El grupo municipal socialista de Sant Joan, que cuenta con dos concejales, pedía esta semana que el Ayuntamiento garantizara «la convivencia en el pueblo» y aludía a la masificación del tradicional mercadillo de los domingos, del que criticó las molestias que causa a la hora de montar los puestos por la mañana, además de vulnerar la intimidad de los vecinos o crear problemas de circulación.

La calle principal de Sant Joan está prácticamente vacía el sábado a las once de la mañana. A la altura del nuevo Ayuntamiento, hay una vecina sentada a la sombra de una parra, Maria Marí, de 86 años. «A mí me gusta el mercado», se sorprende. «No sé por qué puede molestar, aunque sí que es verdad que aparcan muchos coches por aquí».

Esta vecina es de Can Fuster, el agroturismo que se encuentra a la entrada del pueblo, aunque vive unos metros más adelante, en el edificio donde se encuentra Correos y Comercial Can Rafa, donde Rafa Lorente regresa a sus tareas con el diario bajo el brazo. «Quizás es por los coches, pero viene mucha gente y le da vida al pueblo», contesta el comerciante.

Vicent Escandell, Casetes, sale con un paquete de Correos y admite que no tenía constancia de que hubiera molestias por el mercadillo hasta que leyó la propuesta de la oposición socialista. «Nunca harás nada que guste a todos y no sé si será por por la gente mayor que va a misa el domingo y falta aparcamiento, no tengo ni idea». «Como vivo fuera del pueblo, no tengo problemas», sentencia.

«¿Pero es de aquí?»

En la intersección que da a la parada de bus y al colegio, una de las cuatro que dan a la calle principal, aparece un vecino del núcleo turístico de Portinatx, Jordi Pratmarsó. Suelta una carcajada el oír la pregunta. «¿De dónde es el que se ha quejado? ¿Seguro que es de aquí? Esto es como si alguien se queja de las campanas de la iglesia, será porque quiere dormir más», bromea. «Esto es lo único que le da vida al pueblo y los políticos lo saben, deben estar molestos por otra cosa».

«Además, si quieren controlar el ruido, que vayan a las fiestas de Portinatx, cuando ponen música trance toda la noche, que eso sí que toca las narices de verdad», añade Pratmarsó al despedirse. Un coche se para delante del colegio y Carmen Unzueta baja unas bolsas para los contenedores de reciclaje. «El mercadillo de los domingos es lo único que da vida aquí, por las tardes no hay nadie en el pueblo», se sorprende.

«Yo debería cerrar»

«Empieza a las diez y acaba a las cuatro, no creo que sea para tanto», añade. «Si no fuera por el mercadillo, yo tendría que cerrar y casi todos los negocios igual», subraya Unzueta. Vive en Sant Carles, pero hace cuatro años que abrió la tienda de ropa y productos ecológicos Poco a Poco. Al lado está la librería Labritja, que también vende objetos de regalo y mantiene los buzones para el apartado postal.

«Antes no estaba la oficina de Correos», aclara Antònia d'en Rafila. Ella ya está jubilada, pero está en el establecimiento familiar de charla con Pep Ribas, Don Pep, que fue párroco del pueblo desde 1975 hasta hace tres años y viene a comprar la prensa desde sa Cala. «Da mucha vida al pueblo y a los negocios», opina el sacerdote.

«A nosotros ni nos beneficia ni nos perjudica, porque hay clientes diarios que no vienen los domingos por el lío de aparcar, pero lo compensamos con la gente del mercado», explica Antònia. «Pero a los bares y al resto de negocios les ayuda mucho, porque no podrían mantenerse con el día a día», concluye. Se añade a la charla Joan Marí, Tunicus, que acaba de entrar. «Me gusta el mercado y vengo algún día, pero vivo tirando a Sant Miquel», comenta. «Pero si haces algo, siempre va a haber alguien que se moleste», concluye.

La plaça d'Espanya, el núcleo principal del mercadillo de los domingos, se encuentra vacía, salvo cinco vecinos que charlan en el porche del estanco del pueblo. El propietario, Vicent Torres, Vidal, ha sido uno de los impulsores del mercadillo y ha presidido la Comisión de Fiestas durante 15 años, hasta su reciente entrada en política para asumir la concejalía de Festejos.

«Hemos abierto parkings con gente regulando la circulación, colocamos vallas en los sitios donde no se puede aparcar y se limpia todo e, incluso, se hacen fotos antes de empezar el mercadillo y al acabar y podemos asegurar que el pueblo queda más limpio», asegura Vidal. El ahora concejal también admite que el evento de los domingos se ha hecho muy popular en la isla, por lo que se ha encargado a un ingeniero «un plan de seguridad para mejorarlo, con el que se van a eliminar 20 puestos de los 135 que hay en la actualidad», anuncia.