El Hotel Palmyra, en la bahía de Sant Antoni, fue el primer hotel . Abrió a mediados de los 60 y contaba, además de con piscina, restaurante, solárium y jardines, con una sala para jugar al bridge e, incluso, aire acondicionado en la planta noble. Todo ese lujo es el que transmite la palmera grabada en dorado de una de las tarjetas que el hotel distribuía entre sus clientes y que es una de las 19 de establecimientos de la isla que conserva la Biblioteca Nacional de España (BNE) en la serie de establecimientos hoteleros de la colección 'Ephemera'. El del Hotel Palmyra es redondo lo que hace sospechar que podrían haberse usado como posavasos, lo mismo que los de otros cuatro establecimientos. La mayoría son rectangulares, aunque los hay también ovalados y hasta con formas, como el timón del Hotel Marco Polo.

Estos documentos comparten colección con postales, cromos con recetas de helado, cajas de cerillas, paipáis y otras tarjetas comerciales, según explican desde la Biblioteca Nacional, donde destacan que este material «permite reconstruir las tradiciones, usos y costumbres de la época estival de las primeras décadas del siglo XX». «Abren las puertas del pasado y ayudan a comprender cómo vivía la sociedad de la época», comenta Rosario Ramos, jefa de la sección 'Ephemera'. El objetivo de estas tarjetas, independientemente del uso que se les diera, era servir de recordatorio para los clientes que se habían alojado en ellos así como atraer a otros viajeros a los que los primeros se los enseñaran. «Son verdaderos carteles en miniatura en los que brillan el diseño y el color», continúan desde la Biblioteca.

La colección conserva las tarjetas de dos de los hoteles más emblemáticos de la Ibiza de los años 30: Portmany, en Sant Antoni, y Buenavista, en Santa Eulària. La del primero, con los bordes troquelados, muestra la idílica estampa de media docena de llaüts amarrados en el puerto y, al fondo, palmeras, casitas bajas y el campanario de la iglesia. Ésta es, seguramente, una de las etiquetas más antiguas de las de Ibizaconservadas en la colección, ya que el hotel, famoso por sus platos de langosta y propiedad de Josep Roselló Cardona, abrió sus puertas el 12 de julio de 1933 y las cerró en los años 60. La tarjeta del Buenavista, primer hotel de Santa Eulària, es mucho más sencilla, apenas la silueta de una casita en blanco y un colorido fondo. Una sencillez que no parece corresponderse con sus orígenes. «El señor Marí, en su deseo de cooperar en la obra patriótica de atraer el turismo hacia esta isla y proporcionarle agradable estancia, no ha reparado en gastos. Hay un comedor a todo lujo, con salón de lectura, y buen número de habitaciones con cuartos de baño, todo amueblado exquisitamente», escribe Diario de Ibiza el día después de su inauguración, que se produjo en enero de 1933, lo que permitió a los primeros huéspedes comprobar la calefacción, toda una novedad en la isla. Igual que lo fue, en 1959, el ascensor del Hotel Noray, cuya fachada preside el dibujo de Dalt Vila, orlado por una patriótica bandera de España, de la tarjeta que conserva la Biblioteca Nacional.

También Dalt Vila, con unos barquitos, una palmera y una chumbera, preside la tarjeta, troquelada, del Hotel Ibiza, nombre con el que, en 1946, se reinauguró el Gran Hotel, ya que esta denominación únicamente podían usarla los hoteles de máxima categoría. El Hotel Ibiza tuvo una vida corta (en 1958 pasó a manos de una empresa madrileña que lo rebautizó como Montesol), ya que el racionamiento de la época obligaba a comprar en el mercado negro, lo que disparaba los gastos. La colección de tarjetas de hoteles ibicencos incluye una del Montesol, del mismo estilo que la del Hotel Palmyra: letras y dibujo en brillante dorado sobre una cartulina blanca. También redonda, aunque con un dibujo en cinco colores (rojo, azul, verde, amarillo y marrón) es la de la pensión Mediterráneo, ubicada en Santa Eulària. Era modesta, apenas tenía 12 habitaciones, pero daba de comer a muchísima más gente, según recordaba hace unos años René Lassus, profesor de francés que descubrió Ibiza en 1957, cuando se alojó en esta pensión.

Todas las tarjetas son de medidas similares, sin llegar a superar los diez por doce centímetros. Muchas de ellas pertenecían a un coleccionista, Xavier Vivé, según se puede comprobar en el reverso de las tarjetas, donde estampaba su sello. Éste incluía, además de su nombre, un antiguo número de teléfono y la ciudad en la que vivía: Barcelona.

Una de las tarjetas que tiene esta marca es la del Hotel ses Savines (escrito «ses Sevines»), inaugurado en 1935 en Sant Antoni. Diseñado originalmente por el arquitecto Germán Rodríguez Arias, poco se parece hoy el edificio de cuatro pisos y más de 150 habitaciones a la construcción original: de una única planta con 11 habitaciones. Curiosamente, en la colección hay también una modesta tarjeta de la fonda La Esmeralda (un sencillo rombo bicolor), de la que se ocupaban los dueños de Ses Savines: Rafel Marí Llàcer y Margarita Portas Marí.

Los establecimientos de Sant Antoni son mayoría en la serie de hoteles de Ibiza de la colección 'Ephemera': 11 de 18. Entre ellos se cuenta la tarjeta del Hotel Tanit, cuya propiedad ya ha anunciado que, junto al hotel Cala Gració, quiere reconvertir en un único hotel de gran lujo. La tarjeta tiene un diseño original: tipografía de aire gótico, la ilustración de una Tanit bien adornada con collares de conchas y los bordes dorados. En el reverso, apenas imperceptibles, dos marcas de cinta adhesiva demuestran que pasó muchos años en el álbum de un coleccionista antes de llegar, desde Sant Antoni a la Biblioteca Nacional.