Turrilites. Éste es el nombre de un género de cefalópodos que vivió en el Mediterráneo ya hace 125 millones de años. Allá por lo que los geólogos han dado en llamar Aptiense, una división del Cretácico inferior y la misma época en la que se ha datado la nueva especie de reptil volador que se ha descrito recientemente en un yacimiento de Teruel. Los cefalópodos Turrilites, que hoy sólo pueden encontrarse en estado fósil, representan un género dentro de los más conocidos Ammonites (amonites o ammonites si se usa el término como nombre común), esos moluscos que dominaron el mar mientras los dinosaurios dominaban la tierra y que prácticamente desaparecieron al no poder adaptarse a las nuevas condiciones ambientales que originó el meteorito que acabó también con los grandes reptiles. Aunque de los primeros quedó lo suficiente para evolucionar hacia los actuales nautilos igual que los dinosaurios supervivientes evolucionaron hacia las aves.

Estos cefalópodos son, según explica el geólogo Luis Alberto Tostón y para entenderlo mejor, «Ammonites de los irregulares, que hacían las vueltas como un gasterópodo y no en espiral, en un plano, como la mayoría». Y, para comprender aún mejor qué se está observando cuando se contempla lo que queda de uno de estos animales en la piedra, hay que añadir que estos Turrilites tendrían un aspecto similar al que hoy tienen especies de caracolas como las de la familia Turritellidae. Y es que, en realidad, es más fácil hacerse una idea de cómo eran lo que ahora son fósiles si se conoce la palabra turriculado, que significa que algo tiene forma de cono alargado y que se usa como base etimológica para denominar aquellas conchas cuya espira, su hélice, está dispuesta como torrecillas. En cualquier caso, las conchas de la actual familia Turritellidae pertenecen a moluscos gasterópodos, mientras que los cefalópodos, como eran Ammonites y Turrilites, están hoy representados por pulpos, sepias, calamares y los citados nautilos.

Hay quien ha estado veinte años preguntándose qué eran esas marcas grabadas, en algunas zonas en gran cantidad, en plataformas rocosas del área de Cala d'Hort, como en Cala Truja, donde las rocas son del Aptiense y los fósiles alcanzan un tamaño considerable de más de diez centímetros. Pues bien, misterio resuelto. Estos extraños fósiles pueden tener la forma de un lenguado, de parte de una columna vertebral, de una espiral o de un sacacorchos, según lo que quedé de ellos y la posición en la que se encuentren; es decir, se observan distintas secciones porque quedaron enterrados en diferente posición y se conservan diferentes áreas. Y a esta variedad morfológica hace también referencia el geólogo Luis Alberto Tostón en la Enciclopèdia d'Eivissa i Formentera, donde señala que «los Turrilitesconstituyen formas heteromórficas porque el enrollamiento de su concha es turriculada, es decir, que va haciendo espiral en planos diferentes». Añade que la especie más característica, T. costatus, es un fósil que protagoniza ya el Cretácico medio y superior, algo más recientes que el inferior, y que «en Eivissa se puede encontrar en las rocas calcomargosas del Cenomaniano, que sólo aflora en la unidad tectónica de Llentrisca-Rei, en la serie de Sant Josep».

Los ammonites, y con ellos los turrilites, dominaron el mar cuando el Mediterráneo no era tal y las islas se hallaban bajo las aguas. Al emerger los islotes, emergieron lo sedimentos y con ellos todos aquellos animales muertos convertidos en fósiles. Ibiza es tierra de fósiles marinos.

La clave: Posible confusión

Los turrilites (usado sin mayúscula como nombre común; no científico) pueden confundirse con otros fósiles que tienen un nombre similar, por ser similar su forma, los moluscos del género Turritella, que también pueden encontrarse en Ibiza, en las calcáreas blancas de la zona norte de la isla, por ejemplo, y que son algo más pequeños y representan a la era Terciaria; es decir, son menos antiguos que los turrilites.