Juan Antonio Marí, vecino de Santa Eulària, tenía 35 años cuando una zódiac le pasó por encima mientras buceaba por Cala Olivera el 29 de julio de 2014. Como consecuencia del accidente, le amputaron una pierna y varios órganos. Aparte de las heridas, a este ibicenco [ver página siguiente] también le duele que cinco años después la justicia haya ignorado su caso: se ha archivado sin que el juzgado instructor, en este caso el número 2 de Ibiza, le haya tomado declaración ni tampoco al denunciado (el patrón de la embarcación que le arrolló) ni a las personas que le rescataron cuando se desangraba en el mar. Por ello, un lustro después, el representante legal de Marí, Eduard Clavell, ha solicitado a la Fiscalía que solicite a la titular de dicho juzgado, María Ángeles Casanova, la «urgente reapertura» de la causa contra el denunciado (ya que está a punto de prescribir) por los presuntos delitos de lesiones por imprudencia grave y omisión del deber de socorro.

Aparte de la petición de que se reabra este caso, que se instruyó como un juicio de faltas, el abogado del perjudicado también remitió a la Fiscalía un escrito de Fabián Escudero, uno de los submarinistas que rescató a Marí del mar tras el accidente, ocurrido sobre las 13 horas de aquel 29 de julio de 2014. Poco después del atropello, este testigo y otras 13 personas que iban en la embarcación de una escuela de buceo observaron que alguien pedía ayuda desde una zódiac en la que ondeaba una bandera alfa (que indica que hay un buzo sumergido) a unos 50 metros de la costa. Sin embargo, no llevaba boya.

Escudero relata en el escrito que al acercarse a la neumática vieron a un joven que intentaba sacar del agua a un herido, «sin conseguirlo», y comprobaron que había perdido «mucha sangre». Este testigo también cuenta que, «con dificultades», él y otro compañero subieron al accidentado a su embarcación. A continuación, destaca que la embarcación que arrolló al buzo no estaba, ya que se había marchado a la playa de Cala Olivera, en Santa Eulària. «No me cabe ninguna duda de que si no llegamos a pasar nosotros por allí, el herido hubiera fallecido», sostiene el testigo en su escrito. Asimismo, añade que, «en su estado, no hubiera podido aguantar muchos minutos más porque cuando lo subieron a bordo estaba lívido y congelado».

Según recogió este diario en un artículo publicado el 31 de julio de 2014, los rescatadores tuvieron que rajarle el traje de neopreno a la víctima para que pudiese respirar. Ellos mismos trasladaron al accidentado en su embarcación al puerto de Ibiza, donde le esperaba una ambulancia para trasladarlo a Can Misses, donde ingresó en estado crítico.

En cuanto al patrón del barco que arrolló al buceador, prestó declaración ante la Guardia Civil en Cala Olivera y, según explicó entonces una testigo a este diario, no huyó del lugar, sino que acudió a la playa para pedir ayuda y atender al herido. De hecho, en la playa recogieron a un médico y a una enfermera y los llevaron adonde se encontraba el buzo.