy de los tres puntos en los que antiguamente se cargaba la sal en barcazas para trasladarla a los barcos foráneos que esperaban la mercancía en el puerto. Cuatro, en realidad, contando el carregador de Formentera. Y éste punto en concreto era el carregador de Ponent o sa Canal, del que existió uno más antiguo que fue reemplazado por el actual cuando se ejecutaron obras de modernización en la salinera, en el siglo XIX. A veces, era conocido como el carregador de sa Cova Llarga, porque ese es el nombre de la punta de tierra que cierra la bahía por el oeste, en el mismo macizo en el que se encuentra es cap des Falcó.

Algo más al sur de este largo muelle para transportar sal, después del grupo de casetas varadero del pequeño núcleo de población de sa Canal, se conservan restos de otra construcción más antigua, lo que queda de una rampa y unos rieles que se adentran en el mar. Son las antiguas atarazanas donde la empresa salinera reparaba sus embarcaciones. Y junto a estas ruinas se deshace desde hace décadas otro vestigio de tal pasado, una de las antiguas barcazas en las que se embarcaba la sal y que ninguna institución pitiusa ha sido capaz de salvar del abandono.

El actual muelle fue reconstruido para poder cargar la sal directamente a los barcos, mediante cintas transportadoras, sin necesidad de usar las barcazas ni a los jornaleros que las cargaban. Ya era el único que funcionaba aún entrado el siglo XX y en la actualidad sigue siendo visitado, cada otoño, cuando se recoge la sal de los estanques, por los cargueros que transportarán la sal a grandes conserveros de pescado del Norte, como Islas Feroe y Dinamarca, o a lugares que, como Escocia en 2010, precisan de la sal para fundir la nieve dejada en la carretera por los temporales. De los otros dos carregadors que existieron, el de sa Sal Rossa y el de es Cavallet (también llamado de Levante o de la sal blanca), también quedan los restos.