No se puede ser infeliz cuando se tiene esto: el olor del mar, la arena bajo los dedos, el aire, el viento (Irène Némirovsky).

En Ibiza, hace décadas que buena parte de las principales zonas turísticas iniciaron una carrera para perder el estatus de paraíso. Urbanismo en exceso, edificios con innumerables plantas, devaluación de la calidad del agua, densidad humana más allá de los límites razonables... Sin embargo, Formentera, a pesar de la desmesurada población flotante que acoge en verano, aún rehuye estos límites. La playa de es Pujols, su mayor centro turístico, constituye el ejemplo más ilustrativo, pues su orilla sigue hipnotizando a pesar todo.

En los albores de la década de los cincuenta del siglo pasado, Es Pujols era otra playa desierta envuelta en dunas, en una isla escasamente poblada y sin turismo. Pese a que la Savina aún no era un puerto en condiciones, en 1955 una primera residencia abrió sus puertas en Cala Saona. Poco después, en es Pujols, a espaldas del Estany Pudent, se construyeron el hotel Rocabella, en la Punta Alta que cierra la bahía por el extremo oeste, y el Tahití, en el centro de la playa. Comenzaron a llegar franceses y algunos catalanes, que quedaban estupefactos por los turquesas eléctricos que el mar adquiría en la ensenada y la imagen pintoresca de los llaüts fondeados frente a los islotes de es Fonoll Marí y s'Aiguadolça.

En medio de este escenario de islotes y escollos -como el des Polp, frente al Rocabella-, aún aguardan rincones de belleza sobrecogedora. Se puede empezar por la costa recortada de la Pedrera d'en Coix, en Sa Punta Alta, una cantera angulosa que se abre a la costa ibicenca. En los días claros, tras el islote de s'Espardell, se distinguen nítidamente las urbanizaciones de es Cap Martinet, Talamanca y la propia ciudad de Ibiza, coronada por las murallas renacentistas. Resulta insólito que, desde Ibiza, Formentera se divise tan lejana, cuando la pitiusa mayor se avista realmente próxima si aplicamos la óptica inversa.

Las primeras playas se encuentran enlazadas por un pasillo elevado de tablas que pasa desapercibido entre las dunas. Aunque más adelante se transforma en un paseo marítimo al uso, discurre lo suficientemente separado de la orilla para que la playa no pierda su esencia y los bañistas dispongan de suficiente espacio para campar a sus anchas. En verano acoge un popular mercadillo que, al atardecer, surge de la nada. En la Roca Plana, a mitad de camino, una sucesión de raquíticos varaderos, hechos con cuatro tablas y abiertos en los frentes, con sus característicos raíles elevados que descienden hasta adentrase en el agua. En alguno de los escollos más próximos aún se sostiene el esqueleto de alguno de estos refugios, que en invierno queda a merced de las tormentas.

La última de las playas, en cuyo extremo occidental desemboca la avenida Miramar, la principal de este centro turístico, se llama des Pou y antecede el tramo de escollos que conduce hasta la Punta Prima, que cierra la bahía por el este, elevándose sobre el paisaje. Entre la urbanización de chalets que coronan el leve altiplano aún se distingue la torre de defensa, construida en 1762 y prácticamente idéntica a las otras tres que existen en Formentera: Punta Gavina, Cap de Barbaria y es Pi des Català. Permitía vigilar el paso de barcos entre la Mola y la costa ibicenca.

Si, desde cualquier tramo de la orilla, se echa la vista atrás, hoteles y bloques de apartamentos se suceden en varias líneas paralelas, que van alejándose progresivamente de la costa. Su escasa altura, sin embargo, ofende menos que en la isla vecina. Disfrutar de un chapuzón en la orilla de es Pujols sigue siendo un placer.

Little Italy

El mayor hándicap que tiene la playa de es Pujols, tal y como también ocurre en la mayor parte de Formentera, es la masiva presencia de establecimientos destinados a turistas italianos, que hacen que el pitiuso llegue a sentirse completamente fuera de sitio. Pequeñas tascas y pizzerías se alternan con terrazas de copas y restaurantes de lujo, siempre con el acento transalpino como bandera. Es Pujols, en definitiva, se ha erigido en la pequeña Italia de Formentera.