Antonia tiene 66 años y con 40, y tras dejar la tienda que llevaba junto a su madre, decidió sacarse el Bachillerato, hacer la prueba de acceso de la Universidad y empezar la carrera de Derecho para luego seguir con la de Políticas y Administración, porque era lo que siempre le había gustado.

Quien explica la trayectoria de Antonia es su marido, José Luis, con quien lleva casado 47 años, porque ella, Antonia, no está en condiciones de relatar su historia. Tras detectarle parkinson le han diagnosticado demencia con cuerpos de Lewy, una enfermedad degenerativa que ha hecho que pierda muchas de sus capacidades.

José Luis, que ayer participó en la jornada de puertas abiertas organizada en el Centro de Día de Cas Serres para conmemorar el Día del Alzhéimer, asume el trabajo que lleva cuidar a su mujer y asegura que, en su día a día, intenta que no se noten los nervios, ni la carga emocional, ni la falta de sueño. «Un par de veces tengo que ir a otro lado a llorar, pero creo que, por ahora, lo voy manteniendo bien», apunta.

José Luis asea a diario a su mujer, la viste y la atiende en cada uno de sus movimientos. «Lo físico no me importa, para mí lo más preocupante es que haya perdido la cabeza», dice y recuerda que, si bien antes Antonia no podía conciliar el sueño sin él, ahora duermen separados y es José Luis, siempre pendiente de su mujer, quien ahora se desvela.

A día de hoy, y según apuntó la coordinadora del centro, que además es la psicóloga, Marga Ferrer, se atiende a una quincena de usuarios con deterioro neurodegenerativo. Para Ferrer, lo importante es aminorar o intentar frenar este deterioro que provocan las diferentes tipologías de demencias, entre ellas el alzhéimer.

«Lo que nosotros aplicamos es la estimulación de todas las áreas de la persona: cognitivas, físicas, alimentación saludable y todo un tipo de atención integral para que la persona se mantenga», apunta Ferrer.

Marina Cardona, responsable de la finca ecológica de Can Puvil, mostró ayer a los pacientes y familiares los productos que Ecofeixes había proporcionado para el desayuno y, enseguida, algunos pacientes atinaron a identificar los higos como oriolas y martinenques, dos variedades ibicencas. También reconocieron el melón eriçó.

Cardona, que trabajó 14 años en la Residencia de Cas Serres, se mostraba ayer emocionada al recordar que su pasión por el huerto «viene introducida un poco por ellos (los pacientes), porque estar en contacto con la gente mayor te transmite esa cultura y esas tradiciones que Ibiza pide a gritos que se recuperen».

De sus 14 años trabajando con mayores, muchos de ellos ayer presentes, Cardona destaca que son personas «a las que les han robado sus recuerdos; físicamente están bien pero no pueden transmitir». Para la responsable de Can Puvil, muchas veces hay que entender a los pacientes «con sus miradas y sus gestos».

Ángeles, a punto de cumplir los 73 años, lleva un año con principio de demencia senil y ya no puede vivir sola, con lo que sus tres hijos se van turnando. Ana, la menor, resalta que tener un paciente así en casa obliga a cambiar tu vida. «Es un poco como cuidar a tus hijos», matiza Ana, que señala que en su día a día hay «mucha rutina y muchas pautas».

Ferrer, por su parte, destaca la importancia de apoyar y trabajar con los familiares, que son los que padecen «mucho» al darse cuenta que aquella persona familiar ya no es la misma, «mantiene la estructura pero no el interior».